Capitulo 509.30 16 agosto 2001-Al habla Perro Rojo: ¿Me recibe?-Perro Rojo: Recibido, jefe de equipo.-Tiene luz verde 16.00 Instituto Gustave Roussy Confirmado.-Perro Rojo: 16.00 Instituto Gustave Roussy Luz verde.-Buena caza y que Dios lo acompañe jefe de equipo. En el vestíbulo, Britt se dirigió a Felicia y a Reynolds.-Queda relevada, agente Davis. Comuníquese con Stark.-Sí, señora.Britt llamó a la puerta de Santana, que se abrió poco después.-Buenos días, señorita López. ¿Tiene un momento?Santana sonrió.-Por supuesto, comandante. Entre, por favor.Cuando Britt entró, Santana cerró la puerta, dio la vuelta a la llave y pasó la cadena de seguridad. Luego se volvió hacia Britt, que la esperaba a escasos metros, y se arrojó en sus brazos. Santana puso una mano tras la nuca de Britt, se inclinó hacia ella y la besó. A continuación, se apartó y deslizó los dedos sobre la mandíbula de Britt.-Estás tensa. ¿Una reunión difícil?-Eres terrible. -Britt se esforzó por relajar los hombros. Nadie, salvo Santana, sabía lo que sentía sólo con mirarla o incluso con tocarla. Tenía la capacidad de leerle la mente y el cuerpo con alarmante exactitud-. Una reunión como todas.-No me digas. -Santana se alejó unos pasos, se sentó en el amplio brazo del sofá y se reclinó contra el respaldo. Llevaba una bata de seda azul ceñida en la cintura, y aún tenía el pelo mojado de la ducha; lo había atusado con los dedos y enmarcaba su rostro-. Me gustaría asistir a una de esas charlas matutinas algún día."No, no deberías." Britt pensó la respuesta y decidió decirle la verdad:-Estás en tu derecho, pero preferiría que no lo hicieras.-No me sorprende. –Santana ladeó la cabeza y estudió a su amante, que parecía agotada, como siempre antes de un acto público. Santana conocía los riesgos y la presión adicional que sufría Britt para garantizar su seguridad-. Creo que sé por qué estás tan agobiada, pero prefiero no hacer conjeturas. ¿Me lo cuentas tú?Britt suspiró, rindiéndose, y cruzó la habitación para sentarse en el sofá al lado de Santana. Antes de acomodarse, cogió a Santana y la sentó en su regazo. Ciñó con un brazo los hombros de su amante y con el otro la cintura, mientras Britt ronroneaba junto a su cuello.-Me gusta cómo te queda esta bata. Estás igual que el día que nos conocimos, salvo que entonces no podía tocarte. Pero, Dios, ¡cuántas ganas tenía de hacerlo!-Intentas distraerme -murmuró Santana cuando Britt se inclinó hasta que los rostros de ambas se rozaron. Santana introdujo la mano bajo la chaqueta de Britt y la deslizó por su costado-. Estoy empezando a familiarizarme con esa táctica, comandante Pierce.-Me has pescado. Estoy fastidiada por muchas razones. –Britt la besó porque era hermosa, vital y todo lo que daba sentido a su vida-. Te amo muchísimo.El corazón de Santana dio un vuelco.-Increíble. No tienes ni idea de cómo me pongo al oír eso.-Sé cómo me pongo yo. -Britt apoyó la frente contra la de Santana y cerró los ojos. Había momentos en que deseaba que estuvieran en cualquier otro lugar, sin nadie más. Deseaba que nunca tuviesen que traspasar la puerta y que, si lo hacían, no hubiesen de mirar por encima del hombro para ver si las acosaba alguna oscura fuerza que pretendía colarse en su vida y en un abrir y cerrar de ojos destruir todo lo que le importaba. Casi siempre lograba dejar a un lado esos miedos. Estaba preparada para enfrentarse a la realidad y no hundirse en las especulaciones. Pero había veces, cuando tenía a Santana entre los brazos y sentía una plenitud absoluta, en que no podía reprimir aquellos temores.-¿Britt? -En la voz de Santana había un matiz de preocupación-. Estás temblando.Britt respiró a fondo y se acomodó en el sofá, mientras Santana apartaba las piernas para sentarse a su lado.-Lo siento.-¿Quieres decirme qué ocurre? -Santana cogió la mano de Britt, la acarició entre las suyas y apoyó las manos unidas de ambas sobre el muslo. Le encantaban las manos de Britt. Eran audaces, fuertes e increíblemente tiernas, como ella misma-. ¿Cariño?-Preferiría no hacerlo. Sólo ha sido una... cosa pasajera –dijo Britt en tono dulce. "Te sentirías responsable, y no tienes por qué cargar con algo que no está en tu mano cambiar."Santana se limitó a asentir, respetando la privacidad de Britt, pero había percibido el dolor de su amante.-De acuerdo. Entonces, volvamos a la pregunta inicial. ¿Por qué no quieres que asista a las reuniones?Britt miró a Santana con evidente crispación.-Eres la persona más terca, implacable y fastidiosa que he conocido en mi vida.Santana sonrió dulcemente.-Eso es otra táctica dilatoria. No me vas a arrastrar a una discusión.-Hablamos de ti -pronunció las palabras con una mezcla de disculpa y rabia-. No quiero que lo oigas.La sorpresa asomó a los ojos de Santana.-Britt, sé que habláis de mí.-Pero hablo de ti -afirmó Britt-. ¿No te gusta mi tono de mando cuando estamos juntas? Allí lo odiarías.-¿Y tú qué crees..., que si te escuchase hablar de Egret con tu equipo me parecería que significo menos para ti?Britt desvió la vista unos momentos, y luego miró de nuevo a Santana. Cuando lo hizo, había incertidumbre e inquietud en las oscuras profundidades de sus ojos.-No lo sé. Quizá. No quiero arriesgarme.Santana sacudió la cabeza, se volvió y colocó las piernas sobre el sofá hasta ponerse de rodillas al lado de Britt. Tomó el rostro de Britt suavemente entre las manos e inclinó la cabeza hasta que estuvieron muy juntas. Su mirada se clavó en la de Britt.-Escúchame. Sé lo que haces. Y conozco lo que ellos no conocen, Brittany, lo que nunca conocerán. Conozco tu miedo, y sé que no puedes permitir que ellos lo vean. -La besó, tiernamente al principio, y luego con fiera posesión. Sintió las manos de Britt en la espalda, arrastrándola hasta que estuvo de nuevo en el regazo de su amante, con los brazos enlazados en torno a su cuello. Cuando apartó la boca, murmuró-: Sé que tienes que distanciarte de mí para hacer lo que debes hacer.-No -se apresuró a decir Britt, con voz tensa. Cogió la mano de Santana y la puso sobre su propio corazón, acariciándola-. Nunca me distanciaré de ti. Jamás.-Me alegro -suspiró Santana, apoyando la mejilla en el hombro de Britt-. Porque estoy empezando a acostumbrarme a tenerte cerca.-Mejor. -Britt posó la barbilla sobre la cabeza de Santana, despejando la melancolía. Santana no sólo le proporcionaba paz, sino la dicha de ser comprendida-. Porque pienso seguir aquí mucho tiempo.-¿Quieres salir a dar una vuelta conmigo?-Me encantaría.Fuera, Britt y Santana caminaban juntas a tres metros de distancia de tres agentes que las seguían. Santana portaba una carpeta en la mano. Llevaba el pelo suelto y se había puesto unos vaqueros azules, un polo azul marino y mocasines. Si no hubiesen salido del Hotel Marigny, la residencia reservada a visitantes oficiales, Santana podría haber pasado por una turista más. Britt no llevaba nada, pues necesitaba tener las manos libres para utilizar el arma. A pesar de que su chaqueta ocultaba un micrófono de muñeca, un buscapersonas, un teléfono móvil y la pistola automática en una pistolera al hombro, tenía un aspecto tan natural que también podría haber pasado por una turista.-¿Te importa si no vamos por la avenida principal, sino por las calles secundarias, hasta los jardines? -preguntó Britt, recorriendo con los ojos ambos lados de la vía pública.Santana dio el brazo a Britt.-En absoluto. En este momento no me apetece bregar con las multitudes de los Campos Elíseos. -Respiró a fondo el cálido aire veraniego y lanzó un suspiro de satisfacción-. Es una mañana preciosa, y quiero pasear un rato.-Creo que están reformando gran parte de los jardines de las Tullerías -comentó Britt-. Así que no habrá tanta gente como en otras partes.-Lo sé. En realidad, no me importa el lugar, mientras pueda relajarme durante unas horas.-Si prefieres estar sola...-No -se apresuró a decir Santana, apretando el brazo de Britt-. No quiero estar sin ti; me refiero a... todos los demás.-Entonces, te haré compañía mientras dibujas. -Britt sonrió-. Creo que ya te conté que pasaba horas con mi madre y sus amigos cuando pintaban. Mi madre siempre tuvo un estudio en casa y muchas veces aceptaba alumnos que pasaban semanas, incluso meses, con ella. Yo posaba de vez en cuando.-¿De verdad? -Santana miró a Britt de arriba abajo. Comandante Pierce, es usted una caja de sorpresas. ¿Posaría para mí?-Por supuesto.-¿Desnuda?Britt arqueó la ceja derecha.-Si quieres.-Pensándolo mejor -murmuró Santana-, no creo que pudiese concentrarme. -Miró de nuevo a Britt-. ¿Te excitaría posar desnuda para mí?-Sí.-Creo... -El rostro de Santana adoptó una expresión contemplativa-, que me gustaría decirte qué parte de tu cuerpo toco mientras dibujo. ¿Sentirías mis manos sobre ti?-Sí -respondió Britt con voz profunda y espesa, reflejando la punzada de emoción que sentía en la boca del estómago-. Sabrías... verías el rubor de mi piel y de mis pezo...-¡Cállate! –Santana soltó un gemido-. Dios, no debería pensar en eso aquí fuera. Pero no olvidaré el ofrecimiento.-No te preocupes. No me volveré atrás.En la Rue de Rivoli siguieron un camino que las llevó a la amplia extensión de los jardines de Catalina de Médicis, en otro tiempo esplendorosos. Las plagas habían destruido gran parte de las plantas y árboles a lo largo de cinco siglos, pero en la última década se había emprendido una replantación intensiva y los jardines habían recuperado algo de su antigua belleza. Santana encontró un banco vacío y relativamente discreto junto a una de las grandes fuentes octogonales.-¿Te parece bien?-Estupendo -respondió Britt, y con un sutil murmullo al micrófono dispuso a los agentes antes de sentarse en el banco al lado de Santana. Hacía calor, y le apetecía quitarse la chaqueta, pero no podía por culpa de la pistola. Estaba acostumbrada a esos inconvenientes y lo superó enseguida.-Creo que es una de las cosas que más me gustan –comentó Santana mientras sacaba un cuaderno de dibujo y lápices de la carpeta.-¿Dibujar al aire libre?-Hum. -Santana se había inclinado sobre el cuaderno y trazaba líneas rápidas y seguras sobre el papel-. Especialmente si estás conmigo. No te importa, ¿verdad?-No, es una experiencia muy agradable. Me recuerda...-¿Qué? -Santana alzó la vista, preocupada por el tono serio de Britt-. ¿Qué, cariño?Britt cabeceó.-Lo siento. No quería distraerte. Estaba pensando que me recuerda mi niñez en Italia. Era... -se encogió de hombros-... supongo que como la niñez de todo el mundo, unas veces idílica y otras insoportable.Santana salvó el espacio que las separaba y deslizó la mano sobre el brazo de Britt hasta llegar a sus dedos, que apretó con ternura.-Te amo.Britt sonrió, acarició la mano de Santana y la soltó.-Dibuje, señorita López.Santana sonrió.-A sus órdenes, comandante.A las 11.50 un hombre delgado, moreno, de pelo castaño corto, vestido con un mono gris y con una pequeña caja de herramientas en la mano, caminaba por una callejuela situada detrás de un edificio de oficinas de quince plantas. Se dirigió con paso confiado y ágil a la entrada de servicio. En el marco de la puerta había un teclado numérico, y el hombre pulsó sin titubear un número de siete cifras. Bajó la mano, la puso sobre el pomo, que giró fácilmente, y entró en el edificio.-Santana -dijo Britt en voz baja.-¿Hum?-Casi es mediodía.Santana no alzó la vista, sino que continuó dibujando durante unos minutos. Luego, dejó el lápiz y estiró los hombros encorvados. Se mesó los cabellos con la mano y contempló los jardines. Grupos de turistas y familias paseaban con cámaras y expresiones emocionadas. Santana miró a su amante, sentada a su lado con las largas piernas estiradas, los tobillos cruzados, los brazos pegados a los costados, aferrando con las manos el borde del banco. Si Santana no la conociera, creería que Britt estaba completamente relajada. Pero apostaría lo que fuese a que sabía la ubicación exacta de cada una de las personas que ocupaban su ángulo de visión, cuánto tiempo llevaban allí y cuánto tardaría cualquiera de los tres agentes invisibles en llegar hasta Santana.-¿Consigues disfrutar con algo de esto?Britt deslizó la mano lentamente hasta que sus dedos encontraron los de Santana.-Te veo, Santana. Aunque esté trabajando, siempre te veo.-Lo siento. -Santana sonrió con ironía-. Dios, ahora resulta que tengo celos de tu trabajo.-Creo que nos cuesta acostumbrarnos a estar juntas.Santana se rió.-¿En serio? -Guardó el cuaderno de dibujo y los lápices en la carpeta-. Soy completamente nueva en esto. No tengo ni idea de cómo hacerlo. -Miró a su amante, que la observaba con gesto serio-. Sólo tengo claro que quiero que estemos juntas.-Entonces coincidimos. -Britt se levantó, alzó la mano izquierda y avisó a sus agentes de la marcha.La entrada de servicio daba a un laberinto de almacenes, con una serie de ascensores al final de un largo pasillo. Junto a los ascensores un letrero señalaba la escalera. El hombre con uniforme de electricista empujó la puerta, que se abrió sin hacer ruido. Con paso firme subió hasta el tejado. En el vestíbulo principal del edifico dos aburridos guardias de seguridad franceses holgazaneaban tras el mostrador de información, charlando con la recepcionista, que desviaba las llamadas a las diferentes oficinas y daba indicaciones a los visitantes que las pedían.Francois Remy consultó su reloj.-¿Quieres hacer la primera ronda o prefieres que la haga yo?Henri Bouchard se encogió de hombros.-Yo hago esta y tú la siguiente.-De acuerdo.Henri se dirigió al ascensor para subir hasta el piso quince e iniciar la inspección del edificio. Tenía que recorrer los pasillos de cada piso de un extremo a otro y bajar por las escaleras. La mayoría de las oficinas estaban ocupadas y haría controles aleatorios, sobre todo de las situadas frente al Instituto Gustave Roussy. Suspiró mientras los números descendían hasta el uno en el tablero situado sobre la puerta del ascensor. "Tanto rollo por una mujer. Si no fuera americana..."Cuando el hombre con la caja de herramientas llegó al descansillo del piso quince, vio una puerta a la izquierda que conducía al pasillo y a las oficinas. A la derecha una estrecha escalera llevaba a una puerta de acero gris que daba acceso al tejado. Subió y se detuvo a escasos peldaños de la puerta. Un letrero advertía que, al abrir la puerta, sonaría la alarma central. El hombre abrió la caja de herramientas con calma y cogió un destornillador, unos alicates y unas finas pinzas puntiagudas. Trabajando con rapidez, pero fríamente, retiró la placa que recubría la caja de la alarma, inspeccionó el sencillo diseño para ver si se habían añadido alarmas de refuerzo y desvió la señal de conexión de la puerta. Luego, colocó de nuevo la placa, guardó las herramientas y abrió la puerta. Había tardado exactamente seis minutos en llegar desde la calle al tejado.12.00-Perro rojo en posición
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Honor
Fanfictiones una historia que leí en otra pagina y me gusto muchísimo trata de una historia brittana, involucra amor, pasión y accion