—¡Déjame en paz!
—Jiang, por favor. Permíteme que te lleve a casa... —decía Doyun, intentando mantener un tono calmado.
—¡Yo no soy un crío como MinSuk! ¡No necesito a nadie que me cuide y esté pendiente de mí! ¡Haré lo que me dé la gana! —dijo haciendo un aspaviento con los brazos, que provocó que perdiera el equilibrio y diese un traspié.
—¡Jiang! ¿Estás bien? Siéntate aquí, iré a por una botella de agua —dijo corriendo hacia la barra.
Volvió lo más rápido que pudo y, aunque el pelirrojo se bebió ansiosamente el contenido, le dirigió una mirada de furia.
—Jiang, por favor, es tarde y has bebido mucho... Te dejaré en casa y no te molestaré.
—Te lo voy a decir claramente, imbécil: quiero follar. El cumpleaños del niño ha sido solo una excusa para venir de caza. Hoy no me iré de aquí solo. ¡Tengo muchas opciones!
Ante esas palabras, Doyun sintió un mazazo en el corazón.
—¿O es que quieres ser tú una de ellas? —preguntó Jiang riéndose, echándose hacia atrás sobre la silla y abriendo las piernas.
El pelirrojo era consciente de su atractivo y de que, debido al atuendo que llevaba, ese gesto terminaría enseñando más de lo necesario, provocando que las miradas de casi todos los hombres que había en la sala se centraran en él.
—¡Lo mejor es que te lleve a casa! —insistió Doyun, molesto por esa exhibición de sus encantos.
—¡Aún no he terminado de bailar! ¡Espérame si eso es lo que quieres! —gritó Jiang, desafiante, con una sonrisa malévola.
Doyun se quedó sentado en la barra, tomándose una insulsa botella de agua mientras veía como el joven mestizo del que estaba perdidamente enamorado bailaba con unos y con otros.
Contemplaba cómo les rodeaba el cuello con los brazos y les acercaba el rostro, o como aquellos le ponían las manos en las caderas y, de vez en cuando, descendían más de lo debido.
Jiang se agachaba, se acariciaba el cuerpo, y bailaba de una manera seductora, casi soez, con movimientos más propios de una barra de pole dance que de una pista de baile.
Durante todo el tiempo que se mantuvieron así, Jiang le dirigía continuas miradas. Era como si todo lo que estaba haciendo, lo estuviese exhibiendo para él, como si quisiera torturarlo con aquel grotesco espectáculo.
Pero Doyun aguantó sin moverse, con el rostro serio, sin apartar la vista de él, en una suerte de titánico desafío de miradas, en el que perdería quien entregase primero el corazón.
—¡Oye! —dijo un hombre corpulento a la par que lo sujetaba del brazo, interrumpiendo el animado baile del pelirrojo— ¡Dijiste que te vendrías conmigo esta noche! —era el portero.
—¡Déjame en paz! No quiero ir contigo.
—¡Pero me aseguraste que pasaríamos la noche juntos si dejaba entrar a tu amigo! —le recriminó enfadado.
—¡Pues he cambiado de idea, idiota! ¡Suéltame! —dijo dándole un empujón en el pecho, pese a que le doblaba en altura y tamaño.
—¡No eres más que una puta! ¡Te he dicho que vengas conmigo!
—¡Déjalo! —intervino Doyun de inmediato.
—¿Y tú quién eres?
—¡Es con el que me voy a ir esta noche! —respondió Jiang, cortante.
El portero le dirigió una mirada de asco y reproche, y mascullando insultos entre dientes, se marchó.
—¿Nos vamos ya? Si has terminado tu numerito de baile, te llevaré a casa —dijo Doyun, dolido.
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Los chicos del boxing [+18]
Romance¡Éste dura una semana!, pensó mientras urdía su plan para torturarlo. Un rico empresario, principal patrocinador del gimnasio donde trabaja, le pide a uno de los campeones coreanos de boxeo internacional, que entrene a su hijo. "¿Entrenarlo? ¡Cómo s...