Doyun se dirigió al lugar que indicaba la tarjeta y entró de una forma tan agresiva que casi echa la puerta abajo.
—¿Ha visto a un joven pelirrojo? En sus veinte —preguntó con una voz ronca por el enfado.
—Tiene que pagar si desea entrar al establecimiento —dijo el portero, que en altura y complexión era igual a Doyun, pero que, sin sus conocimientos de boxeo, no le duraría ni dos asaltos.
Arrojó los billetes al mostrador sin esperar el cambio.
—¿Lo ha visto?
—Creo que he visto a un pelirrojo en la sala de la piscina. Estaba con "amigos". No quiero escándalos —le advirtió, viendo la actitud temeraria de Doyun.
Él asintió con la cabeza sin contestar y entró. Abrió sin llamar la puerta de varias salas. Había muy poca luz, por lo que era difícil distinguir los rostros de los hombres que veía, pero él tenía muy claro su objetivo.
Como si fuese un faro en la oscuridad que le indicaría el camino al cielo o al infierno, sólo buscaba esa melena roja brillante.
Buscó por varias salas con piscinas, pero en ellas sólo encontró a hombres entregándose al placer. Ninguno era su Jiang.
No fue hasta llegar a una de las salas de sauna donde se encontró al pelirrojo acompañado de cuatro chicos en actitud cariñosa. Todos ellos únicamente llevaban puesta una pequeña toalla de baño alrededor de la cintura.
—Jiang —dijo al entrar.
El joven, que tenía la certeza de que su mayor vendría, se sorprendió al ver la silueta de Doyun a través del vapor. Su postura de agresividad controlada y de lucha contra su propio enfado, le provocó un escalofrío que le recorrió todo el cuerpo, pero no le hizo detenerse en su plan.
—¡Has venido! Te dije que me dejaras en paz... —dijo Jiang.
—¿Este es el ex del que nos has hablado? ¿El que persigue y no te deja tranquilo?
—Jiang, por favor, vente conmigo —dijo Doyun, con voz calmada.
—¿Y qué pasa si no quiere irse contigo? —dijo uno de los amigos.
—¡Déjalo en paz! —dijo otro.
—¿Quieres que te demostremos que ya no está contigo? —dijo un tercero.
—Sí, chicos, vamos a tener que demostrarle que ya no estoy con él... —sentenció Jiang, con un dolor sordo pese a su sonrisa, como si supiera que estaba firmando su sentencia de muerte.
—Jiang, basta, vámonos a casa —repitió Doyun.
La respuesta de Jiang fue lamer el cuello de uno de los musculosos hombres que estaban a su lado. Éste le acarició el abdomen, y le metió la mano entre las piernas, levantando ligeramente la toalla que llevaba puesta y, bajo la cual, no llevaba ropa interior.
—¡Jiang! —gritó Doyun.
Dos de los chicos que estaban con Jiang se acercaron a Doyun, lo sujetaron y lo obligaron a arrodillarse sobre el cálido suelo de madera de la sauna. La puerta estaba cerrada y dentro hacía un calor asfixiante.
Doyun no dijo nada, y contempló arrodillado la escena, mientras los dos secuaces le ponían sus manos sobre los hombros, impidiéndole moverse. Él no opuso resistencia, no se rebeló... Aún.
Observó como esos dos sucios hombres manoseaban el cuerpo de su amado Jiang, y cómo éste se entregaba al placer con ellos, respondiendo a sus caricias.
—Jiang —dijo con voz calmada—. Será la última vez que lo repita. Ven conmigo.
—Entérate de una vez —dijo Jiang en respuesta—. Quiero que me dejes en paz. ¿Cómo te lo digo? ¿O es que tienen que follarme delante de ti y correrme en tu cara para que te des cuenta? ¿Eh? ¿Quieres que hagamos eso? ¿Te gustaría? Total... Tú nunca me has follado... Seguro que ni sabes hacerlo, a lo mejor aprendes un par de cosas...
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Los chicos del boxing [+18]
Romance¡Éste dura una semana!, pensó mientras urdía su plan para torturarlo. Un rico empresario, principal patrocinador del gimnasio donde trabaja, le pide a uno de los campeones coreanos de boxeo internacional, que entrene a su hijo. "¿Entrenarlo? ¡Cómo s...