"Es una tontería... Es sólo una tontería", se dijo MinSuk cuando aquella noche se despertó bañado en sudor y con la respiración agitada.
Tenía el rostro pálido y aún retumbaba en sus oídos la risa burlona que había escuchado en su pesadilla.
"¿Una paliza? Mira, déjate de tonterías", se repetía en su mente, acompañado de la estridente carcajada que escuchó cuando aquel profesor de educación física al que desesperadamente le pedía ayuda, se burló de él.
"Es una tontería", se repitió. Se levantó, se cambió el pijama y se volvió a dormir.
Sus días continuaron como si nada, entre la universidad, el laboratorio y sus entrenamientos.
No había podido quedarse de nuevo en casa del entrenador, porque el boxeador también estaba muy ocupado, y tenían poco tiempo para estar juntos, pero las miradas que se dedicaban de vez en cuando parecían gritar: "Nuestra promesa sigue en pie", "¿Me esperarás?", y "Yo siempre le esperaría...".
Sentían una conexión tan fuerte que muchas veces no necesitaban ni las palabras para saber qué estaba pensando o sintiendo el otro.
MinSuk también era capaz de interpretar cariño o preocupación ante las rudas frases de su entrenador "ten cuidado mocoso", "descansa un poco, maldito crío, ¿quieres enfermarte, eso es lo que quieres?", a quien estaba claro que su carácter no le dejaría decirlas en el tono meloso de los enamorados.
La mayoría de noches MinSuk dormía bien. Aquellas pesadillas no eran frecuentes, aunque sí había notado que cuando durante el día ocurría algún evento que le hacía recordar el instituto o algo que pudiera tener relación con él, lo invadía esa angustia nocturna.
No le dio importancia. No quería darle importancia. "Es una tontería", repetía continuamente.
—Entrenador, ¿puedo hacer hoy la rutina de golpes? —dijo el pequeño.
—La tenía programada para el jueves, pero puedes intercambiarlas. ¿Tanto te apetece golpear hoy? —dijo en broma KangDae.
—¡Creo que me vendrá bien! —dijo MinSuk, con una sonrisa.
—¡Yo también lo haré! —dijo Jiang, animándose junto al alumno más joven.
Ese día MinSuk había cambiado su rutina porque un cierto sentimiento de angustia empezó a crecer en su interior, como una pequeña presión en el pecho.
No sabía cómo describirlo e intentó ignorarlo. Sabía que golpear le ayudaría a sacarlo de su interior, y a sentirse más fuerte, a sentir que no había nada por lo que temer. Ya no era ese niño débil e indefenso.
Esa noche durmió muy bien, y pasaron semanas sin que el joven volviera a recordar el asunto ni tuviera pesadillas.
Sin embargo, un día cualquiera, un día normal, cuando fue a entrar en la biblioteca para buscar información relativa a uno de sus proyectos, vio una escena que lo hizo estremecerse.
Varios jóvenes estaban rodeando a un compañero. Estaban frente a la biblioteca, justo en el hueco que había entre la escalera y uno de los árboles que estaban plantados delante de la fachada.
No eran las mismas voces, pero eran las mismas frases. MinSuk tembló.
—Eres el número uno de la clase, debes ayudarnos.
—¿No vas a ayudar a tus compañeros?
—¡Eh, imbécil! ¿Me oyes? —dijo uno de los chicos dándole un golpe en la nuca a un pobre muchacho, pequeño y menudo que bajaba la cabeza y se aferraba a los tirantes de su mochila, temblando de miedo como una hoja.
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Los chicos del boxing [+18]
Romance¡Éste dura una semana!, pensó mientras urdía su plan para torturarlo. Un rico empresario, principal patrocinador del gimnasio donde trabaja, le pide a uno de los campeones coreanos de boxeo internacional, que entrene a su hijo. "¿Entrenarlo? ¡Cómo s...