A la semana siguiente de su regreso a Corea, KangDae hizo público su comunicado sobre las acusaciones de acoso escolar.
Aceptó los hechos. No se escondió ni se justificó de manera hipócrita para eludir su responsabilidad, en el fútil intento de que el temporal pasara cuanto antes. Mostró a todos su arrepentimiento genuino, aceptando la condena social que el público tuviera a bien imponerle.
Todos temían una mala reacción por parte de la opinión pública.
—No sé cómo se lo tomarán. Deberíamos haber contado lo de tu infancia... Tus problemas... —le sugirió su representante.
—Está bien así. No voy a contar mis penas —respondió KangDae.
—Si hay malos comentarios, ¡contestaré a todas las publicaciones! ¡En todas las páginas y sitios donde se comparta! —dijo Jiang, enérgicamente.
—Tú céntrate en tus estudios, que tienes que aprobar ese curso de auxiliar de clínica. El entrenador puede defenderse solo —le respondió Doyun, aunque él mismo también había empleado bastante tiempo en responder a algunos de los comentarios más crueles y asquerosos que se vertían sobre su entrenador.
A las pocas horas de hacerse el comunicado hubo un leve repunte de comentarios negativos, pues sus haters, sus más férreos detractores, eran los primeros que estaban allí para criticar todo cuanto a la figura del entrenador se refiriese.
Pero poco después, en cuanto el mensaje comenzó a tener más difusión, y al contrario de lo que pudiera parecer en un principio, la sinceridad del boxeador traspasó el corazón de la gente de una manera tan intensa que la mayoría de ellos aceptaron sus disculpas.
Incluso algunos compañeros que fueron víctimas de la convulsa y cruel adolescencia de KangDae hicieron vídeos en su apoyo, mostrando públicamente su perdón (y de paso, buscando un poquito de publicidad, ya que el asunto estaba ganando tanta relevancia). Pero fue una sinergia perfecta que disparó la opinión positiva en favor de KangDae.
El momento más viral de la contienda llegó cuando, para sorpresa de todos, MinSuk, que aún estaba en Estados Unidos y que gracias a sus propios vídeos y la fama de sus entrevistas había ganado bastante repercusión en redes sociales, hizo un vídeo defendiendo a KangDae públicamente.
—¡Maldita sea, mocoso! ¡No he pedido tu ayuda! —gritó KangDae al teléfono, enfurecido— ¿Es que estás loco? ¿Quieres ensuciar tu imagen?
—Tenía que hacerlo, hyung...
—¡No me llames hyung! ¿No te das cuenta de a lo que te expones? ¿Quieres que todo el odio que estoy recibiendo se dirija también hacia ti?
—Podré manejarlo, entrenador. ¿No dijo usted que le haríamos frente juntos?
—¿Y tienes que escuchar siempre todas las tonterías que digo? Maldito crío...
Lo amaba más de lo que quería reconocer. No veía el modo de protegerlo. Quería evitar a toda costa arrastrarlo hasta el fango donde él estaba sumido.
La reacción, aunque modesta, fue bastante positiva.
—Gracias por compartir el vídeo, Li Yiu —le dijo MinSuk a su amigo y compañero de habitación.
Se estaban despidiendo. MinSuk debía ya regresar a Corea.
—No hay de qué. Ojalá que todo salga bien para ti y para ese boxeador coreano tan famoso. Alguien que se tomó tantas molestias en venir hasta aquí... Debe apreciarte mucho.
—Aunque tiene un pasado, es muy bueno... —susurró MinSuk.
—Todos tenemos un pasado... —afirmó Li Yiu— Lo importante será cómo actuemos en el futuro.
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Los chicos del boxing [+18]
Romance¡Éste dura una semana!, pensó mientras urdía su plan para torturarlo. Un rico empresario, principal patrocinador del gimnasio donde trabaja, le pide a uno de los campeones coreanos de boxeo internacional, que entrene a su hijo. "¿Entrenarlo? ¡Cómo s...