—¡Dios, cómo lo odio! —dijo Boseon pegando una patada a una de las latas de refresco que se habían dejado sobre el banco.
—¿A ese imbécil de MinSuk?
—¡Sí! ¿Lo habéis visto? Ha vuelto a quedar en primer lugar. ¡Siempre el mejor de la clase! ¡Qué asco me da!
—¿Tan listo es? Seguro que su padre le compra las notas... —dijo uno.
—Es un maldito pretencioso... —coincidió otro.
—Lo odio... Lo odio con todas mis fuerzas... Maldito idiota... —repitió Boseon.
Hizo una pausa y todos se quedaron en silencio, como si aguardaran las palabras de su líder.
—Estoy jodido, ¿sabéis? —dijo Boseon, llevándose las manos a la cabeza.
—¿Por qué?
—Porque mi padre ha dicho que como no obtenga el primer lugar en el próximo examen me va a castigar... Me puedo ir olvidando del coche que me iba a regalar por mi cumpleaños, y del viaje de verano... ¡Arggg! —gritó exasperado.
—¿Quiere presumir de hijo en el Consejo de Estado, no? —dijo uno de sus amigos, riéndose.
—¡Cállate, imbécil!
—Yo siempre apruebo todo. Mi padre no se mete en eso —le respondió el joven—. Pero si lo que quieres es ser el mejor, hay muchas formas...
—¿A qué te refieres?
—Tal vez podría pasarle algo al mejor de la clase, un... accidente, para que no haga el examen.
—¡Podría romperse un brazo! —dijo otro, alegremente.
—Sí, y eso me encantaría, pero seguro que ese desgraciado era capaz de hacer el examen oralmente con tal de ser el mejor.
—Se me ha ocurrido una idea... —dijo otro.
Y así, lo encontraron en la biblioteca.
—¿Qué es esa foto? ¿Qué estás mirando? —preguntó una voz.
Eran Boseon y su pandilla.
—Na... ¡Nada! —respondió MinSuk nervioso, guardando la foto inmediatamente dentro del libro que estaba leyendo y cerrándolo a toda prisa.
Pero sus compañeros fueron más rápidos y se lo quitaron.
—¡Devuélvemelo! —dijo levantando la voz.
—No hagas ruido, que estamos en la biblioteca —dijo Boseon, en un susurro, agarrando el libro que su secuaz le acababa de entregar.
Una sonrisa se dibujaba en su rostro, fruto de la superioridad que sentía en ese momento.
—Te esperamos fuera —le advirtió otro de los muchachos.
MinSuk guardó sus cosas a toda prisa, y salió disparado buscando al grupo de sus acosadores.
Se dirigió al callejón de siempre, como oveja llevada al matadero, como si sus pies lo llevaran allí por inercia, sabiendo lo que, más que probablemente, le esperaba.
Descubrió allí a Boseon y los demás mirando atentamente la foto dedicada.
—Vaya, MinSuk, bonita foto. ¿Te gusta el boxeo? —dijo uno.
—¡Yo creo que le gusta el boxeador! —dijo otro riéndose.
—Devuélvemelo —susurró MinSuk, cabizbajo y sin moverse.
—¡Mira cómo boxeo! ¡Mira! ¡Mira! —decía otro, lanzando sus puños al aire, como si fuese un prodigio de ese deporte.
—Los boxeadores son hombres de verdad, no maricones como tú —dijo uno de ellos, dándole un empujón en el pecho.
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Los chicos del boxing [+18]
Romance¡Éste dura una semana!, pensó mientras urdía su plan para torturarlo. Un rico empresario, principal patrocinador del gimnasio donde trabaja, le pide a uno de los campeones coreanos de boxeo internacional, que entrene a su hijo. "¿Entrenarlo? ¡Cómo s...