—¡¿Por qué no haces algo de ejercicio en vez de quedarte ahí sólo mirando?! —le gritó KangDae en su tono autoritario de siempre.
Tras el fin de semana MinSuk continuaría con su rutina como de costumbre: horario escolar, actividades extraescolares de refuerzo del estudio, y, finalmente, gimnasio.
Su brazo ya estaba mucho mejor, pero aún debía conservar el vendaje unos días.
—Puedo... Puedo limpiar...
—¡Ya lo has recogido todo! Súbete a alguna máquina y haz algo mientras nosotros entrenamos —dijo señalando al grupo de Jiang, Doyun y Mubang, que continuaban en la zona del cuadrilátero.
—Sí, señor...
MinSuk miró las máquinas. Las conocía todas porque las había limpiado varias veces, pero no sabía cómo funcionaban, ni cómo usarlas.
Le daba vergüenza reconocer que no era precisamente ducho en máquinas de entrenamiento, y le apenaba preguntar porque suponía que si molestaba al entrenador por algo tan tonto, se enfadaría de nuevo.
En primer lugar, intentó subirse a una elíptica que era bastante más grande que él. La zona donde se colocaban los pies era demasiado amplia para sus pequeños piececitos, y las dimensiones de la máquina parecían estar preparadas para alguien mucho más corpulento que él.
No sabía ponerle resistencia, así que comenzó a mover piernas y brazos a un ritmo completamente desacompasado, dando unas zancadas gigantes que le hacían mover todo el cuerpo como si estuviese protagonizando el más grotesco de los espectáculos de circo.
Sus compañeros de entrenamiento estaban tan atónitos que no creían lo que veían sus ojos y lo contemplaron durante unos segundos, hasta que todos... Estallaron en risas.
—¡Dios mío! ¿Es que nunca has usado eso? —dijo KangDae.
—¡Ánimo! ¡Que no se te escape! —gritó Jiang, riéndose, como si MinSuk estuviese peleando contra la máquina.
—Pobre muchacho... —dijo Doyun intentando ocultar la sonrisa que involuntariamente le había asomado a la cara.
Mubang exhaló una gran carcajada que retumbó por todo el gimnasio.
—Vete con el chico —dijo Jiang— Nosotros conocemos la rutina, la podemos hacer perfectamente.
—Holgazanearás si no estoy pendiente —le replicó KangDae.
—Que no, entrenador... Me portaré bien... —dijo el pelirrojo, con tono infantil.
—Doyun, controla que Jiang haga todos los ejercicios.
—Sí, señor.
—Vigílalo, tienes que estar encima.
Al utilizar esta expresión, ambos se miraron unos instantes, se ruborizaron y giraron inmediatamente el rostro, poniéndose a entrenar como si su vida dependiera de ello.
—Vamos a ver, niño... —dijo KangDae dirigiéndose a MinSuk— ¿Tan torpe eres? ¿Eres incapaz de usar correctamente una máquina?
—Lo... Lo siento...
En ese momento, KangDae vio que el vendaje del chico se había deshecho ligeramente.
—Vamos a vendarte de nuevo. Eso es peligroso —dijo señalando su brazo.
—Yo... Estoy... Estoy bien, señor...
—¡No me discutas! —gritó— Si yo te digo que vengas, vienes, ¿entendido?
—¡Sí! ¡Sí, señor! —respondió el pequeño un poco asustado.
Lo llevó a su oficina donde tenía un botiquín y donde se encargaba de hacer los primeros auxilios a quien lo necesitara.
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Los chicos del boxing [+18]
Romance¡Éste dura una semana!, pensó mientras urdía su plan para torturarlo. Un rico empresario, principal patrocinador del gimnasio donde trabaja, le pide a uno de los campeones coreanos de boxeo internacional, que entrene a su hijo. "¿Entrenarlo? ¡Cómo s...