Capitulo 3
Britt abrió los ojos en la oscuridad y sintió un aliento cálido en la nuca. Una mujer se apretaba contra ella: los pechos pegados a su columna, un brazo doblado sobre su cadera, los dedos acariciando suavemente su piel. Intentó darse la vuelta, pero la mano posada sobre su cadera se lo impidió. Una voz ronca le habló al oído en tono familiar y autoritario:
—No. No te muevas y no abras los ojos.
Britt, tendida de lado, obedeció y cerró los ojos. Todas sus células se concentraban intensamente en los experimentados dedos que seguían el hueco de su cadera, la curva de las costillas y la amplia llanura de su abdomen. Caricias leves y juguetonas arrancaban a sus pulmones ásperos jadeos casi dolorosos cuando el tacto se demoraba en lugares especialmente sensibles y luego los abandonaba.
—Aaah…
—Chiss.
Enseguida se puso dura y tensa e inclinó las caderas para que la inquisitiva mano descendiese entre los muslos. Los dedos la separaron, buscaron su calor y rozaron, suaves como plumas, terminaciones nerviosas crispadas por la excitación. Unos labios tiernos y sensuales exploraron el rostro de Britt y besaron sus párpados y la mandíbula antes de reclamar la boca con acometidas profundas y posesivas. Britt oyó sus propios gemidos estremecidos cuando el primer brote de placer surgió entre sus piernas y comprendió que se aproximaba el fin de la exquisita tortura.
—¿Pretendes que me corra? —susurró Britt con voz entrecortada por los picos de la excitación.
—Al final.
Los dedos de Kitty continuaron acariciándola, presionando la piel sensible y dibujando tiernos pliegues hasta convertir el deseo de Britt en una oleada de placer.
—¿Ahora? Dios…
—Ten paciencia.
—No aguanto… más —acertó a decir Britt, con las piernas tensas mientras la explosión cobraba fuerza—. Estás… al mando.
Tras una risa ronca, la presión de un pulgar se añadió a los dedos que se movían en círculos.
—Siempre he estado al mando. ¿No es lo que quieres?
—Ya lo… sabes. —Britt levantó las caderas y separó los muslos, invitando a la penetración.
—Ponte boca abajo —ordenó la voz melosa.
—Estoy a punto. ¿No puedo correr…?
—Haz lo que te digo.
Britt se puso boca abajo, temblando. Cogió la almohada entre los brazos, volvió la cara y ofreció la boca. Gimió cuando una mano se deslizó entre sus piernas y la reclamó de nuevo, penetrándola mientras se movía simultáneamente sobre su clítoris.
—Oh, Dios…
No podría reprimir el creciente clímax mucho más; una o dos caricias más, y se correría.
—Vas a hacer que me corra —advirtió, casi sin respiración.
—Lo sé. Es lo que quieres, ¿no?
—Sí, sí, es lo que quiero. Dios, sí… Kit…
Britt se incorporó de un salto en la cama, hundida en la debilidad por el inminente orgasmo. Apartó las mantas, jadeando, sacó las piernas de la cama y se sujetó con las manos a ambos lados del cuerpo, agarrando el colchón mientras trataba de contener sus tambaleantes sentidos.
—¡Jesús!
Se acercó al tenue filo del orgasmo con las piernas temblando y el estómago encogido y preparado para el desahogo y logró rebajar la oleada de excitación. Los números rojos del reloj de la mesilla marcaban las seis y cinco de la mañana. Había estado una hora en la cama. Se hallaba completamente sola. Empapada en sudor y respirando con dificultad, se incorporó sobre unas pesadas piernas y se dirigió al cuarto de baño con paso vacilante. Abrió los grifos de la ducha a tope, se introdujo en ella y apoyó la frente en los fríos azulejos mientras caía el agua.
ESTÁS LEYENDO
Honor
Fanfices una historia que leí en otra pagina y me gusto muchísimo trata de una historia brittana, involucra amor, pasión y accion