—Durán...
MinSuk se quedó completamente sorprendido. Era la última persona que esperaba que cruzase la puerta en ese momento.
—¡Oh! —dijo el boxeador, con un coreano muy básico, cargado de un acento extranjero que le otorgaba una gracia especial— ¿Conocerme? ¿Mi fan? ¡Mi fan! ¡Luego te doy una foto, bonito!
Al decir esto, le dio una palmadita a MinSuk en la cabeza, pero él, permaneciendo aún en silencio por la sorpresa, sólo se le quedó mirando con los ojos muy abiertos, como si no supiera qué responder.
El boxeador rió complacido por la inocente reacción del joven.
MinSuk, al verlo tan de cerca, se fijó en que era muy corpulento. La ropa que llevaba era ajustada y dejaba adivinar sus músculos, que ya había visto al descubierto hacía unos días en el combate.
Sería casi tan alto como su entrenador, y tenía cierto aire de grandeza en sus movimientos y en sus palabras. Su mirada, parecía ser la de un rey que se dirigía a sus súbditos, entendiendo como súbdito todo aquel otro humano que fuese en fuerza inferior a él.
—Queremos ver al señor Lee KangDae —dijo el hombre que lo acompañaba.
Este segundo hombre sí era coreano y a juzgar por su aspecto y por cómo se manejaba, MinSuk dedujo que sería el intérprete o traductor que acompañaría al latino.
—¿Este es el gimnasio de Lee KangDae? —volvió a intervenir el hombre.
—¡Sí! ¡Sí, señor! —dijo por fin el pequeño— ¡Buenas tardes! —saludó haciendo una gran reverencia, como si por fin hubiese recordado la cortesía de las costumbres coreanas— ¡Iré a buscar al señor Lee KangDae! —y, apresurándose hacia donde se encontraba, gritó— Entrenador... ¡Entrenador!
—¿Qué pasa? ¿Lo has echado?
—Es... Es el señor... Durán.
—¿Durán? —respondió KangDae, atónito.
De inmediato se puso en pie y salió a recibirle.
—¡Señor Lee KangDae! ¡Encantado de verlo! ¡Quiero hablar!
—Buenas tardes —dijo el hombre coreano que lo acompañaba— El señor Roberto Durán deseaba hablar con usted, pero como no podíamos concertar una cita con su representante, ha decidido venir en persona. Espero no molestarlo.
—Por supuesto, puedo atenderlos. Disculpen mi aspecto, estaba... Entrenando —dijo tras una rápida mirada a su alumno.
—¿Entrenar? —dijo Durán tras darse cuenta de la mirada que había dedicado al joven— ¡Sí, sí! ¡Entrenar! —se rió.
—Los atenderé en mi oficina. Tú —dijo entregándole a MinSuk su billetera—. No hay nadie aquí, así que tráenos unas bebidas, limpia todo y márchate.
—¡Sí, señor! —respondió MinSuk, e inmediatamente fue a realizar la tarea que se le había encomendado, trayendo té para todos.
Cuando llevó las bebidas a la oficina, el latino se mostró muy amable.
—¡Gracias bonito! —le dijo esbozando una sonrisa que no podía descifrar y, acto seguido, lo tomó de la mano— Luego te doy foto.
MinSuk se limitó a asentir sin saber muy bien cómo debía actuar en aquella situación, pero al levantar la vista vio una mirada en su entrenador que no había visto hasta ahora.
Sus ojos parecían brillar de enfado y tenía la boca ligeramente torcida, con los labios apretados formando una mueca que trataba de disimular.
—Eh... Sí, señor— respondió MinSuk, antes de dejar las bebidas y marcharse.
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Los chicos del boxing [+18]
Romance¡Éste dura una semana!, pensó mientras urdía su plan para torturarlo. Un rico empresario, principal patrocinador del gimnasio donde trabaja, le pide a uno de los campeones coreanos de boxeo internacional, que entrene a su hijo. "¿Entrenarlo? ¡Cómo s...