—Vamos, súbete al ring.
En una de las salas del gimnasio había un gran ring de boxeo. Estaba rodeado de colchonetas y sacos que colgaban del techo, listos para ser golpeados. También había algunas sillas plegables preparadas por si surgieran curiosos espectadores.
MinSuk subió por una de las pequeñas escaleras que lo conducían al cuadrilátero.
"¿Cómo se entra?", pensó mientras se quedaba parado en una esquina.
Miró a su oponente que no dudó en separar las cuerdas elásticas y entrar con suma facilidad a la pista. Intentó hacer lo mismo, pero el resultado no fue en absoluto parecido. Los guantes pesaban y apenas le permitían abrir las cuerdas, que, aunque no lo pareciera, tenían mucha tensión y estaban muy duras.
Nada más entrar, se le escapó una de las cuerdas, atrapándole una pierna y haciéndole perder el equilibrio, por lo que cayó rondando hasta los pies del entrenador.
—¿Pero cómo puedes ser tan torpe? Vamos, ¡levántate! —ordenó KangDae.
A duras penas, el joven se levantó.
—Ponte en guardia.
"¿Y eso qué es?", le cruzó por la mente, aunque de forma instintiva, colocó sus puños cerca de su cara y su cuerpo para protegerse. Por desgracia, no era la primera vez que se veía en una situación semejante.
Sin calentamiento, sin preparación, KangDae empezó a dar golpes en su cuerpo. Por obvias razones, no usaba casi nada de fuerza, se podría decir que sólo estaba marcando los golpes, pero al muchacho, ya le dolía...
Sentía que sus guantes pesaban tanto que apenas podía levantarlos para protegerse. Los golpes llovían en todas direcciones y, aunque intentaba cubrirse, sus delgados brazos no tapaban la superficie suficiente para evitar el cruel marcaje de su contrincante.
—¡Pareces un ratoncito asustado! —rió KangDae, mientras el joven, a cada golpe, se retiraba hacia atrás con pasos pequeños.
Escondía la cabeza detrás de sus puños, lo que no le permitía ver en qué dirección venían los impactos. Pero eso era lo que hacía siempre.
—¿No piensas pelear? —dijo el boxeador, empezando a enfadarse.
Pero MinSuk no respondió, estaba demasiado ocupado intentando resistir la pequeña golpiza.
—¡Vamos! Lánzame un golpe —ordenó— ¡Lánzame aunque sea uno! ¡No puedes ser tan inútil!
Pese a sus palabras, el joven seguía con su actitud temerosa.
—¿Te crees que esto es una broma? ¿Piensas que es un juego? —gritó. Su enfado había crecido y hasta él mismo podía notarlo— ¿A qué vienes aquí si no vas a pelear? ¡Responde! —le interpeló con fuerza, a la vez que le daba otro golpe con más intensidad— ¡Responde! —rugió de nuevo, y otro golpe, aún más fuerte, fue directo a su estómago.
El joven cayó de rodillas, temblando, mientras aún intentaba protegerse con sus pequeños bracitos, que apenas soportaban ya sostener el peso de los guantes.
—Lo... Lo siento... —susurró, casi al borde de las lágrimas. Era lo que estaba acostumbrado a decir.
Esto descolocó un poco a KangDae, pues no se esperaba esta reacción. Por supuesto, era la primera vez que veía semejante espectáculo en un ring de boxeo.
"¿Pero qué le pasa? ¡Apenas lo he tocado! No estoy usando nada de fuerza...", se decía a sí mismo, completamente sorprendido.
—¿Qué?
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Los chicos del boxing [+18]
Romance¡Éste dura una semana!, pensó mientras urdía su plan para torturarlo. Un rico empresario, principal patrocinador del gimnasio donde trabaja, le pide a uno de los campeones coreanos de boxeo internacional, que entrene a su hijo. "¿Entrenarlo? ¡Cómo s...