4to libro

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Capitulo 2


03.13 16 agosto 2001-Al habla Perro Rojo: ¿Me recibe?-Perro Rojo: Recibido jefe de equipo-¿Tiene al objetivo a la vista?-Perro Rojo: Negativo... objetivo fuera de alcance-ENCUÉNTRELA. La Operación Hidra está activa.-Esperando fecha de expiración.-Perro Rojo: Recibido. Avisaremos cuando el objetivo esté seguro.-Te pediría que subieras -dijo Renee cuando Stark y ella llegaron ante la puerta del hotel-. Pero son las cuatro y media de la mañana y, a estas horas, no tenemos muchas opciones, aparte de acostarnos.-No pasa nada -respondió Stark en tono amable, extendiendo la mano para tocar los dedos de Renee-. Ha sido divertido. Hay algo especial en pasear por una ciudad cuando todo el mundo duerme, sobre todo por una ciudad tan bonita como esta, que me hace sentir como si estuviese en medio de un maravilloso sueño. Estar contigo esta noche ha sido como convertir ese sueño en realidad.Los labios de Renee se abrieron en un gesto de sorpresa, mientras contenía la respiración. Luego habló con voz ronca:-¿Cómo es posible que el entrenamiento que ha hecho de ti una dura agente del servicio secreto no haya eliminado tu ternura?Stark se encogió de hombros y una sonrisa irónica se dibujó en la comisura de su boca.-Lo intentaron a conciencia, pero por lo visto hay algo de lo que no me he podido librar.-Gracias a Dios.-No estoy segura de que sea una ventaja -observó Stark, avergonzada-. Se supone que tendría de dejar a un lado mis sentimientos para hacer el trabajo correctamente.-Oh no, cariño -protestó Renee dulcemente-. Sé que esa es la línea que nos marcan: ningún vínculo emocional con los protegidos, ninguna aportación personal. Pero yo opino que, cuando dejas de involucrarte, te vuelves descuidada. –Renee cogió a Stark de la mano con gesto audaz y la apartó del pequeño toldo para ocultarse entre las sombras del edificio. Acarició el rostro de Stark y la besó tiernamente-. Haces lo correcto, y fuera del trabajo espero que no cambies nunca.Stark tragó saliva y agarró a Renee por la cintura.-Puedo asegurarte que no cambiará nada de lo que siento por ti.Renee apoyó la frente en la de Stark, disfrutando del placer del momento antes de besarla de nuevo.-¿Me lo prometes?-Lo prometo -respondió Stark-. Y no debes torturarte pensando si debes pedirme que suba, porque diría que no.-¿En serio? ¿Así de simple? -El tono de Renee era una mezcla de sorpresa y consternación. Le encantaba su lento noviazgo, pero una parte de ella deseaba que la espera fuese al menos tan molesta para Stark como para ella-. No estoy muy segura de que me guste saberlo.-Oh, créeme, sufro mucho. -Stark se rió, cogió la mano de Renee y ambas enlazaron los brazos-. Pero no me refería a esto. Hay algo que... tengo... que hacer.-¿A estas horas? -Renee ladeó la cabeza y entrecerró los ojos, observando a Stark con mirada astuta-. A ver si lo adivino... La agente Stark está de servicio.-Sí. -Stark asintió con gesto culpable-. Algo por el estilo. "¡Dios, qué fácil sería enamorarme locamente de ti! Tengo que tomármelo con calma." Renee soltó de mala gana la mano de Stark y le dio un empujoncito-. De acuerdo, vete. Vete ya. Llámame mañana cuando tengas tiempo.-Sí, gracias. -Stark se volvió para marcharse, pero de pronto, como si se le hubiese ocurrido algo, retrocedió, atrajo a Renee hacia sí y le dio un rotundo beso. Cuando apartó la boca, tuvo que coger aire antes de poder hablar-: Que duermas... bien.Renee, con un hormigueo en los labios y el corazón desbocado, se quedó mirando cómo se alejaba Stark. "Lo haré, si consigo que mi cuerpo se calme."Media hora después, Stark se acercó lentamente a un anodino sedán negro aparcado en la intersección de la Rue Seguier con la Rue de Savoie. Una solitaria figura, envuelta en sombras, ocupaba el asiento delantero. Antes de que Stark abriese la puerta, se bajó la ventanilla en silencio. Stark apoyó un brazo en el capó del coche y miró el interior.-Hola. ¿Te apetece un café?El rostro de la despampanante mujer que la miró con curiosidad podría haber ilustrado la portada de cualquier revista de moda. Felicia Davis asintió y esbozó una sonrisa de Mona Lisa.-¿Por qué será que no me sorprende verte?-Lo mismo digo -repuso Stark-. ¿Cuánto tiempo llevas aquí?-Desde las dos y media.-¿Lo saben?-No, y prefiero que no lo sepan. -Davis alzó un hombro con gracia. Ni siquiera la floja cazadora que llevaba ocultaba su elegancia natural-. Creo que la comandante tenía intención de que estuviesen solas.-Hay un café abierto a la vuelta de la esquina. ¿Te traigo un exprés?-Que sea doble. Y Dios te bendiga. -Felicia subió la ventanilla mientras Stark se alejaba. Durante la conversación, no había apartado la vista de la entrada de la pensión en la que la comandante Brittany Pierce y Santana López pasaban la noche. Comprendía que quisiesen estar solas y no le apetecía destruir aquella ilusión de intimidad. Sin embargo, su responsabilidad consistía en que la primera hija no sufriese ningún daño. Haría lo posible por cumplir con su deber, respetando al mismo tiempo los deseos de la comandante y de Egret. Stark regresó poco después, y Felicia abrió la puerta. Stark ocupó el asiento de acompañante, cerró la puerta y entregó un vaso de café de cartón, tamaño dedal, a la otra agente.-¿Sabe Sam que estás aquí?Felicia bebió el café en silencio, y luego volvió la cabeza y miró a Stark con gesto pensativo.-No.-Creí... bueno, ya sabes... que tal vez se lo habías consultado -farfulló Stark. "Por Dios, Paula, podrías ser un poco más sutil." Sabía, o al menos suponía, como la mayoría de los miembros del equipo, que Felicia Davis y Sam Evans, el coordinador de comunicaciones del equipo y segundo de a bordo, mantenían una relación. Los dos agentes eran muy discretos, pero se sabía que se veían a menudo-. Supuse que te había enviado él.-Estaba en el centro de mando cuando entró Fielding después de que la comandante diese permiso para irse a los del turno de noche. Dijo que tú y él teníais que acompañarlas a este sitio. Parecía encantado de disponer del resto de la noche libre. –El tono sugería que no le parecía bien enfocar el servicio de aquella forma, pero no dijo nada más. Era relativamente nueva en el equipo, al que había llegado procedente de la división técnica gracias a sus conocimientos informáticos. No ser miembro habitual de la rama de protección la convertía en una especie de intrusa para algunos.Stark se puso colorada.-Debería haberme quedado aquí.-No estoy criticando a nadie. -El tono sosegado de Felicia subrayó sus palabras-. Confío en el buen sentido de la comandante y no creo que haga nada que ponga en peligro a Egret. Estoy aquí porque así me siento mejor.-Yo también, supongo. ¿Te importa que te haga compañía?-Por mí estupendo. Espero que la comandante hable con el centro de comunicaciones a primera hora de la mañana. Deberíamos desaparecer antes de que llegue el equipo oficial.-Sí -murmuró Stark, bebiendo el café-. ¿A qué hora calculas?-¿Conociendo a la comandante? Llamará a Sam a las siete en punto.-Calculando media hora para que Sam envíe al primer turno, deberíamos marcharnos a las siete y cuarto. -Stark pensó en salir a comprar más café y pan-. No me apetece empezar el día con una bronca de la comandante.Felicia suspiró y estiró las largas piernas bajo el reducido salpicadero.-No creo que te riña. Pero me gustaría que hubiesen tenido la noche que querían.Stark estudió a la mujer que estaba a su lado, sorprendida. Felicia era una persona difícil de entender. Casi nunca hacía comentarios personales y solía mostrarse ajena y distante.Como muchos expertos informáticos de gran capacidad, parecía sentirse más cómoda entre datos y ordenadores. Sin embargo, no cabía duda de que comprendía las complejidades del corazón humano.-Sí -murmuró Stark, pensando en su reciente paseo de la mano de Renee por los Campos Elíseos y en lo maravilloso que había sido-. De vez en cuando es bueno soñar.La combinación de una cálida brisa que transportaba aromas de pan y café recién hechos, el zumbido distante del tráfico y las voces que subían desde la calle despertaron a Britt. Se volvió hacía las puertas abiertas del balcón, y la bruma rosáceo-morada del amanecer bañó sus ojos. Sin embargo, no fue el sobrenatural estallido de color el que le aceleró el corazón. Santana, vestida sólo con la camisa de Britt, estaba junto a la barandilla de hierro forjado del minúsculo balcón. Contemplaba el Sena con expresión pensativa. Britt, sin moverse, aprovechó la rara oportunidad de observar a Santana en un instante de tranquilidad. Casi todo el tiempo que pasaban juntas se dedicaba a reuniones, a traslados a las funciones oficiales o privadas de la primera hija, o transcurría en compañía de otros miembros del equipo. Estar sola con Santana, sobre todo en silencio, era un verdadero tesoro. Como solía ocurrir, la ilusión duró muy poco.Santana volvió la cabeza y miró la habitación; una tierna sonrisa iluminó sus labios cuando sus ojos tropezaron con los de Britt.-Me pareció sentir que te despertabas.-Me sorprende no haber sentido que te habías levantado –dijo Britt en voz baja, estirándose bajo las sábanas arrugadas. Notaba el cuerpo inusitadamente relajado, casi ajeno. Era otra sensación rara, y Britt reconoció la laxitud como la consecuencia de hacer el amor y del placer de dormir con Santana entre los brazos-. Creo que me has agotado.-¿En serio? -La sonrisa de Santana se ensanchó, mientras arqueaba una ceja morena-. Me parece que eso no augura nada bueno para nuestro futuro, comandante. Soy una de esas chicas que no se conforman con una vez a la semana.-No se preocupe, señorita López -bromeó Britt, apartando las ligeras mantas y poniendo los pies en el suelo. Miró a su alrededor, buscando los pantalones-. Poseo una notable capacidad de recuperación.-Ya lo sé -murmuró Santana, observando con admiración a Britt mientras se ponía los pantalones. Era hermosa, desnuda de cintura para arriba: músculos firmes bajo piel suave que rezumaba sensualidad. Santana sintió la urgencia familiar que le provocaba la mera visión de su amante y desvió los ojos hacia la cicatriz irregular visible sobre el pecho izquierdo de Britt y la larga incisión que se extendía por debajo del pecho y el costado hasta la espalda. Los costurones rojos se habían tornado rosáceos pero, por mucho que se diluyesen, Santana siempre los vería. Igual que siempre vería a Britt tendida en la acera, delante de su casa, desangrándose a causa de una bala destinada a ella. "Gracias a Dios que eres tan fuerte. ¿Qué haría yo...?"Britt, sorprendida por el extraño tono de voz de Santana, subió la cremallera de los pantalones y miró a su amante. Rápidamente se acercó a ella, la abrazó por la cintura desde atrás, y apretó el pecho contra la espalda de Santana. Hundió el rostro en los cabellos de esta y la besó en el lóbulo de la oreja.-No. -Santana se descansó en el cuerpo de Britt y la rodeó con los brazos para tenerla más cerca.-¿No qué?-No me acuerdo. Nada importante. -Britt besó el punto sensible debajo de la oreja de Santana-. Déjalo, cariño. -En condiciones normales, a Santana la habría ofendido la sutil orden, pero no en aquel momento. La ternura borró los posibles matices de las palabras. Estiró un brazo hacia atrás con aire indolente y entrelazó con los dedos los cabellos de Britt.-Hasta ahora nadie había logrado leerme el pensamiento.-Tampoco nadie te había amado como te amo yo.-No quiero vivir sin ti.Britt dio un respingo, sorprendida por la declaración. No dudaba de los sentimientos de Santana por ella, pero nunca habría imaginado que llegaría a ocupar un lugar de semejante importancia en la vida de aquella mujer. Santana era ante todo fuerte e independiente, tanto que a veces sacaba de quicio a Britt. Habían tenido un inicio tormentoso, e incluso a aquellas alturas se enzarzaban casi todos los días, casi siempre por las medidas de seguridad necesarias para proteger a Santana. Profesionalmente habían empezado a aceptar el compromiso. En lo personal, apenas habían definido el presente y mucho menos el futuro.-Quiero pasar el resto de mi vida contigo -murmuró Britt, rozando el cuello de Santana con la boca-. Haré todo lo posible para que eso suceda.-Ojalá pudiésemos vivir juntas.Britt cerró los ojos y atrajo a Santana hacia sí. Se había entrenado desde pequeña para no desear cosas que no podía tener. Santana había sido la primera mujer por la que había roto esa regla, y sin embargo procuraba no desear más de lo que ya tenían. El tono decidido de la voz de Santana borró esa resolución en un abrir y cerrar de ojos.-Lo haremos.-Sabes que no puede ser.-Hoy no. -Britt se volvió para mirar a Santana, pero sin desprenderse de sus brazos-. Y mañana tampoco. Pero te prometo que sucederá.-¿Es lo que quieres? -Los ojos de Blair brillaronBritt no pestañeó.-Con todas mis fuerzas.-Lo siento. Dios. –Snatana suspiró y cabeceó-. No sé qué se apoderó de mí. Tal vez estar aquí contigo. Aquí fui al colegio...-Se encogió de hombros y esbozó una sonrisa irónica-. No lo pasé muy bien.-¿Por qué?"Estaba sola. Estaba perdida. Quería lo que tenemos ahora, pero temía no conseguirlo jamás." Santana alejó la melancolía con un gesto.-Mi padre era entonces vicepresidente, y supongo que yo daba bastante la lata.-Me lo imagino. -Britt besó a Santana en los labios-. No envidio a tu jefe de seguridad.-¿A cuál? -Santana se rió-. El puesto era como una puerta giratoria. Hacían lo posible por librarse de él.-Creí que eso mismo me ocurría a mí -confesó Britt-. Me sentí así cuando me endosaron el destino. Pero ahora ya no. Aunque no estuviera enamorada de ti, querría este trabajo.Santana ladeó la cabeza, espoleada por la curiosidad y la sorpresa.-¿Por qué?-Porque resulta esencial para la seguridad del país.A Santana se le pusieron los ojos como platos.-¿De verdad lo piensas?-Rotundamente, y lo mismo piensan todos los miembros de mi equipo. –Britt apoyó los hombros en el marco de la puerta, acunando a Santana ente sus brazos, mientras contemplaban la catedral de Notre Dame-. En la actualidad, la clave del poder no son las armas, sino el terror, mucho más sutil y más difícil de predecir. Si te ocurriese algo...-No me pasará nada -declaró Santana, muy segura, al notar la preocupación en la voz de Britt. Cogió la mano de Britt y la introdujo bajo la camisa, apretando los dedos de su amante contra su pecho.Britt lanzó un suave gemido.-No pretenderás que piense en este momento, ¿verdad?-Humm -suspiró Santana-. Me encanta sentir tus manos sobre mí.Britt apoyó la mejilla en los cabellos de Santana y aspiró su aroma.-Si te utilizasen como señuelo político contra tu padre, él no podría soportar la presión. Tendría que aceptar todas las condiciones que le impusiesen o dimitir. Y fuese como fuese, todos perderíamos.-Antes no daba importancia a esas cosas, no tanta como ahora -admitió Santana-. Lo intentaré, cariño. Te prometo que lo intentaré.-Lo sé. -Britt acogió la suavidad del pecho de Santana en la mano, acariciando levemente la fina piel y el pezón erizado. Aquella mujer era de vital importancia para una nación en guerra permanente, aunque las luchas no saliesen en los medios de comunicación. Y por encima de todo, era lo más valioso del mundo para Britt, para su corazón, para su vida entera-. Una vez te prometí, el primer día, que procuraría que la situación te resultase tolerable. Y seguiré haciéndolo con los medios a mi alcance. Te amo.Santana se movió hasta que su boca encontró la de Britt y murmuró junto a los labios de su amante:-Dios, yo también te amo.-Nos queda una hora antes de que llame a Sam -susurró Britt.-Nos ofrecieron el desayuno en la cama. -Santana llevó a Britt a la habitación y se quitó la camisa-. ¿Tienes hambre?Britt deslizó una mano lentamente sobre su abdomen, invitando a Santana a seguir sus movimientos. Se desabrochó el pantalón y bajó la cremallera.-Sí.

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