Había intentado prepararse para cualquier escenario, pero lo que allí vio fue, definitivamente, mucho más impactante que cualquier otra cosa que hubiera podido esperar.
—Jiang... ¿Qué...? ¡¿Qué estás haciendo?!
—¡Doyun! ¿Cómo has llegado aquí? —dijo Jiang, sorprendido.
El mayor tuvo que aferrarse a la pared un instante para no caerse de la impresión.
—Doyun... Esto no es... Puedo explicarlo... —intentó decir Jiang.
—Ni se te ocurra. Nos vamos. Ponte tu ropa de inmediato.
—Pero no puedo irme... Estoy... Estoy trabajando...
—Vístete ahora mismo. No vas a hacer esto nunca más. Soy tu novio. No quiero que nunca tengas que volver a hacer esto... —dijo Doyun.
Lo que había contemplado al abrir la puerta era a Jiang, a su amado Jiang, con guantes y un uniforme de limpieza.
Estaba arrodillado en ese baño inmundo y maloliente, entre los retretes, rodeado de orines, heces y vómito, limpiando el suelo y los desechos de un cliente que había vomitado.
—Vístete... —ordenó Doyun de nuevo, saliendo del baño porque era incapaz de seguir contemplando la escena.
Jiang salió, se puso su ropa y entregando el uniforme de limpieza avisó al encargado del bar de que renunciaba.
El hombre intentó protestar, pero cuando vio los ojos inyectados en sangre del chico que lo acompañaba, se detuvo.
Doyun lo llevó a su casa. Estuvieron en silencio todo el camino en el coche.
Jiang se duchó mientras Doyun le preparó algo de comer.
—Me da igual lo que pienses de mí —comenzó a hablar Doyun en cuanto el pelirrojo se sentó a la mesa—, me da igual que me insultes. No me importa que pienses que soy un prepotente y que te lanzo el dinero a la cara, pero si estás pasando por una mala situación económica, yo me haré cargo. Puedes trabajar en lo que quieras, pero no tienes necesidad de ocuparte de algo así...
—Pagaban bien... —susurró Jiang mientras se llevaba el arroz a la boca.
—¡Mientras estés conmigo no va a faltarte de nada! —gritó Doyun, pero luego intentó controlarse.
Jiang siguió comiendo sin hablar. En ese trabajo lo había pasado realmente mal, había visto muchas cosas desagradables que curaban de espanto a uno. En el fondo se alegraba mucho de dejarlo, pero...
—Ahora, ¿vas a explicarme qué está pasando y por qué necesitas el dinero?
—¿Podría no hacerlo? —dijo Jiang.
—Si no me lo quieres decir —dijo Doyun con el entrecejo fruncido—, lo respeto. Pero usarás mi dinero para lo que sea que tengas entre manos.
—Pero... Es tu dinero...
—¡Soy tu novio! Es más, ¡quiero compartir mi vida contigo! No sé a lo que estarás acostumbrado, pero no eres una aventura pasajera. Quiero estar contigo toda la vida. Compartirlo todo, lo bueno, y lo malo.
Doyun se sentó, sujetándose la cabeza entre las manos, en un gesto de agotamiento.
Jiang sacó el teléfono y se lo mostró a Doyun.
—Esto es para lo que necesitaba el dinero... Pero me avergüenza mucho decírtelo...
El mayor, tras un instante por la sorpresa inicial, agarró el teléfono y miró el contenido. Se trataba de un curso en auxiliar de odontología en el que Jiang se había matriculado.
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Los chicos del boxing [+18]
Romance¡Éste dura una semana!, pensó mientras urdía su plan para torturarlo. Un rico empresario, principal patrocinador del gimnasio donde trabaja, le pide a uno de los campeones coreanos de boxeo internacional, que entrene a su hijo. "¿Entrenarlo? ¡Cómo s...