Cuando MinSuk regresó al gimnasio el lunes por la tarde, el rostro de KangDae aún estaba ligeramente inflamado por los golpes y conservaba las cicatrices.
Los envolvía un aura de tristeza que a duras penas les permitía hablar con normalidad.
Un hombre, al que reconoció como el dueño del gimnasio, pues lo vio el primer día que vino con su padre, le gritaba a KangDae.
—¡Te he dicho que tienes que descansar!
—¡Déjame en paz! ¡Sé lo que hago! —respondía el boxeador mientras sus alumnos guardaban silencio.
—¡No se puede razonar contigo! ¡Sé que te lo ha dicho tu representante, y ahora te lo digo yo! ¡Si no descansas te lesionarás!
—¡Yo sé perfectamente hasta dónde resiste mi cuerpo, así que no te metas! ¿Estás en contra de mis decisiones? ¿Acaso quieres que deje de trabajar para tu gimnasio?
El dueño respiró hondo antes de contestar.
—Precisamente... Lo que quiero es que puedas seguir trabajando aquí... Pero bueno, haz lo que quieras. Yo lo he intentado.
Y dicho esto, se marchó.
—¿Qué estáis mirando? —le dijo KangDae a sus alumnos— Todos tenéis vuestras rutinas, ¿verdad? ¡Pues entrenad!
Siguiendo las indicaciones del profesor, todos se pusieron a hacer sus ejercicios y rutinas, a la par que él se subía en uno de los aparatos del gimnasio y comenzaba a hacer ejercicio de pesas.
—Se va a hacer daño... —dijo Mubang en un murmullo cómplice con sus compañeros.
—Doyun... Deberías decirle algo. Eres mayor. A ti te escuchará... —susurró Jiang.
—Se encuentra en un estado en el que no creo que escuche a nadie, pero lo intentaré.
—¿Por qué estáis tan preocupados? —preguntó el pequeño MinSuk incluyéndose en la conversación.
—Una cosa muy importante tras un combate es la recuperación post-pelea, que incluye una dieta adecuada y, sobre todo, descanso... No se puede forzar el cuerpo de esa manera... Va a pasarle factura... Puede lesionarse... Y... —decía Jiang con la voz cada vez más angustiada.
MinSuk miraba cómo su entrenador, ignorando las palabras de Doyun, cargaba en el aparato cada vez más peso y continuaba con sus repeticiones.
—Es imposible —susurró Doyun al regresar con sus compañeros, y todos continuaron con sus rutinas de entrenamiento.
Los siguientes días no fueron diferentes. KangDae entrenaba dos veces al día, cada vez con más peso, cada vez más tiempo de carrera, y con rutinas más demandantes.
—¡Le va a dar algo si sigue así! —se quejaba Jiang.
—No podemos intervenir —sentenciaba Doyun.
—Pero... —protestó Jiang, pero, finalmente, tuvo que aceptarlo.
MinSuk vio como su entrenador se encontraba sumido en un estado de obcecación, deprimido y frustrado, y no permitía que nadie se le acercara.
No hablaba a menos que fuese necesario y si alguien lo molestaba reaccionaba gritando desproporcionadamente, y, aunque eso no era algo tan diferente en él, lo estaba llevando a nuevos límites.
Nuevamente, quería hacer algo por él, deseaba ayudarlo, pese a ser consciente de que nada podía ofrecer y no haría ninguna diferencia.
Sin embargo, ese día, decidió que tenía que hacer algo.
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Los chicos del boxing [+18]
Romance¡Éste dura una semana!, pensó mientras urdía su plan para torturarlo. Un rico empresario, principal patrocinador del gimnasio donde trabaja, le pide a uno de los campeones coreanos de boxeo internacional, que entrene a su hijo. "¿Entrenarlo? ¡Cómo s...