Capítulo 34.- Montaña rusa (MinSuk y KangDae)

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MinSuk se marchó tal y como había entrado, sin que nadie lo escuchase.

Se le hizo un nudo en la garganta mientras se repetían en su mente las palabras que el entrenador acababa de proferir: "¡Es feo y escuálido!", "¿A quién podría gustarle ese crío? ¡Desde luego a mí no!"

Al salir del gimnasio se quedó unos segundos mirando su reflejo en el cristal espejado de la puerta. Tiró de su camiseta para que su cuerpo se marcase y ver la silueta completa.

Era cierto, era muy escuálido, pero tal vez no había sido nunca consciente de cuánto.

Una vez llegó a casa, tras darse una ducha, se miró en el espejo del baño, fijándose en sus delgados bracitos, en los que el codo se marcaba demasiado y producía una sensación desagradable.

"Bicho palo", pensó, "en realidad todos tienen razón..."

Dando un paso hacia adelante, contempló su rostro. El pelo mojado, liso y negro, caía sobre su frente.

Su mandíbula era triangular, estrecha, bastante más que la de KangDae, otorgándole un aspecto demasiado femenino para un hombre de verdad.

Sus ojos, pequeños y oscuros, se hundían en su rostro como dos manchas negras sobre su cara, pareciendo competir con la blancura de su piel.

Tenía la nariz chata y pequeña, pero sin gracia, y salpicada de pecas.

"¡Es un muchacho feo y escuálido! ¿A quién podría gustarle ese crío? ¡Desde luego a mí no!", volvía a repetirse, escuchando la voz del boxeador.

¿Por qué le resultaba tan doloroso? "No podemos caerle bien a todo el mundo. No podemos gustarle a todo el mundo", se decía. Eso era algo que sabía muy bien, pues, a lo largo de su vida, con sus compañeros, había aprendido que no se puede gustar a todos, casi al contrario, que lo normal es "no gustarle a nadie".

¿Por qué entonces sentía esa pesadumbre, ese sentimiento de desconsuelo que iba más allá de la mera decepción por ser consciente de no gustarle a alguien?

Pues... Por el "alguien". Porque a MinSuk podía no importarle lo que otros pensaran de él, si les caía bien o les gustaba, pero respecto a su entrenador era diferente, a su entrenador sí quería caerle bien, sí quería... gustarle.

Pero, ¿por qué era tan importante para él?

Recordó los momentos en los que lo había ayudado, cuando él se puso enfermo y KangDae vino para cuidarlo, cuando le agradeció su apoyo tras su derrota con el boxeador Durán, o cuando le felicitó, veladamente, por haberse defendido de sus acosadores.

O aquellos otros momentos, como cuando el entrenador le puso crema en las marcas rojizas que el salto a la cuerda le había provocado en las piernas, volviendo a su mente lo que había hecho esa noche, inspirado por las sensaciones que el roce de las manos del boxeador había tenido en su cuerpo.

Se ruborizó de sólo pensarlo y una sonrisa asomó a su rostro un instante, pero desapareció de inmediato al volver a mirar su imagen en el espejo.

Bajó los ojos apartándolos de su reflejo, se vistió y se marchó a la cama.

***

—¿Estás bien, MinSuk? Te noto algo más decaído hoy.

—Estoy bien profesor, muchas gracias.

—¡No me digas que alguien ha vuelto a molestarte! —exclamó el profesor Taeri.

—No, señor. No ha sido nadie...

—¿Sabes que puedes confiar en mí, verdad? Si alguien te hace algo, dímelo de inmediato —insistió.

—El... El problema, a veces pienso que soy yo. Aunque me defienda, hay cosas que no cambiarán, soy torpe... escuálido y feo. Es algo que tengo que asumir...

Los chicos del boxing [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora