5to libro

198 3 0
                                    


Capitulo 11-Te agradezco que me hayas acompañado a la rueda de prensa de esta mañana –dijo Andrew López ofreciéndole a su hija una bandeja de magdalenas recién hechas.-No tienes por qué agradecérmelo, papá -Santana, con gesto ausente, tomó un trocito de una de las especialidades del chef de la Casa Blanca-. Me da la impresión de que se puede hacer muy poco en este asunto. Si sirve para transmitir a quien quiera que sea que no nos dejaremos manipular por terroristas, estoy dispuesta a salir contigo en televisión todos los días.-Me parece que te ibas a cansar enseguida, pero recordaré la oferta.-Me alegro de que no se hablase de lo que me ocurrió -se estremeció esforzándose por sonreír-. Mi cara ya aparece en la primera página de demasiadas revistas sensacionalistas.-Ha sido una decisión personal -afirmó López-. La prensa me pondrá de vuelta y media si se sabe que ocultamos ese tipo de noticias.-Papá, no hace falta que...-Fue cosa mía, cariño. Y me alegro de haberlo hecho.-¿Por qué has decidido silenciarlo? -Santana dejó a un lado la magdalena y miró a su padre fijamente.-Por varias razones. La principal, por tu privacidad. La prensa se ha centrado en tu vida privada durante meses, y noticias como esa te convertirían en carnaza de los informativos matutinos de todas las televisiones -en la voz de su padre había un trasfondo de rabia-. Y no quiero que los que andan por ahí, o por aquí, te conviertan en su objetivo.-Gracias -dijo Santana dulcemente.-No hay de qué -el Presidente se reclinó en la silla y miró a Santana con cierta preocupación-. Esta tarde tal vez sea duro.-Lo sé. Estaré perfectamente.-No lo dudo.-Por la noche no voy a regresar contigo -Santana apartó el desayuno a medio comer-. Quiero ir a casa. No puedo esconderme aquí; y, además, me estoy volviendo loca.-Me gustaría que esperases a que mis asesores de seguridad me confirmasen que es seguro -sugirió López.-Sabes que nunca será seguro -repuso Santana con aspereza-. Si Stark y Britt me cuidan, no me ocurrirá nada.-¿Y si le pregunto a Britt qué opina del momento más oportuno?Los ojos de Santana lanzaron destellos de ira, pero optó por reírse.-¡Caray, papá! Me parece que necesitas un curso intensivo sobre la dinámica de las parejas lesbianas. Eso es como preguntarle al marido si da su consentimiento para que su esposa haga algo.-¡Vaya! -López se rió poniéndose colorado-. De acuerdo, lo tendré en cuenta. ¿Te parece bien si le pregunto a tu nueva jefa de seguridad y a tu ex jefa por la situación, solo para estar más tranquilo?-Mucho mejor. De todas formas, vas a hacerlo con o sin mi permiso, ¿verdad?-Ya veo que llevas demasiado tiempo en este juego. -López se puso serio de repente-. Sí, quiero que me informen del posible riesgo que corres antes de que te marches.-¿Me contarás lo que te digan?-Sí.-Entonces, yo procuraré seguir las recomendaciones.-Gracias -dudó antes de añadir-: No lo admitiría ante nadie, excepto ante Lucy, pero aquí todos luchamos por no quedar descolgados. El departamento de Defensa, la CIA, el FBI, a todos nos cogieron desprevenidos el martes. Será una locura durante meses hasta que contemos con un sistema para prever y contrarrestar otro suceso de esa índole. Estoy preocupado por ti.Santana estiró el brazo sobre la mesa y cogió la mano de su padre.-Y yo me preocupo por ti. Siempre me he preocupado por ti. Pero es la vida que nos ha tocado, y debemos confiar en las personas cuyo trabajo es protegernos, ¿no crees?-Hablas como si las cosas no fuesen tan difíciles para ti como antes. ¿Es cierto?Santana se encogió de hombros.-¿Te refieres a si es más fácil para mí tener agentes del Servicio Secreto rondando tras de mí las veinticuatro horas del día? No -se rió-. Aunque una de ellas sea mi amante. Pero soy más feliz porque tengo a Britt. Me facilita mucho las cosas.-Entonces, me alegro por ti -estrechó la mano de su hija y la soltó-. Por si no te lo he dicho, me cae muy bien. Para un padre es duro pensar en que sus hijos tienen una vida que no les interesa. Tú y yo nunca pasamos mucho tiempo juntos, y ahora te estás forjando tu propia vida. Me alegro de que sea con ella.-No creo que me hayas dicho nada parecido antes -dijo Santana emocionada.-Pues lo lamento, porque siempre has sido la persona más importante de mi vida.Santana se secó las lágrimas con impaciencia.-De acuerdo. Basta ya -respiró a fondo y esbozó una sonrisa trémula-. Después hablaré con Britt de volver a casa o ir a cualquier sitio. Si se opone radicalmente, buscaremos otra opción. Pero no quiero quedarme aquí mucho más. Este sitio es un museo. No sé cómo lo aguantas.-Yo no... –López se interrumpió cuando sonó el teléfono con un timbrazo característico que indicaba una llamada urgente. Torció el gesto-. Lo siento. Tengo que atenderlo.-Tranquilo, papá -Santana se levantó-. Hasta luego -No esperaba respuesta ni tampoco la obtuvo porque su padre centró su atención en el nuevo problema que se le presentaba. Sin embargo, tal vez por primera vez en su vida, sintió que su padre comprendía de verdad lo que era importante para ella, y eso le bastaba.Britt dejó a Rachel y a Quinn en el balcón y se dirigió a la cocina, donde se sentó ante la mesa redonda con tapa de cristal frente a las ventanas con la segunda taza de café del día. Marcó el número de la Casa Blanca y repasó mentalmente la lista de asuntos pendientes mientras respondía a las preguntas habituales de la operadora. Al cabo de un minuto la pusieron con su amante. Santana respondió inmediatamente.-¿Diga?-Hola, buenos días.-Hummm, por fin.-Sí -Britt sonrió-. ¿Qué tal la noche?-Larga y solitaria. ¿Y la tuya?-Igual -Britt se reclinó en la silla y estiró las piernas. Estaba rígida, dolorida y cansada, pero escuchar la voz de Santana relajó parte de la tensión que había agarrotado los músculos de su columna convirtiéndola en una tensa escalera de dolor-. ¿Llevas mucho tiempo levantada?-Unas horas. He desayunado con mi padre...bueno, en parte, antes de que lo llamasen.-¿Todo bien?Santana suspiró.-Bien es mucho decir, ¿no crees? Al parecer ha habido una alarma en un complejo del gobierno en New Jersey No sé de qué se trata, pero oí que tenía que reunirse inmediatamente con alguien del Ministerio de Sanidad.Britt frunció el entrecejo. No le gustaba estar fuera de la rueda del servicio de inteligencia, ni siquiera unas horas. En condiciones normales, le habrían comunicado enseguida algo así por su condición de jefa de seguridad de Santana. Tomó nota mentalmente de que debía llamar a Stark y preguntarle por los hechos más significativos de la reunión matutina-. ¿Y tú qué tal estás?-Quiero verte. Quiero estar contigo -Santana chasqueó a lengua, fastidiada-. ¡Dios, qué patética soy! Pero he hecho mi aparición obligatoria en los medios con mi padre. Hemos demostrado al mundo que no tenemos miedo, y nos creerán cuando nos vean esta tarde en Manhattan, por si no estaban convencidos. He cumplido con mi parte, lo cual no es gran cosa.-Haces todo lo que puedes, cariño.-Gracias por decir eso -Santana dudó-. ¿Sientes lo mismo que yo cuando estamos separadas? Me parece que nada está bien.-Lo mismo, a cada instante. -Santana se rió.-No me importa aunque mientas. Te adoro por decir algo así.-No miento -declaró Britt muy seria.-¿Dormiste?-Un poco.-Te conozco, comandante. Eso seguramente significa nada de nada. No puedes dejarte la piel, Britt, o no será bueno ni para tu investigación ni para mí.-Lo sé. No lo haré.-De acuerdo -Santana carraspeó-. Pero yo sé cómo conseguir que duermas. Nos ocuparemos de eso después.Britt reaccionó a pesar de la fatiga, las preocupaciones y su estado de alerta cargado de adrenalina.-¡Por Dios, no hagas eso! Tengo que trabajar.-¿Qué ocurre? ¿Te he conmovido?Britt se acarició con gesto ausente la parte interior del muslo.-Algo más que eso.-¡Qué bien!Britt se rió y cerró los ojos abandonándose unos minutos al sencillo placer de disfrutar de la compañía de la mujer que amaba.***Savard se despertó sobresaltada y bañada en sudor. Rápidamente miró a su alrededor como si hubiese un campo de batalla, buscando el peligro, hasta que identificó el lugar: "Habitación, la de la Stark...no, ahora la nuestra". De un brinco apartó la sábana húmeda y fue al cuarto de baño metiéndose directamente bajo la ducha. Abrió los dos grifos al máximo y se encogió cuando el primer chorro de agua helada le golpeó el pecho. Su piel se estremeció con una sensación agradable. Estaba viva. Viva. Cinco minutos después, envuelta en una toalla, con el pelo chorreando, se sentó al borde de la cama y marcó el número del móvil de Stark.-Stark.-Hola, cariño. ¿Estás ocupada?Stark tuvo que reprimir una carcajada. No, claro que no. ¿Ocupada? En absoluto. De repente era la responsable de proteger a la primera hija en medio de una crisis nacional con un equipo de novatos y una protegida reticente. Por supuesto que no estaba ocupada.-Tengo un par de minutos. Acabo de salir de una reunión.-¿Qué tal?Stark bajó la voz.-Ya no me tiemblan las piernas.-Lo llevarás bien. Eras una buena agente antes de que la comandante asumiese el mando y desde hace un año has estado viendo su trabajo. Sabes qué hacer. Hazlo a tu manera y todo saldrá estupendamente.-Gracias, cielo. ¿Y tú qué tal? ¿Cómo te va?-Bien -se apresuró a responder Savard-. ¿Te tomarás, algún respiro hoy?-Sí, por la tarde.-¿Alguna posibilidad de que podamos vernos después?-No lo sé. Me gustaría. Depende de...bueno, ya sabes."Sí -pensó Savard-. A partir de ahora la vida de mi amante girará en torno a la agenda de Santana López. Ahora aún nos costará más conectar. Tal vez sea mejor así. No debería verla hasta que no me sienta tan...desquiciada."Stark habló para salvar el silencio.-Lo siento. Tengo muchas ganas de ver...-Oye, no pasa nada -Savard miró el reloj de la mesilla-. ¡Dios, casi son las nueve! Llego tarde. Oye, cariño, tengo que darme prisa. Llámame si puedes.-Lo haré. Te amo -dijo Stark.-Yo también. Adiós.Savard cogió la toalla y se envolvió el pelo con ella mientras abría el armario. Le sorprendió que no la llamasen para preguntar por qué no se había presentado a hacer su turno. Mientras descolgaba ropa de una percha, sonó el teléfono.-Mierda -murmuró respondiendo al teléfono que estaba sobre la mesilla-. Savard.-Soy Pierce. ¿Dónde estás?-En casa de Stark.-Vale. Te recojo dentro de un cuarto de hora.-Yo... ¿Y mi turno? ¿Debo llamar...?-Ya me he ocupado yo.-Sí, señora -afirmó Savard-. La espero abajo.-Muy bien. Hasta luego.-Sí, señora -susurró Savard. Un cuarto de hora. Un cuarto de hora para recuperarse y que nadie notase que ya no era la de antes.***Fue el olor lo que hizo retroceder a Britt en el tiempo, aquella inconfundible mezcla de antiséptico y muerte que impregnaba el aire del pasillo de la unidad de cuidados intensivos.Seis meses antes era ella la que se debatía en uno de aquellos cubículos acristalados, con tubos y monitores conectados a su cuerpo, nadando en un océano de dolor. Solo recordaba fragmentos de los tres primeros días tras el tiroteo: la voz de su madre, el roce de Santana y siempre el jodido dolor. Reprimiendo un estremecimiento, hundió las manos en los bolsillos y ahuyentó los recuerdos. A pesar de lo que le había dicho a Santana, que la probabilidad de que le volviesen a disparar era infinitesimal, siempre estaba ahí. Y era algo en lo que no se podía pensar para no entorpecer el trabajo.-Davis me dijo que lo iban a sacar de aquí hoy -dijo Britt a Savard mientras empujaba las puertas metálicas grises con un letrero rojo que decía: "Unidad de Cuidados Intensivos de Traumatología".-¡Qué bien! Es estupendo -dijo Savard en voz baja.Un par de minutos después, tras explicar la visita a las enfermeras, se acercaron a la cama de Sam. Britt vio con gran alivio que Sam ya no tenía el tubo de respiración y que lograba saludarlas con un gruñido. Su anterior segundo al mando, Sam Evans, era un tipo fuerte de treinta y tres años: alto, rubio y guapo. Pero en aquel momento estaba pálido y parecía muy vulnerable, y Britt sintió de nuevo un brote de rabia.-¿Qué tal estás, Sam?Sam esbozó una débil sonrisa. -Bastante bien, comandante.Britt saludó a la monumental mujer con cara de modelo que estaba al otro lado de la cama.-Agente Davis.-Comandante -respondió Felicia con su agradable voz de contralto-. Hola, Renée.-Tengo un...día...estupendo -comentó Sam riéndose.-Nos han dicho que te van a trasladar a una habitación normal. Eso es genial -dijo Britt cerrando la puerta. Resultaban visibles desde cualquier parte de la unidad de cuidados intensivos, pero nadie podía escuchar su conversación. Miró de nuevo a Sam y a Felicia, y añadió-: Todo el equipo, con la excepción de Stark, está en baja administrativa hasta queJusticia investigue los hechos del martes.-¡Dios mío! -exclamó Felicia-. Eso podría durar meses.-Seguramente. Pero tú has sido destinada a un equipo especial -informó Britt-. De momento, Savard y tú estáis conmigo y vuestra única obligación es averiguar de dónde salieron los cabrones que atacaron el Nido.-¿Y...yo? -preguntó Sam inmediatamente.Britt le acarició el hombro.-Tu tarea es recuperarte. Cuando salgas de aquí, aprovecharé tu cerebro para que no se nos escape nada, pero no habrá trabajo de campo para ti.-La bala...no dio en lo mejor -explicó Sam-. Me pondré bien...para salir...dentro de una semana o así.-El doctor no ha dicho eso, cariño -corrigió Felicia-. Habló de seis a ocho semanas.-Te mantendremos en el grupo -aseguró Britt-. Pero en esto serás nuestro juez de línea.-Sí, señora -admitió Sam débilmente, parpadeando y con evidente cansancio.-Bueno, Davis, necesitamos un nuevo centro de mando -dijo Britt-. Después te daré una dirección a la que podrás trasladar el equipo.-Sí, señora.-El primer trabajo es identificar a los cuatro hombres que entraron en el Nido. Savard y tú os dedicaréis a eso.-Sí, señora.-Savard será la coordinadora en mi ausencia.Savard dio un respingo ante la noticia, pero Felicia ni se inmutó.-Entendido.Britt miró el reloj.-De momento, buscad copias de todo lo que tiene el FBI relacionado con el ataque: informes forenses, de inteligencia, antecedentes de grupos paramilitares y células terroristas, cotilleos, rumores, insinuaciones...no me importa. Cualquier cosa.Felicia miró a Savard.-¿Puedes conectarme con los ordenadores?Savard asintió.-Sí.-Entonces, lo tendrá dentro de veinticuatro horas, comandante.-De acuerdo -dijo Britt-. Te doy dieciocho. Reunión mañana a las siete. Ahora voy a recibir al Marine Uno.

HonorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora