5to libro

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Capitulo 6

Santana y Britt recorrieron en silencio el laberinto de despachos que constituían el centro neurálgico del país. El Ala Oeste era un hervidero de actividad a cualquier hora del día pero en aquellos momentos impregnaba el ambiente una sensación de urgencia. Asesores, subdirectores, consejeros militares y personal de seguridad caminaban a toda prisa por los pasillos con cara de ir retrasados en una misión de vital importancia. Santana y Britt saludaron a los agentes del Servicio Secreto que flaqueaban el ascensor de acceso a las plantas residenciales y, una vez dentro, Santana preguntó:

-¿Por qué Nueva York y por qué esta noche?

Britt estuvo a punto de responder, pero, cuando se abrieron las puertas del ascensor y ambas salieron, señaló con un gesto la suite de Santana.

-Ahí está tu jefa de seguridad.

Paula Stark se hallaba ante la puerta de la habitación de Santana con la vista clavada en un punto de la pared de enfrente que, al parecer, resultaba de gran interés. Llevaba un traje oscuro, y su cara estaba casi tan blanca como su camisa. La nueva jefa de Santana no las miró cuando se dirigieron hacia ella.

-¿Paula? -preguntó Santana deteniéndose ante la agente del Servicio Secreto.

-Señora -respondió Stark rígidamente-. Por si la comandante no la ha informado, me

han nombrado su nueva jefa de seguridad.

-Sí, ya lo sé.

-Me gustaría revisar los planes de los próximos días.

-Creo que no tengo ninguno -la voz de Santana dejó traslucir un levísimo matiz de irritación-. Y no es buen momento.

-Lo comprendo. Esperaré encantada.

Santana se detuvo con la mano sobre el pomo de la puerta.

-¿Cuánto tiempo?

-Hasta que a usted le venga bien recibirme.

-Es una táctica nueva -afirmó Santana con cierta admiración. Miró a Britt, en cuyos ojos había destellos de humor-. Si no decido salir en cuarenta y ocho horas, te morirás de hambre, Paula.

-Sí, señora.

-Y ya se te ve agotada.

Stark se movió y miró a Santana.

-Me encuentro bien, señorita López. -Y agradecería que no prestase atención a esos detalles, de ese modo no alteraré sus planes.

-Tu presencia es una alteración. Eso lo sabes de siempre.

-Sí, señora. Me refiero a no producir más alteraciones de las necesarias.

-Me parece bien -Santana sonrió con una mezcla de diversión y amargura-. Entonces, ¿debo esperar que hables como si tuvieses un palo en el culo a partir de ahora?

-No lo sé -respondió Stark muy seria-. Aún no he tenido tiempo de practicar el tono de mando.

Santana suspiró y abrió la puerta.

-Entra. Tu estilo es único, y es imposible igualar el tono de mando de Britt. Pero, por amor de Dios, relájate.

Cuando entraron en la habitación, Stark se detuvo y miró a Britt, que se dirigió al otro extremo y se encogió de hombros en un gesto de disculpa. Stark se centró de nuevo en Santana.

-Me gustaría empezar diciendo que no tengo intención de sustituir a la comandante. Sin embargo, me han encomendado un trabajo. Un trabajo que considero vital, y pretendo hacerlo lo mejor posible. A mi manera.

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