4to libro

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Capitulo 11

-Oooh -suspiró Santana con un sensual gemido. Se estiró, desnuda, disfrutando del calor del cuerpo de Britt a su lado y de las frescas sábanas de algodón que las cubrían-. ¿Cómo es posible que unas sábanas limpias y planchadas resulten tan maravillosas?

-¿Feliz? -Britt se apoyó en un codo, descansando la cabeza en la mano mientras deslizada los dedos sobre la mandíbula de Santana. Le fascinaba la belleza del rostro de Santana a la luz de la luna. Estar con ella de aquella forma, solas en plena noche, era raro, algo que nunca dejaba de emocionarla por mucho que lo experimentase. Santana representaba muchas cosas que amaba: inteligencia, fuerza, vitalidad y pasión. Además, era muy guapa. Y a Britt le encantaba mirarla.

-Humm-. Santana hizo ademán de ponerse de lado para ver mejor a Britt, pero una mano de esta sobre el hombro se lo impidió.

-No -murmuró Britt, recorriendo con los dedos el valle que nacía entre los pechos de Santana-. Quédate así. Quiero mirarte.

El tono grave de la voz de Britt hizo que se le formase un nudo en el estómago a Santana y que su corazón se acelerase.

-¿Sólo mirar?

Santana esbozó una sonrisa, y Britt asintió.

-De momento.

-Esta noche ha jugado mucho conmigo, comandante -se quejó Santana, casi sin aliento. Los dedos de Britt se detuvieron en el pecho de la joven, aunque permanecieron quietos debajo del pezón. La mera promesa del contacto de aquellos dedos fuertes y sensibles le provocaba dolor en los pechos y convertía sus pezones en endurecidos nudos de deseo.

-No tanto como hubiese querido. -Britt bajó la sábana que cubría el abdomen de Santana hasta las caderas de la joven, blancas y torneadas bajo la luz de la luna. Britt introdujo un dedo bajo el algodón, demorándose un instante en la protuberancia de carne entre los muslos de Santana.

Santana levantó las caderas involuntariamente, pero el fascinante roce había desaparecido.

-¿Y si te dijese que estoy demasiado cansada?

Britt bajó la cabeza y posó los labios en el hueco de la base de la garganta de Santana, percibiendo en la boca el pulso acelerado de la joven y murmurando:

-¿Lo estás?

El calor surgido en la boca del estómago de Santana se convirtió en fuego que abrasaba su sangre. Procurando no alterar la voz, respondió:

-Yo he preguntado primero.

Britt se rió mientras besaba un punto entre los pechos de Santana, bajó la mano y apartó la sábana completamente. Le deslizó los dedos sobre el muslo y acarició con la mano la curva de la cadera de la joven. A continuación, apoyó la mejilla en la firme elevación del pecho de Santana y contempló la vibración de los músculos del abdomen de su amante mientras introducía los dedos en la arqueada protuberancia y los demoraba sobre el vientre y alrededor del ombligo, donde jugueteó con el anillo de oro que penetraba en la piel, lo cogió entre los dedos y tiró de él. Santana jadeó, agitando las piernas sobre la cama mientras aferraba el hombro de Britt.

-Si estás cansada... -Britt tiró de nuevo-, tendré que hacer que te duermas.

-¿Cómo? -Santana tenía la garganta seca. Lo suyo no era la paciencia en la cama. Le gustaba que Britt la tomase a fondo y rápido, sobre todo la primera vez... y le gustaba hacerle lo mismo a Britt. Tal vez fuese porque casi nunca podía permitirse el lujo de quedarse con ella, aunque seguramente se debía a su insaciable hambre de Britt, que le provocaba dolor de huesos. Cuando tocaba a Britt, la necesidad de estar cerca de ella, dentro de ella, de penetrarla, borraba todo lo demás. Pero aquella noche, después de todo lo que Britt le había dado, quería que Britt disfrutase de lo que deseaba. Dejaría que Britt la tomase y se deleitaría en la entrega.

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