2do Libro

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Capítulo 20

A la mañana siguiente temprano, Britt, inclinada sobre un despliegue de listados en la mesa de la sala de reuniones de paredes acristaladas, hablaba con Patrick Doyle. Se esforzaba todo lo que podía para ignorar lo mal que le caía aquel hombre. “Limítate a hacer el trabajo y procura que Grant esté bien protegida durante el proceso. Es lo único que importa”, se recordó a sí misma. Cuando Doyle no respondió a una de sus preguntas, Britt apartó la vista de la trascripción de la última comunicación con Loverboy y vio al agente del FBI mirando más allá de la división acristalada, hacia la zona principal del centro de mando. La expresión del hombre era una desconcertante mezcla de desagrado y de algo que se parecía mucho a la lujuria. Britt se volvió y siguió su mirada. Cuando comprobó que estaba mirando a Santana, su ira latente estalló en furia. La forma de mirarla parecía una invasión.

–¿Tiene algún problema, Doyle? –preguntó.

–Da la impresión de que no la controla mucho, Pierce –dijo Doyle con desdén–. No debería estar aquí abajo.

–Mi trabajo no consiste en controlarla –repuso Britt en su tono más ecuánime–. Y no hay ningún motivo para que no vaya a donde le apetezca.

Doyle miró a Britt como si fuera una extraña forma viviente.

–Los civiles complican las cosas, Pierce. Sobre todo los civiles con opiniones... y amigos en las altas instancias.

–No me interesa lo que la señorita López diga. –Britt cerró su cuaderno y se volvió para marcharse.

–Tal vez cambie de opinión antes de que esto acabe –dijo Doyle.

Britt cerró la puerta sin mirar hacia atrás y se abrió paso entre las mesas y las montañas de equipos de control que crecían en número y complejidad día a día. El espacio de trabajo había sido pensado para cuestiones rutinarias. Pero, como el equipo de Doyle prácticamente se había trasladado allí, Lindsey Ryan se había quedado para controlar las comunicaciones de Internet con el sujeto no identificado y los artificieros del Departamento de Alcohol y Tabaco iban y venían con información sobre los últimos análisis de los fragmentos de la bomba del parque, el lugar estaba atestado de gente y terminales de trabajo provisionales. Sin embargo, la estación de comunicaciones del otro extremo parecía en cierto modo aislada del resto de la actividad. Todo el mundo sabía que no se podía distraer a Felicia Davis. Sam estaba con ella casi todo el tiempo, en principio para facilitarle rápidamente cualquier dato que pudiese necesitar a la hora de responder a Loverboy. En ese momento, Santana estaba hablando con Davis. Ambas mujeres parecían ajenas a la actividad del resto de la estancia. Era el segundo día de la operación y había escaso intercambio de correos electrónicos entre Davis, que hacía de Santana, y Loverboy. Un análisis temporal de sus comunicaciones anteriores reveló que enviaba un mensaje al día. Con frecuencia, se trataba sólo de unas palabras o un renglón. Lindsey Ryan aventuró la hipótesis de que no sólo necesitaba satisfacer su obsesión comunicándose con Santana, sino que también quería demostrar que podía llegar hasta ella. Sus habilidades excedían la preparación de bombas y la puntería y, a pesar de todos los intentos de burlarlo con blindajes y alias y de redirigir los servidores de correo de Santana, no tardaba mucho en encontrarla. Santana soportaba sus mensajes porque se negaba a renunciar a Internet y, de forma curiosamente comprensible, tampoco quería que la aislasen de él. No viviría en un capullo, como si nada hubiera ocurrido. Quería escuchar su voz si la amenazaba. Cuando Britt se acercó, oyó decir a Santana:

–Yo hago esto mejor que nadie.

El estómago se le encogió al instante porque le dio la impresión de que sabía de qué hablaba Santana. Había defendido la presencia de Santana en el centro de mando ante Doyle y creía en lo que había dicho. Pero, en realidad, esperaba que Santana se marchase, aunque sólo fuera por la tensión e incertidumbre que estaban sufriendo todos y que deseaba evitarle. Pero, en lo más íntimo, contaba con algo así. Santana se enderezó y saludó con la cabeza a Britt, sin revelar el placer que le producía verla.

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