Capitulo 13

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Poco después de las cinco de la mañana, Santana empujó las puertas de vaivén de la cocina y se guió por el aroma de café. Encontró a Doris sentada ante una mesa de madera llena de marcas, con capacidad para dieciséis personas; bebía humeante líquido mientras hacía un crucigrama. Doris la saludó con una sonrisa y le señaló la cafetera- Gracias- dijo Santana, mientras buscaba una taza. Se movió despacio y se sentó al lado de Doris- Buenos días- como no obtuvo respuesta, esperó hasta que Santana bebió un sorbo de café y, luego, preguntó- ¿Dónde están tus amigos?Santana hizo una mueca y sopló para enfriar el café- Seguro que hay uno en la puerta de atrás y otro en el comedor- No lo pone muy divertido- No mucho- Santana la observó con cautela. No percibió más que amabilidad en la expresión y franqueza en el tono, así que esbozó una breve sonrisa- Bueno, podría mentir y decir que estoy acostumbrada. En realidad, sí que estoy acostumbrada, pero nunca he conseguido ignorarlo. Me fastidia- Lo imagino. Pero, por otro lado, supongo que es imposible dejarla andar sola por ahí- Eso parece- Santana se rió; se trataba de esas escasas ocasiones en las que hablaba de sus propias circunstancias sin añadir trazas de resentimiento- Mi jefa de seguridad estaría completamente de acuerdo- ¿La agente Pierce?- Sí- Me he fijado en que se vuelva mucho en su bienestar- No había el menor asomo de indirecta en su vozSantana se ruborizó, lo que le produjo una profunda consternación- Eso supondrá un consuelo,- añadió Doris- siempre que no la moleste- Sí- susurró Santana, preguntándose si aquella mujer leía los pensamientosDoris se reclinó y examinó a la maravillosa joven que tenía enfrente. No evocaba al personaje famoso, sofisticado y bien vestido que tantas veces había visto en la televisión y en los artículos de las revistas. Aquella mujer era hermosa de verdad, sin maquillaje, despeinada, con unos vaqueros gastados y una sudadera que apenas ocultaba la sugerente forma de sus senos. Doris jamás la habría reconocido como la hija del Presidente, pero tampoco habría pasado por alto su atractivo- ¿Puedo preguntarle cómo se le ocurrió venir aquí?- inquirió Doris- Una amiga mía, Tanner Whitley, ha estado alojada aquíDoris arqueó una ceja ligeramente al recordar a la joven y atractiva magnate de los negocios que la había visitado a principio de temporada- Una de mis huéspedes más interesantes- comentó- Vino con otra mujer muy guapa, si mal no recuerdo- Tanner acostumbra a hacerlo- Santana la miró directamente a los ojos y le agradó comprobar que la otra mujer no desviaba la mirada- No debe preocuparse por mi discreción, señorita López. Mi único afán consiste en proporcionar a mis huéspedes una buena ocasión para esquiar e intimidad. Sólo espero que disfrute de siete días de excelentes carreras. No me importa nada su vida personalSantana se rió- Vaya, tal vez sea la única persona de los Estados Unidos que dice algo así en serio- Creo que tiene usted razón- Doris también se rióUna hora después Britt entró en el salón y se sirvió una taza de café del gran recipiente que siempre se encontraba preparado sobre el aparador. Se volvió, mientras bebía con gesto agradecido la aromática infusión, y sus ojos tropezaron con los de Doris Craig, que se hallaba trabajando en una mesita del rincón de la sala. Doris sonrió con gesto amable y Britt asintió, mientras se acomodaba en una de las grandes sillas de cuero que había frente a la chimenea. Al poco rato, Doris se acercó a ella con su propio café- Ya ha salido a las pistas- le comentó. La noche anterior no había tardado mucho en adivinar quién daba las órdenes en el grupo de gente que rodeaba a Santana López- Sí, ya lo sé- Lo imagino- dijo Doris- Debe de resultar muy difícil para ellaBritt llevaba demasiados años desempeñando su trabajo como para caer en la trampa de la conversación casual con una desconocida, y menos cuando la conversación trataba de alguien tan importante como la hija del Presidente. Sin embargo, había algo auténtico en la mujer que se hallaba sentada a su lado, se encontraba cómoda con ella- Supongo que síDoris tal vez no fuese una experta en las complicadas relaciones que se establecían entre una mujer como Santana y las personas que la cuidaban, pero sabía mucho sobre la atracción entre mujeres. Había observado a la reservada agente del Servicio Secreto y a la primera hija la noche anterior durante la cena y posteriormente, cuando el grupo se reunió en el salón. Santana López apenas había apartado la vista de la carismática jefa de seguridad, y parecía que la mejor amiga de Santana, Rachel, también se sentía cautivada por ella. La mujer objeto de tanta atención, sin embargo, no traslucía gran cosa, a menos que se la examinase, y Doris la había examinado muy de cerca.Mientras los demás se enfrascaban en la conversación, la mujer rubia de ojos azules contemplaba a la hija del Presidente con una intensidad tan penetrante que casi podría haberle dejado marcas en la piel. Doris había visto antes aquella mirada en los ojos de mujeres que creían conocer sus propios corazones, sus mentes; en los ojos de mujeres que se negaban a admitir sus verdaderos sentimientos.- Debe de sentirse sola- comentó Doris en voz queda- No le vendría mal una amiga- Tiene amigas- Britt suspiró, dejó la taza de café sobre la mesita, fue hasta la chimenea y contempló el intenso resplandor rojo y el crepitar de los leños que ardían brillantemente hasta consumirse- Necesita ser libre. Algo que nadie puede darle- Hay más de una forma de ser libreBritt observó como ardía el fuego durante unos minutos, consciente de que no había respuesta. Cuando se volvió, se encontró sola- Precioso, ¿verdad?- comentó Santana cuando se reunió con Britt en la amplia terraza frontal de la estación de esquí, esa noche después de la cena. La temperatura era muy baja y el aire era tan cortante que le producía cosquilleos en la piel. Una negrura absoluta teñía el firmamento moteado de estrellas tan numerosas y brillantes que daban la impresión de hallarse a orillas del cielo- Si- afirmó Britt, pensativa- Lo es- No debería permitir que Stark juegue a las cartas- El aliento de ambas dejaba nubecillas de cristales blancos colgando en el aire. A pesar de la temperatura, Santana no sentía frío. Había esperado toda la noche una oportunidad para estar a solas con su jefa de seguridad. Llegado ese momento, se le aceleró el pulso y se le encogió el estómago con una emoción que no podía negar- Es malísima y peligrosa para sí misma. Si hubiera sido mi pareja, la habría asesinado- Los agentes del Servicio Secreto juegan a las cartas por obligación- respondió Britt muy seria, aunque en la comisura de sus labios se dibujó una sonrisa- Sí, claro- Santana se acercó hasta que su hombro rozó el de Britt y ésta, sorprendentemente, no se apartó- Aunque estoy segura de que los agentes del Servicio Secreto saben hacer muchas cosas- Sólo han de ser diligentes- Britt suspiró- No se quede fuera mucho tiempo, señorita López. Hace más frío de lo que parece- Hay remedios para eso, ¿sabe?- Apoyó la mano, que no llevaba guante, sobre la muñeca desnuda de Britt- Santana, sé lo difícil que resulta todo esto para usted...- No creo que lo entienda- dijo Santana, acercándose hasta que se hallaron cara a cara, con los muslos juntos- Parece condenadamente difícil llevarse a la cama a la propia jefa de seguridad sin crear un escándalo nacional- Tal vez haya un mensaje en eso- Britt retrocedió lo justo para deshacer el contactoLe resultaba demasiado duro pensar en el calor de la piel de Santana sobre la suya- Puede, pero no me interesa. Solo me interesas tú- Santana se inclinó hacia delante y, con los labios casi pegados a los de Britt, susurró- Ven a mi habitación esta noche, Britt. Por favor- Me temo que ha malinterpretado mis atenciones- dijo Britt sin alterarse. Santana López era, sin duda, la mujer más atractiva que había conocido y, por si fuera poco, se revelaba conmovedoramente vulnerable en sus momentos de descuido. Britt habría deseado que existiese alguna forma de aliviar el dolor de la joven, pero no podía permitir que su compasión interfiriese en su eficacia- Se recordó a si misma que aquella hermosa seductora estaba menos interesada en ella que en utilizarla como instrumento para romper las cadenas de su invisible prisión. Ni siquiera se lo reprochaba, pero ese ejercicio de recuerdo le ayudó a ignorar el martilleo de su corazón y el bullir de la sangre en sus entrañas- Solo me preocupa su bienestar físico. No me interesa ninguna otra cosaAquellas palabras desgarraron a Santana, que se estremeció. Había perdido la cuenta de los años en que no se acercaba a una mujer con verdadero deseo. El rechazo le dolió. El dolor y el hecho de haberse expuesto a él la irritaron. Se volvió y caminó rápidamente hacia la puerta, precisando en tono cáustico- No confunda la lujuria con el afecto, comandante. Mi interés hacia usted, como creo que dijo una vez, es estrictamente biológicoBritt la vio marchar, luchando con su propia decepción y, no podía negarlo, con su pena. Naturalmente, sabía que sólo se trataba de una conquista ocasional, pero eso no amortiguaba las hirientes palabras de SantanaUna llamada a la puerta de Britt la arrancó del profundo sueño y le inyectó la adrenalina de la alera en un instante. Cogió la pistola de la mesilla al poner los pies en el suelo. El reloj marcaba las 4.44 de la mañana. Atisbo por el ojo de la cerradura y se sintió aliviada al comprobar que al otro lado de la puerta no estaba el jefe de turno del equipo de Santana. "Santana se encuentra bien"Britt abrió la puerta un par de centímetros y susurró:- ¿Qué ocurre, Stark?Paula Stark miró a su jefa con el rostro demudado. Tragó una vez de forma audible y se pasó la lengua por los labios secos con nerviosismo- Tengo que hablar con usted, comandante- ¿No puede esperar?- No, señora, no puedo- De acuerdo, agente, entre- Britt abrió la puerta para que entrase su subordinada y volvió a colocar el arma en la pistolera que estaba sobre la mesilla. Encendió la lámpara y le indicó a Stark una silla ante la mesita que había junto a las ventanas. Se sentó frente a ella y la miró con curiosidad. Por un instante, le dio la impresión de que Stark iba a llorar- Quiero que me traslade- manifestó Stark categóricamente- ¿Hay alguna razón que justifique que me despierte en medio de la noche para decirme una cosa así?- le preguntó Britt en tono cortante. La asaltó un mal presentimiento sobre la dirección que iba a tomar la conversación- Necesitaba decírselo ahora. Pretendo marcharme a primera hora de la mañanaBritt suspiró y se reclinó. Se frotó la cara con las manos y, luego, examinó a la mujer pálida que tenía enfrente- ¿Quiere contarme de qué se trata?- Yo... no creo que pueda seguir desempeñando mi misión- Eso no fue lo que afirmó el día en que yo me incorporéPaula Stark miró a Britt por primera vez y sus hombros se pusieron tensos- Entonces no me había acostado con ellaBritt sintió un agarrotamiento en el fondo del estómago y apretó la mandíbula para tragarse la maldición que pugnaba por salir de sus labios. Se levantó bruscamente, golpeó la silla y se dirigió al otro extremo de la habitación. Luego se volvió con tal rapidez que en aquel reducido espacio que Stark se estremeció- ¿Ha perdido la maldita cabeza?- Comandante...Yo...no tengo disculpa, señora- Stark se levantó con las piernas temblando- Le enviaré mi dimisión tan pronto...- Siéntese- Britt apretó los puños, hirviendo de rabia y con su imponente compostura a punto de resquebrajarse. Sabía por instinto que no manejaba bien el asunto, pero reaccionó inmediatamente con una furia profunda y algo que, para su incomodidad, se asemejaba mucho a los celos- ¿Cómo diablos ha ocurrido?- No lo había planeado. Yo..., no sé... Sólo...Ella...- Stark levantó las manos en un gesto de indefensión- La acompañé a su habitación, estuvimos hablando y luego ella me be...- No quiero detalles- le esperó BrittStark se puso rígida otra vez, pero sus ojos eran sinceros y su voz firme cuando habló- Ella me lo pidió y yo no me negué- Dios mío- murmuró Britt. "¿No hay fin para el caos que esa mujer es capaz de crear? Ahora me toca enfrentarme a la posible ruina de la carrera de una mujer muy competente" - ¿Quién lo sabe?- Nadie. Esperé hasta que el pasillo estuvo vacío para salir de su habitaciónBritt se obligó a pensar por encima de la rabia. El futuro de Stark dependía de eso- ¿Cómo se siente ahora?Stark miró a su jefa, sorprendida. Antes no se le había ocurrido pensarlo- No lo sé- ¿Está enamorada de ella?- le preguntó Britt en voz baja. Por alguna razón, las palabras salían de su boca con dificultad- Me parece que no- respondió Stark, muy incómoda- Fue...algo físico- Sí, no me cabe duda- dijo Brittany para sí. Se negaba a imaginar a las dos mujeres juntas, pero le costaba trabajo apartar de su mente la imagen de Santana haciendo el amor con aquella mujer. Sacudió la cabeza y se esforzó por centrarse en el asunto que se le había presentado- Ojalá hubiese alguna forma de pasar por alto esto, agente Stark, pero no la hay. Aunque usted no sienta nada personal hacia ella, no puedo confiar en su objetividad. No puedo confiar en que consiga que su relación con ella no nuble su juicio. Sería peligroso para ella...y también para usted- Ya lo sé, comandante- Stark contempló sus manos cruzadas sobre la mesa con una expresión del mayor desconsuelo- No he pensado en otra cosa durante las últimas tres horas. Desde que...nosotras...He estado dándole vueltas a lo que debía hacer- ¿Por qué me lo ha contado?- Porque, si lo averigua sin que yo se lo haya dicho, arruinaría mi credibilidad para siempre- respondió Stark al momento, en tono sorprendido- He cometido un error, pero sé cuál es mi deber- ¿De veras?- Britt la miró con creciente respeto. Stark ganó crédito al no desviar la mirada mientras Britt la examinaba, inflexible, en un prolongado silencio- ¿Está en condiciones de jurarme que no existe ningún vínculo romántico entre usted y la señorita López?- Sí, señora, lo juro- Puede continuar en su puesto, agente Stark. Si veo que su entendimiento o sus actos se encuentran afectados de alguna forma, la trasladaré inmediatamente sin considerar las consecuencias que ello tenga sobre su carrera- Sí, señora. Lo entiendo, señora- Stark se levantó, casi en posición de firme- Muchas graciasBritt asintió, con un cansancio repentino. Cuando la puerta se cerró tras la joven agente, se tendió sobre la cama y contempló el techo. Sentía un dolor interno, un dolor por la pérdida de algo que ni siquiera sabía que necesitaba. Cerró los ojos, por fin, e intentó ignorar la imagen de Santana López desnuda, con sus piernas enredadas en torno a la difusa figura de Paula Stark. Como el sueño no la vencía, acabó por levantarse, se duchó y bajó a recibir el amanecer- ¿Puedo sentarme con usted?- Como quieraA Santana no le pasó inadvertida la tensión de la voz de Britt ni la furia fría que empañaba sus ojos- Supongo que ya sabe que anoche tuve compañía- Lo han puesto en mi conocimientoPor alguna extraña razón, a Santana no la satisfizo aclararle a su distante jefa de seguridad que no era irreemplazable, sobro todo en la cama. De hecho, había sentido una inquietud desconocida durante toda una noche de desasosiego. Por primera vez, según recordaba, se arrepentí de un escarceo sexual. Se arrepentía de haber deseado otro cuerpo bajo sus labios y sus dedos mientras hacia el amor con Paula Stark. Se arrepentía de no haber amado a la joven que yacía agotada y vulnerable entre sus brazos. Se arrepentía de haber engañado a la mujer que se había llevado a la cama- ¿Se da cuenta de que ha puesto la carrera de ella en peligro?- Preguntó Britt entre dientes, procurando por todos los medios no perder la calma. No sabía muy bien con quién estaba más enfadada, si con Paula Stark por su falta de criterio o con Santana López por su total carencia de discreción a la hora de elegir compañeras de cama. Al mirar a Santana, Britt tuvo que esforzarse para no imaginar aquellos labios suaves y sensuales sobre su cuerpo. Aunque fugazmente, conocía los abrazos de Santana y, a pesar de su ira, le costaba trabajo borrarlos de la memoria- Stark... Dios mío- Si le sirve de algo a su sentido de la ética, la iniciativa no partió de ella exactamente- Santana empujó la silla y se levantó, sin haber probado el desayuno que estaba sobre la mesa. Luego miró a Britt con una especie de remordimiento y habló con tono amargo- Y he terminado con ella. No volverá a ocurrirLa hija del presidente se retiró, de repente, sin esperar respuesta. Ni siquiera le dirigió una mirada a Paula StarkBritt permaneció sentada, observando cómo Santana atravesaba el comedor con pasos airados. Se esforzó por mantener la compostura, pues sabía que la furia sólo contribuiría a nublar su juicio y a dificultar su trabajo. Dos agentes salieron del comedor para seguir a Santana a una distancia discreta. Britt confiaba en que estuviesen preparados por si la hija del Presidente decidía salir del hotel. "Déjala ir y haz tu trabajo. Limítate a hacer tu trabajo"Media hora después Brittany tomó su equipo y la recibió en el exterior una maravillosa mañana de Colorado. El aire era claro como el cristal y el sol arrancaba a la nieve un resplandor blanco que la obligó a ponerse enseguida las ganas de esquí. Sabía, por la comunicación que había mantenido con el jefe de equipo del turno de día, que Santana estaba en las pistas superiores preparándose para dedicar la mañana a un largo y difícil descenso. Esquió hasta el teleférico para reunirse con ellos.Cuando Britt llegó a la cima, Santana iniciaba su primer descenso por la ladera. Britt fue tras ella, dejándole distancia para maniobrar sobre la inclinada pendiente. Mientras la seguía, no apartaba los ojos de aquella veloz figura que se abría paso sobre las prístinas laderas nevadas. La asalto una momentánea punzada de sorpresa cuando una figura oscura surgió de una arboleda situada a seis metros de la pista y se dirigió hacia Santana López.Britt no se rendía ante la emoción del miedo; ralentizaba los reflejos y nublaba la razón. Durante el segundo que tardó en coger la pistola, vio cómo la figura se interponía en el camino de Santana, que cayó entre nubes de nieve y hielo. En el mismo momento, a Britt la dominó una sensación de haber vivido aquello antes que la aturdió. La imagen de Janet cayendo y de una explosión roja sobre su pecho se deslizó en la mente de Britt como una diapositiva conocida en una pantalla nítida, y se le encogió el estómago mientras el pánico amenazaba con apoderarse de ella.Britt se esforzó por apartar aquella imagen de su mente tan rápidamente como había aparecido y centró toda su atención en Santana. El atacante había caído por la fuerza del choque y se debatía para levantarse en la nieve a escasos metros de Santana. Britt se detuvo al lado de la joven y se quitó los esquís inmediatamente. Luego se lanzó sobre su cuerpo inerte, mientras apuntaba con la pistola a la figura próxima. Con la otra mano sacó la radio del cinturón y gritó con voz ronca:- ¡Código rojo! ¡Código rojo!Britt se acurrucó sobre el cuerpo inmóvil de Santana para protegerlo, mientras varios agentes salían de entre los árboles con las pistolas preparadas y le gritaban al atacante que se tumbase. Lo rodearon en cuestión de segundos. En cuanto Britt tuvo la certeza de que Santana ya no corría un peligro inminente, pulsó las frecuencias de la radio y pidió transporte urgente y un helicóptero de evacuación médica que las recogiese en la pendiente. Luego, con el corazón acelerado al máximo, se apartó con cuidado del cuerpo de Santana. Se apresuró a enfundar la Glock y a quitarse los guantes."Dios, que no esté mal herida. Por favor, ella no"Santana yacía de espalda, con los ojos cerrados. No se movía, y su cara estaba pálida, muy pálida- Santana, ¿puede oírme?- Britt apretó dos dedos contra la arteria carótida, debajo de la mandíbula de la joven. Notó el pulso fuerte y firme, aunque parecía inconsciente- ¿Comandante?- gritó una voz cercanaCon dedos levemente temblorosos, Britt abrió la parka de Santana y deslizó la mano dentro, buscando alguna herida. Cabía la posibilidad de que el atacante le hubiese clavado un cuchillo o un punzón durante el choque. Sin mirar siquiera a los otros agentes, gritó:- Llévenlo a un lugar seguro. Y que venga la maldita unidad de evacuación médica. Ahora mismoUna parte de su cerebro trabajaba eficientemente, según las reglas, pero un terror que amenazaba con asfixiarla dominaba la otra. Deslizó la mano bajo el jersey de Santana y no encontró rastros de sangre. Rozó con los dedos el terso abdomen y, luego, intentó palpar la espalda de la joven sin darle la vuelta- ¿Britt?- susurró Santana, aturdida- ¿Britt?- Sí- Britt miró los descentrados ojos oscuros de Santana y se sintió aliviada- No se mueva- Qué...Dios, mi cabeza...Qué...- No pasa nada. Está a salvo- Britt palpó con cuidado los costados de Santana y, a continuación, el pecho. Seguía sin haber señales de heridas. "Gracias a Dios"- ¿Qué hace?- Comprobaciones- murmuró Britt, cuyo temor se amortiguó al advertir que la voz de Santana sonaba más fuerte- He...querido que hiciese esto, pero...no aquí- comentó Santana en un tono débil, conuna sonrisa insegura. Intentó incorporarse, pero esbozó una mueca cuando sintió una descarga de artillería en la nuca. Se dejó caer entre leves lamentos- Maldita sea, quédese quieta- Qué remedio...¿Qué...diablos...ha pasado?- Aún no lo sé- respondió Britt con tristeza. Subió la cremallera de la chaqueta de Santana y se quitó la suya. Santana estaba temblando, así que puso su chaqueta sobre el cuerpo de la joven- ¿Cómo se encuentra?- No se la quite- murmuró Santana- Se va...a congelar- Cállese, Santana- susurró Britt y sonrió- ¿Qué le duele?- La cabeza- Santana movió con cautela los brazos y las piernas. Su visión era clara y, aparte del tremendo dolor de cabeza que sentía, se encontraba tranquila- Estoy bien- La sacaremos de aquí dentro de un minuto- dijo Britt dulcemente. Levantó la radio y rugió- ¿Dónde demonios está la unidad de evacuación?Durante unos instantes sólo oyó interferencias y, luego, la voz de Sam- Las nubes han retrasado al helicóptero. Una ambulancia viene de camino y llegarán motonieves dentro de un par de minutos- Entiendo- A Britt no le gustaba aquello. Era una chapuza. Deberían haberles informado de que no había helicópteros disponibles. Aunque, en aquel momento, no podía hacer nada- No quiero ir al hospital- Santana le sujetó el brazo con una fuerza sorprendente- Los medios de comunicación se lanzarán sobre esto. Mi padre asiste a una cumbre sobre desarme y no es preciso molestarlo- De acuerdo. Me ocuparé de eso- Britt no iba a discutir con Santana. En aquel momento su equipo conducía al sospechoso al hotel. Lo interrogaría ella misma en cuanto Santana recibiese asistencia. Tenía que enfocarlo como un atentado contra la vida de Santana, pues daba por sentado que de eso se trataba. El tiempo de respetar los deseos de Santana había pasado. Aquello no admitía compromisos- Ya me encargaré yo- Usted manda, comandante- Santana se fijó en que Britt apretaba la mandíbula y se dio cuenta de que no había posibilidad de negociaciones- Al menos déjeme llamarlo y decirle que estoy perfectamente..., antes de que esto salga en las noticias.- Por supuesto. En cuanto la saquemos de la montaña- Pasó la mano por el cabello de Santana- No se mueva, la camilla llefará enseguidaSantana agarró la mano de Britt y entrelazó sus dedos con los de ella- No se vaya- No- susurró Britt. Quería abrazarla, pero sabía que no podía. Por demasiadas razones. Se contentó con agacharse en la nieve y acercarse a ella- No, claro que no me iréSeis horas después Britt saludó a Stark, que se hallaba sentada ante la habitación de Santana López, en el hospital. Stark se puso en pie de un salto- ComandanteBritt la miró y se fijó en los tres vasos de café vacíos que había en el suelo. A Stark le brillaban los ojos demasiado y se apreciaba el temblor de sus manos desde metro y medio de distancia. Britt levantó la radio y llamó- Sam, envíe un relevo para Stark ahora mismo- Me encuentro bien, comandante- No, no se encuentra bien. Vaya a dormir un poco- Britt ignoró el rubor de Stark y abrió la puerta con cuidado. Se detuvo un instante en la penumbra para comprobar si Santana estaba despierta- ¿Britt?- Sí- Entre, pero no encienda la luz. Me hace vomitar- Entendido- Britt se acercó a la cama y miró a Santana. Le pareció demasiado pálida. Tuvo que reprimir las ganas de estirarse y tocarla, e intentó disimular su preocupación- ¿La he despertado?- No. Tramaba mi fuga- respondió Santana débilmenteBritt se rió con un matiz de sarcasmo- ¿Por qué será que la creo?Una tenue sonrisa se dibujó en los labios carnosos de Santana. Durante un segundo, en sus ojos resplandeció una alegría juvenil que hacía años que no experimentaba- Tal vez porque empieza a conocer mis artimañas- No- Britt acercó una silla a la cama, se sentó y se inclinó para que Santana pudiese verla sin incorporarse. Luego le dijo con dulzura- Dudo mucho que llegue a conocer todas sus artimañas- Podría- susurró Santana- si me da la oportunidad de enseñárselasBritt sonrió e hizo caso omiso de la observación. Santana estaba herida, era vulnerable, y no era el momento de pelearse- ¿Cómo se diente- De pena- respondió Santana en un inusitado rasgo de candor. Me siento como si me hubiera atropellado un camión- ¿Quiere que llame a la enfermera? ¿Puedo hacer algo?- preguntó Britt. Odiaba verla así. Prefería infinitamente su fuego y su furia- Me basta con su compañíaBritt miró la mano de Santana, que yacía inmóvil sobre las mantas del hospital. Recordó la gracia con la que la misma mano se había deslizado sobre el cuaderno de dibujo y había captado su parecido con una perspicacia asombrosa. Salvo su madre, nadie la había retratado de una forma tan certera. Sin intención, cubrió los finos dedos de Santana con los suyos. Sólo pretendía infundirle confianza, y se encontró con que los dedos de Santana, entrelazados con los suyos, se la infundían a ella.- ¿Ha hablado con su padre?- Sí. Gracias- Bien- Lo había pasado mal solucionando todas las prioridades. Por un momento, en la montaña había pensado que Santana estaba herida, tal vez de gravedad. El miedo asfixiante superó la mera preocupación por la persona a la que debía custodiar. No soportaba la idea de que Santana sufriese ningún daño y no se atrevía a analizar en detalle los motivos. Se aclaró la garganta y trató de ignorar el repentino cosquilleo que sintió en su mano cuando los dedos de Santana se entrelazaron aún más con los suyos- Su atacante era un chico de dieciséis años que decidió esquiar montaña abajo y surgió entre los árboles, procedente de una pista contigua. No debía estar allí, pero nadie vigiló aquella parte del descenso. No tenía ni idea de quién es usted y, de hecho, no creo que lo sepa- Entonces, ¿de momento estoy segura?- preguntó Santana con una pizca de amargura- No parece que haya relación con los hechos de Nueva York. Hemos logrado que esto pase inadvertido y no creo que los medios de cominucación le dedique mucho espacioSantana suspiró, agradecida- Gracias. Quiero salir de aquí esta tarde y volver a la cabaña- ¿Por qué tampoco me sorprende eso?- dijo Britt con resignación- Me he tomado la libertad de consultar con sus médicos y me han dicho que, si su dolor de cabeza mejora, le darán el alta encantados- Estupendo. Puedo soportar un dolor de cabeza. Aquí dentro me siento como en una pecera- ¿Está segura?- reprimió las ganas de retirar unos mechones dispersos de cabello negro que caían sobre las mejillas de Santana- Se ha llevado un buen golpe ahí fuera- Los he recibido peores en el cuadrilátero- Santana trató de hablar en tono displicente, pero su voz sonaba débil- Aguantaré con resignación. Déjeme salir, por favorEl ruego era tan poco propio de ella que a Britt se le encogió el corazón de compasión. Soltó la mano de Santana y se levantó- Haré los preparativos- Gracias- No tiene por qué dármelas- respondió Britt, con un nudo en la garganta. "Estás bien, y eso es lo único que importa"Britt casi había llegado a la puerta cuando Santana habló:- Y gracias por protegerme esta tarde- dijo delicadamente. Aún notaba el inesperado consuelo del abrazo de Britt mientras yacía entre sus brazos sobre la nieve- Tampoco tiene por qué agradecerme eso, señorita López- Britt agarró el pomo de la puerta con tanta fuerza que le dolieron los dedos. Durante un instante fugaz volvió a sentir el extraño terror que había experimentado al ver caer a Santana. No podía permitirse aquel sentimiento hacia ella. No podía permitirse sentir nada por ella. En un tono más áspero del que pretendía, añadió- Sólo hice mi trabajoLuego se fue, y Santana se quedó sola de nuevo.- ¿Qué tal su cabeza?- preguntó Britt tras ocupar un asiento al lado de Santana. Había estado observándola desde el despegue, media hora antes. La joven morena se había puesto cada vez más pálida y su rostro estaba blanco como la cera. Los ojos oscuros reflejaban dolor- Sobreviviré- respondió Santana en voz baja. En realidad, el menos movimiento vertical del avión le producía una oleada de náuseas que amenazaba con romper su admirable autocontrol. Por suerte, el cielo estaba despejado y el avión se dirigía a Nueva York con muy pocas turbulencias. En otras circunstancias, temía haberse puesto en evidencia.Britt acercó la cabeza, aunque los otros agente y Rachel se sentaban diez filas por delante y se hallaban enfrascados en sus conversaciones o durmiendo. Santana y ella se encontraban solas. Aun así, Britt no quería que nadie oyese su conversación privada- No tiene que ser una heroína. ¿Por qué no toma un par de analgésicos e intenta descansar?Santana comenzó a sacudir la cabeza, pero se detuvo de pronto cuando un ligero movimiento hizo que se le encogiese el estómago- Créame, comandante, no soy una heroína. El problema es que los analgésicos me sientan peor que el dolor- Me temo que a mí me ocurre lo mismo- Britt se movió en el asiento, retiró el apoyabrazos central y estiró el brazo izquierdo sobre los respaldos. Señalo hacia su hombro con un además de la barbilla y sugirió- Inclínese y cierre los ojos durante el resto del vuelo. Seguramente será lo único que le alivie un poco. Créame, he estado en su situación más de una vez. Sólo hay una forma de aguantar: con pastillas o durmiendoSantana carecía de fuerzas para poner en tela de juicio el tono amistoso de Britt y supuso que el gesto de amabilidad obedecía a la compasión, más que a otro tipo de sentimientos especiales hacia ella. No obstante, en ese momento necesitaba precisamente lo que Britt le ofrecía: simple consuelo humano- Gracias- se movió con cuidado y se apoyó en el costado de Britt, de modo que su cabeza descansaba en la curva del brazo de la agente. Sabía que no iba a dormir, pero tal vez el dolor se amortiguase si cerraba los ojos- De nada- Britt estiró las piernas y se recostó en el asiento. Al cabo de un par de minutos se dio cuenta, por el movimiento rítmico del pecho de Santana, de que la joven se había dormido. El débil zumbido de fondo de los motores y el calor del cuerpo de Santana le proporcionaron una sensación de paz que había olvidado hacía mucho tiempo. Miró por la ventanilla sin pensar en nada. Durante aquellas preciosas horas, no deseaba más que la presencia de Santana. Y, cuando se quedó dormida, apoyó la mejilla sobre los suaves y fragantes cabellos de Santana.Cuando el avión aterrizó, Britt y Santana se despertaron al mismo tiempo. Ninguna de las dos se movió. La mano de Britt había resbalado del asiento, se curvaba con delicadeza sobre el costado de Santana y descansaba debajo de su pecho. Mientras dormía, Santana se había dado la vuelta y había rodeado la cintura de Britt con su brazo. Apoyaba la cabeza bajo la barbilla de Britt y reposaba entre sus brazos. Estaban abrazadas como si siempre hubiera sido así.Cuando los ocupantes de la cabina comenzaron a levantarse y estirarse, Britt retiró el brazo del cuerpo de Santana, aunque no quería soltarla- Señorita López, tenemos que salirCon un suspiro Santana se enderezó, se mesó los cabellos despeinados y se fijó en que ya no le dolía la cabeza- Sí, claroMiró a Britt y la sorprendió percibir una fugaz expresión de algo semejante a la pena en su atractivo rostro. Pero enseguida regresó la impenetrable máscara profesional.- La veré en tierra- Britt se levantó del asiento y añadió- Parece que está mejor. ¿Se encuentra bien?- Sí, gracias, comandanteBritt sonrió y la dejó para hablar con su gente sobre los planes de transporte hasta el departamento. Rachel avanzó por el pasillo hasta el asiento vacío de Britt.- Estabais muy cómodas ahí juntitas- observó secamente- Déjalo ya, Rachel- dijo Santana en voz baja. Rachel se tragó la observación que iba a hacer. Había algo en la voz de su antigua amiga que la puso sobre aviso. De hecho, se las veía muy bien juntas. Demasiado bien juntas. Era como si se hubiesen abrazado mil veces antes. Rachel se limitó a sacudir la cabeza y a silenciar sus palabras de advertencia. Algo le dijo que Santana no la escucharía


HonorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora