—¡Entrenador, por favor! ¡No puedes pelear contra el crío! —insistió Jiang.
—Mubang no está de acuerdo... ¡Mubang no está de acuerdo!
—Entrenador... Veo que las fuerzas están muy dispares en este caso. Le ruego que lo reconsidere... —intervino también Doyun.
—¡Silencio todo el mundo!
MinSuk, sin esperar de nuevo la orden, ya se estaba subiendo al cuadrilátero. "Tiene agallas", pensó el boxeador.
—Doyun, da la salida —ordenó KangDae.
Desde la esquina del ring donde ese encontraba, el pequeño se puso en posición de guardia. Estaba tan dolido... Tan enfadado... ¡Cómo había podido jugar así con sus sentimientos! ¿Es que no era nada para él? ¿Tan poco le importaba? ¿Tan insignificante era?
Firme, determinado, con la precisión de un aguijonazo mortal, atacó.
Apenas había hecho sonar Doyun la señal de inicio cuando, en un amago de engaño, el joven se escabulló hacia el entrenador y, desde abajo, puesto que era mucho más pequeño que él, le propinó un preciso gancho a la mandíbula...
Le dio un puñetazo tan fuerte y tan acertado que la parte inferior del maxilar golpeó a la superior, provocándole al campeón del cinturón verde un gran dolor en la quijada.
"Ataca primero", se dijo. ¡Estaba utilizando uno de los consejos de lucha callejera que tan bien le había enseñado su entrenador!
Todos se quedaron de piedra, atónitos, estupefactos. Eran incapaces de proferir un sonido. Los ojos parecían salírseles de las órbitas. ¿Qué acababa de pasar?
KangDae, procesando lo que había sucedido, y tras mover la mandíbula de un lado a otro para asegurar que no se la había dislocado, le dirigió a su alumno una mirada furibunda.
—Estás muerto... —le dijo en tono espectral.
No era la primera vez que MinSuk lo escuchaba. Ya se lo dijeron sus acosadores una vez y mira... ¡Aún seguía vivo! La amenaza no lo amedrentó, y siguió golpeando su abdomen con rapidez, pero KangDae ya estaba plenamente en guardia.
Su vientre contraído, de músculos marcados y duro como el acero, resistió sin problema los golpes infligidos por el joven muchacho. Con agilidad, esquivó los golpes que le dirigía a la cara. Ya no pudo volver a tocarlo allí.
—¡Vamos pequeño! —gritó Jiang.
—¡Ánimo! —dijo Mubang emocionado.
El entrenador marcó unos cuantos golpes en el cuerpo de su alumno, controlando su fuerza todo lo que el monumental enfado que tenía le permitió. MinSuk, raudo y veloz, consiguió esquivar sus puños unas cuantas veces, y contraer el estómago o protegerse la cabeza otras tantas.
Jaleado por los ánimos de sus compañeros, siguió esforzándose, esquivando y golpeando como podía.
Luchó. Peleó como si le fuese la vida en ello. Se defendió hasta que se sentía totalmente agotado. Su ira se iba disipando a la par que se agudizaba su cansancio. Tras caer varias veces, volvió a levantarse, hasta que sentía que sus piernas no lo sostendrían mucho tiempo más.
El último golpe fue el golpe de gracia. KangDae, cansado de jugar, pues para él todo aquello apenas representaba un esfuerzo, decidió poner fin al combate lanzándole un fuerte puñetazo que casi le hizo volar y golpearse contra los elásticos del ring.
MinSuk intentó ponerse en pie, pero ya no podía. El aire había escapado de sus pulmones y se encontraba exhausto.
—¡Entrenador! —protestó Jiang.
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Los chicos del boxing [+18]
Romance¡Éste dura una semana!, pensó mientras urdía su plan para torturarlo. Un rico empresario, principal patrocinador del gimnasio donde trabaja, le pide a uno de los campeones coreanos de boxeo internacional, que entrene a su hijo. "¿Entrenarlo? ¡Cómo s...