Doyun estaba en uno de los departamentos del vestuario, terminando de recoger algunas cosas y materiales de su entrenador, cuando el pelirrojo lo sorprendió por la espalda.
Sin previo aviso se acercó a él, pegó su cuerpo al suyo y empezó a acariciar su abdomen, tratando de meterle la mano por la cintura del pantalón en la zona delantera.
—Jiang... —le reprendió suavemente Doyun— No estamos solos. Hay gente.
—¿Y qué? ¿No te resulta eso excitante? Que nos puedan pillar...
Poniéndose de puntillas comenzó a besarle la nuca y a pasarle la lengua por la zona cercana a su oreja.
—Jiang, por favor... —dijo Doyun, intentando terminar de recoger las cosas y luchando contra el impulso de su deseo interno, que había despertado con fuerza ante las caricias de su compañero.
—¡¿Por favor, qué?! Quiero hacerlo. Y quiero hacerlo ahora.
—No deberíamos. Al menos, no aquí —respondió Doyun.
—¿Has olvidado nuestro acuerdo? He dicho que quiero hacerlo... Ahora.
El mayor se dio la vuelta, colocándose frente a él y mirándolo directamente a los ojos.
—Como desees —respondió, soltando la toalla y la bolsa deportiva que llevaba en las manos, las cuales, hicieron un sonido hueco al caer al suelo.
A Jiang, aunque le disgustaba esa actitud de indiferente sumisión de su compañero, le contentaba poder entregarse a su deseo, por lo que lo empujó suavemente contra la pared.
Doyun sintió en su espalda que el frío de los azulejos traspasaba la delgada chaqueta deportiva que llevaba puesta.
El pelirrojo se pegó a él, frente a frente, y comenzó a besar su cuello y a lamerlo. Notó de inmediato como la masculinidad de Doyun se marcaba con fuerza en sus pantalones y se sintió terriblemente complacido de ser él quien le causase esa reacción.
—Yo... Lo quiero... —dijo Jiang, jadeándole al oído, mientras frotaba su cuerpo contra él.
La respuesta de Doyun fue aferrarlo por la cintura y acercarlo aún más hacia sí, lo que provocó un gemido de placer en el pelirrojo cuando sintió golpear en su bajo vientre la dureza de su hombría.
—Ah... Do... Doyun... —susurró sin aliento— Quítate los pantalones... Quiero hacerlo aquí...
—Como desees —se limitó a murmurar Doyun, dispuesto a obedecer la orden.
No había logrado su cometido cuando escucharon como se abría la puerta. Un miembro de personal estaba tratando de recoger y cerrar las instalaciones.
—¿Hay alguien? —preguntó el hombre al ver la luz encendida.
Separándose de inmediato, Doyun recogió lo que había dejado caer al suelo y se acercó a la puerta.
—Sí, estamos terminando de guardar unas cosas —le dijo.
—Tengo que cerrar la puerta con llave. Si han terminado...
Su voz adoptó un tono algo confundido cuando también vio aparecer al pelirrojo, con las mejillas rosadas y cara de pocos amigos.
—Disculpen, pero tengo que cerrar —dijo el empleado.
—Gracias, señor —respondió Doyun en tono formal—. Nos vamos.
—Ah... Ese idiota nos ha interrumpido en lo mejor —comentó Jiang cuando salieron del pequeño estadio.
Todos se habían ido ya a casa y en el centro deportivo sólo quedaba el personal de seguridad y de limpieza. Finalizada la tarde, ya había caído la noche.
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Los chicos del boxing [+18]
Romance¡Éste dura una semana!, pensó mientras urdía su plan para torturarlo. Un rico empresario, principal patrocinador del gimnasio donde trabaja, le pide a uno de los campeones coreanos de boxeo internacional, que entrene a su hijo. "¿Entrenarlo? ¡Cómo s...