"Seré yo quien ponga fin a ello antes de que lo haga él", se propuso Jiang, firmemente.
"Pero... ¿cómo?", pensó mientras dejaba caer la cabeza sobre los brazos encima de la mesa.
El sol entraba con delicadeza a través del cristal de la cocina, donde había ido para hacerse el desayuno, aunque no tenía hambre.
"¿Cómo puedo ponerle fin?". No tenía la suficiente valentía para encarar la situación de frente, para hablar con él como dos adultos y explicarle que quería terminar su acuerdo, porque eso, supondría buscar un motivo y le implicaría aceptar su temor de ser abandonado, y su pánico de estar en una relación con él...
Se dibujaban en su corazón dos partes.
Una parte, era un terror mudo a ser dejado, a que lo abandonasen, a que destrozasen los pedazos agrietados y maltrechos de su corazón, que lo impulsaba a aferrarse con ansias y con desesperación a la persona objeto de su amor, aun a costa de su propia dignidad.
La otra parte, se revestía de un pavor intrínseco a mantener cualquier relación, pues ante la posibilidad de ser abandonado, resultaba terrorífico vincularse con alguien, por lo que quería evitar a cualquier precio que una persona realmente llegase hasta el fondo de su corazón.
"¿Podría explicárselo? No... No lo entendería...", pensó Jiang. Y la respuesta de tan contradictorio acertijo fue la decisión infantil de adoptar una postura que hiciera a Doyun abandonarlo, así la responsabilidad del abandono recaería sobre su mayor, y no sobre él.
Debía ser malo con él, ser cruel, llevarlo a un punto en el que su acuerdo o su relación fuese una tortura tan terrible que Doyun no estuviera dispuesto a soportarla.
—Jiang, ¿te pasa algo? Llevas unos días un poco...
—¿Me tiene que pasar algo? ¡Déjame en paz! ¡Me estás agobiando! ¿Quién te crees que eres? —gritó y todos sus compañeros del gimnasio lo miraron, pero no dijeron nada.
—Está bien... —dijo Doyun con voz conciliadora, pero firme— Si he hecho o dicho algo que te disguste, por favor, házmelo saber.
Tras esto, se alejó de él, pensando que necesitaría espacio y que, tal vez, si estaba molesto por algo, se le pasaría.
—Hoy voy a salir —dijo Jiang otro de los días, cuando ya habían terminado su rutina en el gimnasio.
—Como desees. ¿Dónde quieres que te lleve? —preguntó Doyun.
—¿Me lleves? ¿Juntos? ¡No! Hoy voy a salir con mis amigos. No quiero ir contigo.
Una mueca de dolor se dibujó en el rostro de Doyun.
—¿No quieres que te acompañe? —preguntó lentamente.
—No —contestó Jiang con la frialdad de un bloque de hielo.
—Está bien... —dijo intentando disimular lo mucho que le molestaba la situación— Los términos de nuestro acuerdo... —dijo, dubitativo.
—¡Conozco los términos de nuestro acuerdo! —lo interrumpió Jiang— ¿No te molestaba mucho que hablara de nuestro acuerdo? ¿Ahora lo sacas tú? Tranquilo que no me voy a follar a nadie, al menos no esta noche —dijo con una risita malévola—. Eso sí, dame tu tarjeta.
—¿Mi tarjeta?
—¿Es que has olvidado los términos de nuestro acuerdo? Tú lo ibas a pagar todo...
—Eso era cuando yo te acompañase —dijo Doyun con voz profunda, intentando controlar, ahora sí, el incipiente enfado que se estaba gestando como una tormenta en el interior de su pecho.
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Los chicos del boxing [+18]
Romance¡Éste dura una semana!, pensó mientras urdía su plan para torturarlo. Un rico empresario, principal patrocinador del gimnasio donde trabaja, le pide a uno de los campeones coreanos de boxeo internacional, que entrene a su hijo. "¿Entrenarlo? ¡Cómo s...