Capítulo 18.- Instinto de supervivencia (MinSuk y Boseon)

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Cuando MinSuk llegó al gimnasio aquella tarde tenía la ropa empapada.

—¡Llegas tarde jovencito! —gritó KangDae nada más lo vio entrar por la puerta— ¿Te crees que puedes llegar aquí cuando te dé la gana?

MinSuk no contestó. Tampoco saludó a nadie, como era sí hacía normalmente.

Soltó la mochila en el suelo y, como si fuese un robot, se digirió hacia el saco de arena.

—MinSuk... Tu... ropa... —dijo Mubang.

—Pero chico, ¿por qué tienes la ropa mojada? —preguntó Jiang.

Todos estaban perplejos, no entendían qué estaba pasando.

De su cabello, completamente empapado, caían gotas de agua como lágrimas de rocío, y sus ojos se enmarcaban en su rostro rojos e hinchados, como si hubiera estado llorando.

Se colocó frente al saco de boxeo, y sin calentamiento ni preparación, adoptó la posición de guardia, colocando sus puños frente a él. Temeroso, afligido, temblando de miedo, pero con una determinación que jamás había sentido... golpeó el saco.

***

—¡Basta! —gritó MinSuk tras dar un golpe en la mesa.

En el aula se hizo un silencio sepulcral. Era la última persona cuya voz esperaban oír.

Por un segundo todos se detuvieron, todos lo miraron fijamente como si fuese a hacer algo.

—¿Qué está pasando? —preguntó el profesor, que entró justo en ese momento— Vamos, sentaos todos.

Los alumnos regresaron a sus asientos y comenzó la clase. MinSuk recibió una nota: "Te esperamos a la salida".

"La salida", pensó MinSuk. Las palabras le aterrorizaban, pues, más de una vez lo habían "esperado a la salida". Eso no era nada bueno.

Siempre buscaban momentos en los que no estaban los profesores, ya fuese el recreo, entre clases o... a la salida.

La mayoría de veces la intimidación no dejaba marcas. Podía consistir en ordenarle hacer algo, en amenazarlo, romper sus cosas, amedrentarlo, y, por desgracia, cada vez con más frecuencia, golpearlo.

Miró a su alrededor y vio que su compañero, el chico gordito al que habían estado acosando antes, también había recibido una nota. Vio como se tocaba la frente con las manos, en señal de angustia, y como negaba con la cabeza, manteniendo la vista fija en la mesa.

"Pobre...", pensó, "debe estar muy angustiado". Pero, ¿acaso él no lo estaba? ¡Él también! Estaba tan ansioso que le empezó a doler el estómago.

Tal vez la espera fuese lo peor... Porque, al fin y al cabo, cuando te golpean, ya sabes a lo que atenerte. Aprietas los dientes, aguantas la golpiza, escuchas los insultos, rezando para que todo acabe pronto...

Sin embargo, la espera era lo más angustiante... No saber qué harán, cómo serás golpeado, qué nuevas formas de torturarte y reírse de ti inventarán. Qué clase de "bromas" se les ocurrirán esta vez...

La expectativa lo llenaba de ansiedad, era lo que más aterrorizaba.

—Mira, cerdo, ¡contesta cuando te hablan! —le dijo uno de los muchachos al compañero.

—¿Has oído imbécil? —preguntó otro.

Era el sitio de siempre. Un lugar apartado de miradas, fuera del edificio, pero aún dentro del recinto escolar.

No es como si nadie supiera qué tipo de cosas estaban sucediendo allí, pero todos, alumnos y profesores, decidían ignorar la situación. Los primeros no querían problemas, no deseaban convertirse en el futuro objetivo de los acosadores. Y los segundos se escudaban siempre en las mismas frases "son bromas", "son cosas de chicos", "están en la edad", "no es tan grave".

Los chicos del boxing [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora