4to libro

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Capitulo 12

Stark miraba los números del panel rectangular situado a la derecha de las puertas del ascensor mientras ascendían lentamente. Renee permanecía silenciosa a su lado, con los dedos de la mano derecha apoyados en el brazo de Stark. Paula percibía el calor de Renee a través del algodón peinado de su chaqueta. 12... 13... 14... Con cada piso que subían, el corazón se le aceleraba hasta que los nervios acabaron por formar un nudo en su estómago. “Voy a meter la pata. Ni siquiera sé lo que le gusta. Tampoco estoy segura de que lograse hacerlo aunque supiese lo que le gusta.” El ascensor se detuvo con una sacudida apenas perceptible. Durante lo que le pareció una eternidad, Stark creyó que las puertas no se iban a abrir. Luego, se encontró en el pasillo ante la habitación 2010 observando cómo Renee introducía la tarjeta en la cerradura. Se aclaró la garganta y reprimió el deseo de arrastrar los pies. Siguió, obediente, a Renee y esperó mientras esta estiraba el brazo, cogía el letrero de No Molesten y lo colgaba en el pomo de la puerta. “¡Oh, Dios mío.” Stark, sin saber qué hacer a continuación, permaneció inmóvil como una estatua mientras Renee cerraba la puerta, colocaba la cadena de seguridad y se movía por la habitación, encendiendo luces. Stark, con la boca seca y el corazón atronándole los oídos, buscó algo que decir frenéticamente. “Las piernas no me obedecen. No siento las manos. Dios, ¿y si no me corro? Pensará que no me gusta cómo lo hace, que no me gusta ella.”

Renee movió el conmutador de luces de la sala de estar hasta dejar sólo un tenue resplandor. Luego se acercó a Stark y deslizó las manos bajo la chaqueta azul oscura, posando las palmas sobre el pecho de Stark y acariciando los huesos del cuello con las yemas de los dedos. A continuación, la acarició suavemente.

-Esto no es un examen. No hay una forma buena o mala de hacerlo. Estamos nosotras... juntas... tocándonos.

El sonido de la voz serena y amable de Renee, la brillante luz de sus ojos, el cálido contacto de sus manos, aplacaron la ansiedad de Stark y le permitieron sonreír. Puso la mano tras la nuca de Renee y se inclinó hacia delante, rozando sus labios contra los de Renee. Perdida en el suave calor de la boca de esta, no pensaba más que en la siguiente caricia ni más allá del pequeño mordisco en la carne y el gemido de placer que provocaba. No se sentía nerviosa, porque Renee era lo único que conocía. Renee rodeó con los brazos la sólida cintura de Stark, suspiró y echó la cabeza hacia atrás, con los ojos empañados.

-¡Qué bien lo haces!

-¿Qué? -preguntó Stark con voz ronca mientras introducía la mano entre el jersey y la blusa de Renee, acariciando la parte inferior de su espalda y adorando la forma en que los fuertes músculos se tensaban entre sus dedos a través del fino tejido de seda.

-Besar. Besas de maravilla.

-¿Sí? -Stark sonrió-. Entonces se me ocurre una cosa.

Renee se esforzó por continuar hablando mientras la mitad inferior de su cuerpo se derretía bajo las manos de Stark. Ni siquiera eran caricias intencionadamente seductoras, sino un firme masaje con la yema de los dedos sobre su columna vertebral; a pesar de ello, le temblaban los muslos. “¿Qué me ocurrirá cuando esos dedos por fin toquen mi piel?” Gimió levemente, y luego contuvo el aliento al sentir un fugaz aleteo de placer en las profundidades del vientre. Se obligó a centrarse.

-¿Qué?

-Como lo estoy haciendo bien en el departamento de besos, acostémonos y sigamos allí.

-Buena idea. -Renee dio la mano a Stark-. No sé por qué no se me ha ocurrido a mí. “Lo que sucede es que en este momento no me funciona ninguna célula del cerebro y toda la sangre de mi cuerpo fluye en dirección opuesta.”

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