MinSuk llegó junto con Mubang y Jiang al centro deportivo una hora antes de que empezase el evento. Se fijó en que las vallas publicitarias de la empresa de su padre estaban por todos sitios.
—Es... Bastante grande —susurró el pequeño girando la cabeza, despacio, de un lado al otro.
—¡Claro que sí! Es increíble que nunca hayas venido a uno de estos... —le dijo Jiang.
—Quiero ver al entrenador... ¡Quiero ver al entrenador! —pidió Mubang, con su tono lento y pausado de siempre.
—Está bien, vamos a intentar verlo, a ver si nos dejan pasar... —respondió Jiang.
Pero cuando se acercaron a los vestuarios, el personal de seguridad los detuvo.
—¡Somos sus amigos! —decía Jiang, intentando convencer al guardia— ¡Puede llamarlo si no me cree! ¡Entrenador! ¡Entrenador KangDae! —gritaba tratando de hacer oír su voz.
Cuando, tras varios minutos sin lograr su propósito, pensaron en rendirse, apareció Doyun. Justo en ese momento también se asomó KangDae.
—Ya que no puede usar su teléfono, le avisé previamente de que estaríamos aquí a esta hora —explicó Doyun ante la cara de asombro de sus compañeros de gimnasio.
—Oh... Siempre tan listo... —murmuró Jiang.
—Mis alumnos han venido a saludarme, déjalos pasar —ordenó KangDae al guardia y Jiang, al pasar al lado del encargado de seguridad, le sacó la lengua en señal de burla cuando por fin consiguieron entrar al recinto de los vestuarios.
—Mucha suerte... Entrenador... —dijo Mubang.
—¡Vamos! ¡El entrenador se lo va a comer! ¡Lo va a destrozar! ¡Lo hará pedazos! —gritaba Jiang, emocionado.
—Jiang, cálmate... —ordenó Doyun con voz suave.
MinSuk se quedó detrás del grupo y vio cómo los demás se acercaban a darle ánimos al entrenador.
Él no se atrevía a hablar mucho pues, ¿qué podía decirle? Mubang ya le había deseado suerte, Jiang lo estaba animando... Nada que él dijera haría la diferencia.
Él era sólo un alumno que llevaba poco tiempo en el gimnasio, era alguien que lo había incomodado, perturbado sus planes y le había obligado a entrenarlo, aunque no quisiera... ¿Sería algo más que una molestia para él? No había nada que pudiera decir, así que se quedó observándolo en silencio.
Sus compañeros intercambiaron varias frases con el boxeador y, tras los ánimos oportunos, decidieron marcharse.
Antes de abandonar los vestuarios, el pequeño MinSuk se quedó rezagado, se giró hacia el entrenador y lo miró unos instantes. KangDae se había sentado en una banca y lucía con expresión seria, preocupada.
En ese momento, KangDae también lo miró a él y sus ojos se encontraron, logrando hacer que, pese a toda la gente del equipo que había reunida en la sala, MinSuk sintiera como si sólo estuviesen ellos dos.
Sin saber qué decir, el joven levantó el pulgar de la mano en señal de "ánimo", "buena suerte" y el boxeador le respondió torciendo la boca en forma de media sonrisa, intentando disimular su preocupación.
Nada más sentarse, ¡daba comienzo el combate!
Las gradas estaban a rebosar, el recinto se encontraba lleno de gente. Los alumnos predilectos del boxeador tenían unos asientos privilegiados, cercanos a la pista, desde donde podían ver perfectamente la lucha.
Todo empezó tan rápido que nuestro pequeñín apenas tuvo tiempo de observar el cuerpo y la fuerza de su rival. Sonó la campana.
—¡Boxeadores a luchar! —gritaba el comentarista— ¡De un lado, el coreano, Lee KangDae, campeón actual del cinturón verde! ¡Del otro, el latino, Roberto Durán, al que llaman el "Manos de piedra"!
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Los chicos del boxing [+18]
Romance¡Éste dura una semana!, pensó mientras urdía su plan para torturarlo. Un rico empresario, principal patrocinador del gimnasio donde trabaja, le pide a uno de los campeones coreanos de boxeo internacional, que entrene a su hijo. "¿Entrenarlo? ¡Cómo s...