Capítulo 58.- Alegoría 🔞 (MinSuk y KangDae)

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Cuando aquella noche KangDae entró en su apartamento, vio las luces encendidas.

—¡Mocoso! —gritó, pero no hubo respuesta.

Vio en la mesa la cena envasada junto a velas y flores.

"Este maldito crío... ¿Quería hacerse el romántico?", pensó con una sonrisa boba asomándole a la cara.

—¡Iaaaa! ¡Tú! ¿Dónde estás? —dijo KangDae, mirando las habitaciones. No había rastro de su joven alumno.

Se dirigió hacia el dormitorio principal y llamó a la puerta del baño al verla cerrada.

—¿Mocoso, estás bien? —preguntó, pero al seguir sin respuesta, y pensando que podía haber pasado algo, se decidió a entrar.

Cuando vio la escena que se presentaba ante él, el boxeador no podía creer lo que contemplaban sus ojos.

El joven estaba sentado. Los pantalones yacían a un lado de sus tobillos. Mientras con una mano sostenía el teléfono, mirando con las pupilas dilatadas lo que parecía ser la fuente que encendía su deseo, con la otra mano acariciaba sin pudor el interior de sus calzoncillos.

Apretaba los labios y entrecerraba los ojos a la par que sus ágiles dedos recorrían los rincones de su anatomía, estimulándose, acariciándose, recorriendo de la base a la punta de su masculinidad y notando como unas delicadas gotitas acuosas asomaban ya a la cúspide de su deseo.

KangDae se quedó perplejo, incapaz de moverse. Sintió que lo invadía una corriente con una mezcla de furia, pero también de pasión.

De manera casi instantánea, notó la presión en sus propios pantalones, muestra de lo mucho que le impresionaba la situación y de lo, irremediablemente, anhelante de eso que había estado.

No pudo hablar. Los ojos de su alumno lo miraron sorprendidos.

—Qué... ¿Qué crees que estás haciendo? —gritó KangDae.

—¡Entrenador! —dijo MinSuk levantándose súbitamente, intentando cubrirse con sus manos y su camiseta.

—¡¿Se puede saber qué es esto?!

—Yo... Yo... —tartamudeó MinSuk.

Justo en ese momento, se le resbaló el teléfono de las manos y para colmo de su humillación, el entrenador se dio cuenta de que quien salía en el vídeo que el joven estaba mirando era él.

MinSuk cerró los ojos. ¡Quería que la tierra se lo tragara en ese preciso instante!

—Así que, ¿esto estabas haciendo, no? —dijo KangDae, entre dientes, con una sonrisa malévola.

—Yo... No... ¿Cuándo ha llegado? No sabía que vendría tan pronto...

—Tienes diez segundos para darme una explicación razonable —le espetó KangDae.

—¡Yo! Yo... Lo... ¡Lo siento! Yo sólo... Echaba de menos al entrenador... Estaba tan ilusionado... No pensé qué... Estaba triste por el vuelo... Quería verlo... Necesitaba... Necesitaba... —las palabras se le agolpaban intentando explicar todos los sentimientos y emociones que se habían apoderado de él.

Tropezó con sus pantalones, que estaban en el suelo, echados a un lado, y sólo logró recuperar el equilibrio en los brazos del entrenador.

De un golpe, se alegó de él, dándose cuenta de que aún permanecía sólo con los calzoncillos y la camiseta, de la que tiraba hacia abajo continuamente, avergonzado, intentando cubrirse.

—¿Quieres taparte? ¿Te da vergüenza? ¿Te da vergüenza que te vea así? ¡No has mostrado vergüenza hace unos minutos!

—¡Entrenador! Yo... —intentó decir MinSuk, pero KangDae lo agarró con fuerza, arrastrándolo hasta el dormitorio principal, y lo arrojó a la cama.

Los chicos del boxing [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora