A la mañana siguiente, MinSuk notaba una sensación por todo el cuerpo que no había sentido jamás, ni siquiera con las más duras sesiones de entrenamiento que el boxeador le había obligado a hacer.
—Me... Me duele la cabeza... —susurró al salir de la habitación, bastante desorientado.
—¡Ja! Eso se llama resaca, mocoso. Y te mereces tenerla. Vete a la ducha y ven a comer, que estoy preparando el desayuno —dijo KangDae mientras removía la avena que estaba hirviendo en leche.
—¿Resaca? Pero me encuentro muy mal... Tengo el estómago revuelto, me encuentro muy cansado... ¿Qué pasó ayer? ¿Yo ayer...?
Al hablar, el pequeño recordó como a flashes todo lo que había pasado la noche anterior: ir a beber con Jiang, el francés, cómo lo rescató su entrenador y las cosas vergonzosas que le había dicho estando en su cama... "Quiero que el entrenador sea el primero", "quiero que sea mi primera vez", "¡el entrenador será mi primer beso!"
Se le puso la cara de color rojo escarlata y, como si le hubiesen dado una bofetada, le pareció recuperar la sobriedad de golpe.
—¡Sí! ¡Voy a la ducha! —dijo antes de salir corriendo a esconderse en el baño.
"¿Qué hice? ¡Dios mío! ¿Yo dije esas cosas? Es tan vergonzoso... ¡No voy a volver a beber en mi vida!", se decía.
—Tengo que llevarte a casa —le dijo KangDae después de que el pequeño saliera del baño, llevando una de sus camisetas, que le quedaba enorme, y se sentara a desayunar.
—Sí, señor —contestó MinSuk, con la vista fija en el plato, sin atreverse a mirarlo a los ojos.
—¿Tu ropa está en el gimnasio?
—Sí, señor.
—Tendremos que ir a recogerla... —dijo rascándose la cabeza— Tu padre no te puede ver así. Y, por supuesto, no se puede enterar de lo que pasó anoche.
—¿Anoche? —dijo MinSuk abriendo mucho los ojos, preocupado porque hubiera pasado algo que no recordase— ¿Qué...? ¿Qué pasó anoche?
—¡Oh vaya! ¿No lo recuerdas? ¿No recuerdas nuestra promesa, pequeñín? —dijo KangDae juguetón, colocando un brazo en el respaldo de la silla del joven y acercando su rostro a él.
—¿Señor? —dijo MinSuk, temblando como una hoja.
—Querías que yo fuese el primero... —dijo con voz profunda, sujetando del mentón a su joven alumno y obligándolo a mirarlo.
—El... ¿El primero? Yo... Yo... —trató de decir algo, pero no sabía muy bien qué podía aclarar en esa situación.
—¡Sí, mocoso! —dijo con un grito, rompiendo el ambiente de seducción que se había creado— Si eso es lo que te da por decir cuando bebes... ¡Te lo prohíbo! ¿Me oyes? ¡Te prohíbo que vuelvas a beber! ¡Maldito crío!
—Señor... Por favor, no me grite... Me duele la cabeza... —dijo MinSuk entrecerrando los ojos.
—¿Que te duele la cabeza? ¡¿Que te duele la cabeza?! ¡Tú sí que fuiste un dolor de cabeza para mí anoche!
El pequeño frunció el entrecejo en una mueca de dolor y KangDae, al verlo, exhaló un suspiro.
—Seguiré con tus regaños el lunes. Ahora tengo que llevarte a casa.
Tras terminar de recoger en el apartamento de KangDae, parar en el gimnasio y cambiarse de ropa, acabaron llegando a casa del pequeño cerca de mediodía.
El entrenador tenía pensado dejar allí al muchacho y marcharse, pero cuando lo llevó a casa estaba en la sala el señor Kim CheWon.
—¡Jovencito! —le dijo dándole un grito a su hijo que le hizo dar un respingo.
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Los chicos del boxing [+18]
Lãng mạn¡Éste dura una semana!, pensó mientras urdía su plan para torturarlo. Un rico empresario, principal patrocinador del gimnasio donde trabaja, le pide a uno de los campeones coreanos de boxeo internacional, que entrene a su hijo. "¿Entrenarlo? ¡Cómo s...