—Esa oferta de irme a Estados Unidos... ¿Sigue en pie?
Cuando Taeri se enteró de que MinSuk se había marchado a Estados Unidos, lo invadió una peculiar alegría.
"Con el camino despejado, dejaré que sane y cuando vuelva, ya tendré tiempo de conquistarlo de nuevo. Será mucho más fácil", pensó, a la par que una sonrisa triunfal se dibujaba en su cara.
Taeri siempre fue un niño bueno. Un niño muy, muy bueno. O, al menos, eso era lo que decía todo el mundo.
—Señora, ¿por qué usted es tan gorda?
—¿Perdón? —exclamaba la señora, mirando a la madre de aquel pequeñín.
—Oh. Lo lamento... No le haga caso, son cosas de niños... —le decía la madre de Taeri, quitándole importancia sin hacerle caso. Su familia, en realidad, nunca estuvo muy pendiente de él.
—Usted no debería estar tan gorda. ¡No es bueno para su salud! Es por su salud... —insistía aquel niño, pero lo decía con una sonrisa tan sincera que hacía a los adultos incapaces de reñirle.
A veces decía cosas hirientes bajo una capa de dulzura, preocupación por los demás, o benevolencia.
Tenía una hermana 9 años mayor que él.
—Es normal que no encuentres novio, querida noona. Los chicos de hoy en día no piensan. Los he visto. Sólo quieren chicas bonitas, chicas que sean guapas, o que sean llamativas. Está claro que tú no eres nada de eso. Pero es culpa de ellos y yo te quiero como eres.
La hermana no quería admitirse que su pequeño donsaeng la había llamado fea y poco llamativa.
De todas las formas que había de decir las cosas, Taeri parecía escoger siempre la menos adecuada, pero adornada o justificada con razones en apariencia objetivas y terminadas con un deseo o comentario noble... "Es por su salud", "Pero yo te quiero como eres".
Taeri creció teniendo un férreo y exacerbado, pero "curioso" sentido de la justicia, en el que ésta muchas veces era sinónimo de venganza.
Él trataba de no hacer nada "incorrecto" o "injusto", pero si veía algo que consideraba una injusticia, se arrogaba la potestad moral de poder castigarlo.
Como no era más fuerte que los demás niños, pues siempre fue pequeño, delgado y frágil, intentó compensarlo con inteligencia, aunque más que inteligencia, resultó ser una astucia que podría calificarse como maliciosa.
Una vez, de niños, un compañero que también sacaba buenas notas y que en esa ocasión no pudo estudiar para un examen, le ofreció una bolsa de caramelos si lo dejaba copiarse en esa prueba, a lo que Taeri accedió, aceptando el dulce pago por su complicidad.
Al día siguiente, fue a hablar con la profesora, le entregó la bolsa intacta de caramelos y delató al otro chico.
—No podía dormir con algo así en mi conciencia. No sería justo. Yo también soy culpable y sé que merezco ser castigado, pero tenía que decírselo, profesora —dijo el pequeño Taeri.
Sin embargo, la profesora, conmovida por su sentido de la justicia (y porque él siempre era un niño muy bueno), no lo castigó a él, premiándolo por haber confesado, sino que castigó al compañero que había hecho aquel infantil soborno con caramelos. Además, generó en la profesora la sospecha constante del otro muchacho estudioso, consolidándose Taeri definitivamente como el mejor de la clase.
Siempre sacó muy buenas notas, y no perdía oportunidad de hacer alarde de ello, aunque con una falsa humildad velada que solía resultar desagradable para quienes realmente llegaban a entenderlo.
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Los chicos del boxing [+18]
Romance¡Éste dura una semana!, pensó mientras urdía su plan para torturarlo. Un rico empresario, principal patrocinador del gimnasio donde trabaja, le pide a uno de los campeones coreanos de boxeo internacional, que entrene a su hijo. "¿Entrenarlo? ¡Cómo s...