Capítulo 1

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- No quiero este trabajo.
- No es una opción.
- Con todo el debido respeto, señor, yo soy un agente de alto nivel, y que debería tener algo que decir con respecto a mis trabajos.
Él la miró en silencio. Estaba más delgada que la última vez que la había visto, y había una dureza en sus ojos azules. Ella lo miró con desafío apenas disimulado, la ira hirviendo muy cerca de la superficie. La carpeta en su escritorio estaba abierta por su hoja de servicios. Estaba impecable, ejemplar, en todos los sentidos. Se les dijo los hechos cruciales, y nada de la historia. Nadie nunca había conocido toda la historia, y ahora ellos nunca la sabrían. Porque ella no estaba hablando, y nadie realmente quería que lo hiciera. Lo que todo el mundo quería era seguir con lo de siempre, y que hiciera su trabajo para ver que sucedería.
- Has sido seleccionada por el Comité de Seguridad. Creen que eres la mejor para dirigir el caso. Su decisión no es negociable.
- Es un maldito trabajo de niñera. Cualquier novato puede hacerlo - se enfureció con los dientes apretados. Ella estaba rondando el borde de la insubordinación. Ella lo sabía, y no le importaba. No había nada que se pudieran hacer con ella que pudiera lastimarla más. Excepto tal vez enterrarla en un caso de mierda como este. Necesitaba un trabajo de campo algo que pudiera consumir su energía, algo que agotara su mente, algo que borrara sus recuerdos. -¿Es por la lesión? ¿Creen que yo no estoy en forma para el servicio activo? -preguntó ella.
- ¿Lo estás?
- Por supuesto. Me han liberado de rehabilitación, y he terminado con la obligatoria evaluación psicológica.
- Bueno. Me alegro de oír eso. Empiezas mañana. Te sugiero que revise los informes disponibles de la actual comandante antes de salir para Nueva York.
- Maldita sea, Shuester, tú sabes que no me merezco esto!
- Esto no tiene nada que ver contigo, agente Pierce. Eso es todo.
El subdirector William Shuester miró a la agente, desde el asiento mientras se alejaba, estaba rígida por la rabia. No tenía la menor duda de que ella haría su mejor trabajo, ella siempre lo hacía. Lo que se preguntaba era dónde iba a descargar su ira.
**********
- El siete esta libre- le informó el supervisor de armas de fuego
Ella asintió con la cabeza, tomando un par de protectores mientras caminaba a través de la pequeña oficina para el largo pasillo que daba a las estaciones de tiro individuales. Ella llevaba una camiseta gris de manga corta y pantalones azul marino de su entrenamiento de dos horas en el gimnasio, y la parte posterior de su camisa aún estaba húmeda de sudor. Llevaba abrazada una pequeña bolsa de deportes, donde llevaba una automática y municiones. Ella no miraba ni a la derecha ni a la izquierda mientras se dirigía rápidamente hacia el recinto de cristal estrecho.
Había una fila de botones que le permitieron establecer el tipo de objetivo y la distancia. Comenzó con una forma humana estándar mediano y disparó un clip a un ritmo suave, alternando entre grupos en el medio torso y la cabeza. Mientras rítmicamente apretó el gatillo su mente se vaciaba poco a poco de la emoción, hasta que lo único que sentía era el retroceso de su arma y los latidos de su corazón. Cuando ya no era consciente de su enojo por una misión que ella encontraba como un descenso de categoría inmerecida, se trasladó el objetivo quince metros más lejos. Precisión, exigió una mayor concentración, y cuando comenzó a disparar en ráfagas más sonoras, hicieron que los siempre presentes vestigios de nostalgia y pérdida comenzaran a desvanecerse. En el momento en que ella movió el objetivo a la distancia más lejana, ya no sentía absolutamente nada.
**********
Recién salida de la ducha caminaba desnuda por la sala alfombrada hacia el bar. El apartamento estaba en el piso veintiuno, y era un piso de ventanales descubiertos, dejando ver el horizonte de la noche de Washington, DC. La vista era impresionante. Se sirvió una copa de whisky de malta y se apoyó en la barra, mirando las luces de la ciudad mezclándose con las estrellas. Hubo un tiempo en el que se hubiera emocionado de esa visión, toda la ciudad era de una belleza penetrante. Hubo muchas noches en que había permitido que las tensiones del día se perdieran lejos, en la gran extensión de luz parpadeante, sintiendo el mundo nace de nuevo en orden. A menudo era lo último que veía antes de meterse en la cama, pero ella no estaría sola
Cogió la bata de seda gris de la parte posterior de una silla cuando un golpe sonó en la puerta. Ella tenía un vuelo a Nueva York en cinco horas, y una reunión con su nuevo equipo en 08 a.m. Todavía tenía que revisar el expediente que había sido entregado por el mensajero de la noche. No tenía mucho tiempo, y sabía que no iba a dormir.
Miró el reloj mientras se acercaba a la puerta. Era una de sus visitantes, era puntual, ella siempre lo era. Abrió la puerta a una mujer en sus treinta y tantos años, vestida casualmente, con un traje de color beige de lino, una camisa de seda abierta para exponer la curva de sus pechos, y botas marrones claros de tacón bajo. La mujer le saludó con una sonrisa familiar, acariciándose el pelo rubio hacia atrás con una mano
- Hola.
- Hola. ¿Puedo ofrecerle algo de beber?
- Eso depende- respondió la rubia mientras se quitaba su chaqueta y la colocaba cuidadosamente sobre el respaldo del sofá, se paró frente a las ventanas.- ¿Estás de humor para hablar esta noche?
- No tengo mucho tiempo.
-Entonces tendré que beber otra vez- su invitada respondió suavemente.
- Siéntese en frente de las ventanas.
Las luces estaban atenuadas, la mujer se movía en torno al sofá como le habían indicado. La habitación estaba casi a oscuras excepto por las sombras grabadas en el claro de luna. Bebió un sorbo de whisky y miró las estrellas giran alrededor de ella. Ella había estado aquí antes, pero no exactamente como ahora. Apenas era consciente del suave tirón que aflojó el cinturón de su cintura, o la separación suave de la seda que la cubría. En el primer toque ligero de los dedos contra su piel, ella se estremeció involuntariamente. Finalmente, los movimientos a lo largo de su tenso abdomen y hasta el interior de sus muslos se hicieron más firmes, más insistentes, exigiendo su atención. Se arqueó hacia la mujer que se arrodilla ante ella en la oscuridad, sintió contra ella sus labios cálidos. Caricias practicadas lentamente de su lengua suave borraron todas las imágenes de su conciencia, dejando solo un profundo placer. Un gemido escapó de sus labios mientras dejaba caer la cabeza hacia atrás en el sofá, dejando que la presión aplicada, lentamente la llevara fuera de sí misma, más allá del pensamiento, de los recuerdos. El latido de su corazón creció fuerte en sus oídos mientras su respiración era entrecortada, casi sollozos. Ella luchó para contener el placer, palpitante en el piercing de su clítoris, y fracasó. Cuando la explosión se inició, arrancando a su control, deslizó una mano en el pelo rubio, soltando un gemido profundo. Temblando, impotente, por unos momentos ella estaba felizmente inconsciente.
**********
Se acercó a la rubia de la puerta, entregándole un sobre cerrado que descansaba sobre la mesa justo en el vestíbulo.
- Voy a estar fuera por un tiempo. No sé cuánto tiempo.
- ¿Te veré otra vez?
- No lo sé.
La rubia estudió a la extraña alta de cabello rubio que había conocido un sin número de veces en las horas oscuras de la noche en esa sala, en elegantes suites del hotel. Ella no sabía prácticamente nada de la vida de la otra mujer, excepto como hacer llegar el placer a su cuerpo. Ella conocía sus músculos firmes y duros y la cicatriz roja que había su muslo. Conocía los lugares suaves y sensibles que la dejaban sin aliento cuando la tocaba. Se preguntó cuál sería su nombre. Nunca había tratado de averiguarlo, y pero lo quería saber ahora. Extrañamente, era lo que más quería. Quería dejar algo de sí misma.
Rompiendo todas las reglas, dijo la rubia en voz baja:
- Mi nombre es Kitty
- Kitty- susurró la extraña de ojos claro, la expresión en su intensa mirada era indescifrable. Ella la besó por primera vez, un breve roce de labios, que se saludaban o se despedían. Entonces, rompiendo todas las reglas, dijo:
- Mi nombre es Brittany.
Cuando la puerta se cerró, dejando a sus propias vidas separadas, el recuerdo persistente de ese beso era todo lo que quedaba entre ellas.

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