3er libro

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Capitulo 9


El jet se detuvo en la pista del aeropuerto de Teterboro, en Nueva Jersey, en la orilla del río Hudson opuesta a Manhattan, y el equipo se preparó para descender. Britt se dirigió a la parte delantera del avión y se situó en lo alto de la escalerilla que habían trasladado hasta la puerta de la aeronave. Pulsó el receptor que llevaba al oído y escuchó el informe del agente que transmitía desde el primero de los dos todoterrenos negros que se acercaron a la terminal por una carretera de acceso situada en el extremo del aeropuerto. Britt se volvió hacia los agentes que estaban detrás de ella, satisfecha.-Dos minutos. Prosigamos.Stark bajó por la escalerilla y se apostó al pie de la misma hasta que Santana estuvo a su lado.-¿Lista? -Britt sabía que se trataba de un momento delicado.-Sí.En cuanto Santana pisó la pista, flanqueada por Britt y Stark, una horda de periodistas que estaban ocultos tras un edificio surgieron de la oscuridad con cámaras de vídeo y micrófonos preparados. Descarnadas luces halógenas resplandecieron, dándole en el rostro a Santana y cegándola. Durante un momento permaneció desorientada... y asustada. El leve contacto de la mano de Britt sobre su brazo la reconfortó a pesar de la explosiva descarga de preguntas. Un periodista, situado a escasos metros, preguntó a voz en grito:-Señorita López, ¿tiene algo que decir de la fotografía del New York Post?-¿Quién era la persona que estaba con usted? -quiso saber otro.Las voces, masculinas y femeninas, se mezclaron en una cacofonía continua y caótica.-¿Dónde le hicieron la foto?-¿Confirma que estaba con su amante?-¿Quién...?-... Nombre...-... Comentario...-... Su padre...-Señorita López... Señorita López... Señorita López...Las voces la acosaban desde todas las direcciones. Pero sólo una se alzó sobre el pandemonio.-No te preocupes. Vamos a movernos rápidamente. Déjame ir delante -ordenó Britt con voz serena.Mientras el ataque continuaba, Britt y Stark sujetaron a Santana por los codos y la guiaron hacia la pequeña terminal de un solo piso. Los otros agentes bajaron las escaleras corriendo, se abrieron paso entre la multitud de periodistas y rodearon a Santana. Sam apretó el paso y se puso al frente del grupo, mientras que Hernández y Felicia Davis lo cerraban. El equipo formaba un seto humano quedando Santana en el centro, y los periodistas se apresuraron a apartarse de la falange de cuerpos en rápido movimiento. Sin embargo, el clamor de las preguntas siguió al grupo hasta el otro lado de las puertas por el vestíbulo alegremente iluminado y la zona VIP de la terminal.-¿De qué hablan? -susurró Santana a Britt en cuanto las puertas dobles se cerraron tras ellas. Odiaba que la empujasen, aunque fuera por su propio bien, y en ese momento Britt era el blanco más próximo de su rabia-. ¿Por qué no sabíais nada de ellos? Dios mío.-Sea lo que sea, debió de salir a la luz cuando estábamos volando -respondió Britt, alzando la muñeca para ladrar preguntas y órdenes a su micrófono. Estaba furiosa. La información de inteligencia al minuto era fundamental para prevenir aquel tipo de incidentes y evitar problemas-. Quien se encarga de los servicios informativos en Washington no recibió la noticia o no pensó que tuviéramos que conocerla.Si Britt hubiese sabido que en el aeropuerto las esperaba una bandada de periodistas, habría dispuesto que los vehículos de transporte fuesen directamente a la pista para que Santana no tuviese que caminar hasta la terminal. "Mi trabajo es protegerla."-Señorita López, lo siento. No tenía un equipo avanzado en el terreno. Debería haberlo tenido.-No. -Santana cabeceó, más calmada después de dejar atrás el inesperado asalto-. No es culpa suya. Vamos a recoger el equipaje y a salir de aquí antes de que nos encuentren.-No se preocupe -dijo Britt severamente, a punto de perder los estribos. No sólo tenía la responsabilidad de proteger a Santana físicamente, sino de procurar que no la acosasen los sabuesos de la prensa. Se habría enfadado si cualquiera de las personas a las que debía proteger se hubiese visto expuesta a semejante afrenta, pero el hecho de que fuese su amante la víctima del ataque empeoraba las cosas-. No volverán a molestarla.En ese momento se acercó Sam desde la parte principal de la terminal con un periódico doblado bajo el brazo y expresión seria.-¿Qué ha conseguido? -preguntó Britt bruscamente, observando con sorpresa que Sam se ponía colorado.-Pues... -Alzó el periódico doblado que llevaba en la mano, miró a Britt y a Santana, y luego desvió la vista-. Tal vez prefiera verlo en el coche.-Déjeme verlo -exigió Santana extendiendo la mano-. No sirve de nada esperar.Sam le entregó el periódico sin decir nada. Los agentes del Servicio Secreto que rodeaban a Santana desviaron la vista, pero no deshicieron el círculo protector que habían formado para aislarla del escaso personal del aeropuerto que transportaba los equipajes. Britt observó la cara de Santana mientras abría el periódico y miraba la primera página. No detectó ningún cambio en la expresión de Santana. Cuando Santana dobló el periódico en silencio y lo metió bajo el brazo, con el libro que estaba leyendo, Britt dijo de pronto:-De acuerdo. Salgamos de aquí.Dos de los hombres se acercaron a la de equipajes y cogieron las maletas de todos, cargándolas rápida y eficientemente en un carrito con ruedas. Minutos después, el equipo subió a los dos vehículos que salieron a toda velocidad del aeropuerto en dirección al túnel Lincoln y a Manhattan. Stark y Davis ocupaban los asientos delanteros del primer coche, y Santana y Britt los traseros. Los otros agentes, la mayoría de ellos libres de servicio, se habían quedado en el aeropuerto y se irían por separado en taxis, con amigos o con familiares.-¿Te encuentras bien? -Britt se inclinó hacia delante y rozó la rodilla de Santana.Santana miraba por la ventanilla en silencio desde que había entrado en el coche. Volvió el rostro hacia Britt y sonrió con tristeza bajo las luces irregulares de los coches que pasaban y de los parpadeantes letreros de neón.-Lo esperaba. Y ahora estoy aquí sentada, preguntándome cuánto tiempo hacía que lo esperaba.-¿Qué ocurre? -Britt permaneció en su lugar, acariciando suavemente el tejido de lospantalones de Santana.Cuando Santana le pasó el periódico sin decir nada, Britt lo desdobló y se acercó a la ventanilla para poder leer. Había una foto destacada con un comentario: "¿La hija del presidente y su amante secreto?". En una borrosa instantánea nocturna, se veía a una mujer muy parecida a Santana besando a alguien, aunque los rasgos de la otra persona resultaban difíciles de adivinar a causa del ángulo de cámara y de la lógica distancia desde la que se había hecho la foto.-Hijo de puta -susurró Britt. Era una foto de las dos en la playa de San Francisco la noche en que había llegado Britt. Miró a Santana-. Lo siento.-¿Por qué? ¿Por el beso o por la fotografía?-Por el beso no, desde luego.Santana asintió enérgicamente.-Bien.Britt se esforzó por leer en la penumbra el breve párrafo que acompañaba a la foto. No decía gran cosa, tan solo los habituales comentarios provocativos sobre las supuestas relaciones de Santana con estrellas de cine, personajes de los bajos fondos o funcionarios, típicos de aquel tipo de publicaciones. Debido al afán de Santana de proteger su intimidad y al empeño de la Casa Blanca en alejarla del interés público cuando no realizaba funciones oficiales, a la prensa le encantaba especular acerca de su vida amorosa. Pero en esa ocasión no eran meros cotilleos e insinuaciones.-¿Qué te parece? -preguntó Santana con recelo.-Creo que es interesante -respondió Britt tras mirar en detenimiento la fotografía- que no den nombres y que no afirmen categóricamente que estás con una mujer. El que hizo las fotos seguro que lo sabe.-Ya me he dado cuenta -comentó Santana-. Es como si alguien me estuviera provocando... o burlándose de mí. Pero ¿por qué?-No tengo ni idea. -Britt estrujó el periódico con tanta fuerza que lo arrugó. Tuvo que esforzarse para no arrojarlo al suelo. Le enfurecía la invasión de la intimidad de Santana y se indignaba consigo misma por haber permitido que alguien se acercase a ellas e hiciese la foto-. Pero lo que quiero saber es dónde diablos estaba y por qué mi gente no lo vio.-Me da la sensación de que esto es sólo el principio. Seguramente a mi padre le resultará incómodo. -Santana se rió con amargura-. La gran pregunta es: ¿qué supondrá para ti profesionalmente si alguien te reconoce?-No creo que eso sea lo más importante en este momento. -Britt cabeceó-. En esta historia hay algo raro, porque, si fuera un periodista a la búsqueda de un artículo, mi nombre ya estaría en el periódico. El hecho de que estuvieras besando a una mujer iría en titulares, en primera página. Presentado de esta forma, parece muy inofensivo, lo cual no tiene sentido.-¿Chantaje?-En ese caso tienen más pelotas que cerebro. A nadie se le ocurre chantajear a la hija del presidente de los Estados Unidos. Al menos de esta forma, maldita sea, y delante de mis narices.Santana, de repente muy cansada, apoyó la frente en la ventanilla y contempló la noche. La zona de la autopista por la que circulaba el vehículo era árida, como un eco del vacío de su corazón. Había sido estúpida al creer que la dejarían amar a alguien en paz, mucho menos a la mujer que estaba sentada frente a ella. Cerró los ojos, sabiendo que esa noche dormiría sola y deseando más que nunca que no fuese cierto.
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