8vo libro

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Bueno chicas les dejo una advertencia antes de que empiecen a leer. Esta parte de la historia realmente no es de la saga honor, es de otra saga de la autora, pero en uno de sus libros, este, entremezclo las dos historias, por lo que las Brittana no son las protagonistas, pasan a un segundo plano, pero es importante este libro, ya que aparte de que detalla la boda Brittana, muestra varios personajes y sucesos para el último libro.  

Capitulo 1

Lauren miró su reloj mientras tomaba la salida a la carretera de la costa hacia la estrecha calzada que conducía a la isla Whitley, 11:42. Con suerte, no llegaría tarde. La suerte no era algo en lo que por lo general confiara. Creía en los programas y dirigía su vida por el reloj. Por desgracia, la muerte tenía una manera de interrumpir incluso los horarios más sutilmente ajustados. Hasta hacía treinta y seis horas, había estado deseando pasar sus próximas vacaciones anuales con su madre y hermanas en Navidad, sin lidiar con un nuevo trabajo, o un lugar para vivir y sin tener idea de lo que traería el día siguiente. Definitivamente no había planeado asistir a la boda del año. Todo eso cambió cuando había recibido una llamada que le informaba que ella estaba en la parte superior de una lista muy corta, para un trabajo que la mayoría de las personas en la marina, por no hablar de la nación, ni siquiera había oído hablar. El anonimato de la posición no le molestaba, de hecho, ella prefería trabajar sola y estaba feliz de contribuir entre bastidores. El siguiente peldaño en la escala de su planificada carrera había sido una cátedra en la Universidad de los Servicios Uniformados, donde tenía un puesto. Se había unido a la marina porque había necesitado la beca para ir a la escuela de medicina y aunque le gustaba la estructura, era una académica de corazón. Quería enseñar, cuidar a sus pacientes y dejar que otros libraran las guerras. No estaba segura de querer un trabajo que iba a ponerla en contacto íntimo con las personas más poderosas del mundo diariamente. Había pedido un día para pensarlo, ellos le habían dado cuatro horas. Dirigirse a una situación desconocida, sin la adecuada preparación la hacía desconfiar. Orden, disciplina y perseverancia la habían llevado de su barrio de clase trabajadora en el sur de Filadelfia, hacia la Academia Naval de los Estados Unidos en Annapolis y finalmente al Centro Médico Militar Nacional en Bethesda. Saber a lo que se enfrentaba, en la sala de emergencias, en el campo, en la vida, la mantenía en calma y en control. Si nunca confiaba en nadie o en nada que le creara interferencia, no tendría que rendirle cuentas a nadie por los resultados, excepto a sí misma. Había llamado a su mejor amiga Emory para pedirle consejo, no sólo porque había conocido a Emory, desde que habían compartido un cadáver en Penn, sino porque Emory conocía íntimamente el terreno y las personas con las que Wes iba a pasar cada momento de su vida por el próximo año, o tal vez los próximos cinco años.
- ¿Es una broma, Lauren? -había dicho Emory cuando Lauren la había contactado de camino a la isla -Es una oportunidad increíble. Dios, estarás al frente y en el centro de los eventos que podrían cambiar el futuro de todo el mundo. Y estarás haciendo lo que estás entrenada para hacer
- Pero soy una profesora, no un clínico... -había protestado
- Uh, discúlpame ¿no enseñas atención traumatológica al personal médico militar?
- Sí, pero...
- ¿Y no pasaste diez meses supervisando un hospital de campaña?
- Sí, pero...
- Y...
- Emory... -dijo Lauren con paciencia -...para mi, la política apesta
- ¿Huh? -Emory se quedó en silencio por un momento –Eso es verdad
- Así es que...
- Te mencioné honor y deber y...
Lauren suspiró -No. Ya lo había considerado
- ¿Y?
Y había dicho que sí a este nuevo trabajo porque hacer otra cosa le parecía imposible. Casi nunca había sido enfrentada a decisiones imposibles y aún no estaba segura de cómo se sentiría acerca de una situación que no controlaba. Sin embargo, llamó a su jefe, el almirante Cal Wright y le dijo que se sentía honrada de aceptar y él pasó la palabra a la cadena de mando. Su entrevista final de seguridad no estaba programada hasta mañana, pero le habían dicho que hiciera enlace con su nueva unidad el día de hoy. Después de varias entrevistas por teleconferencia y un montón de apresurado papeleo, aquí estaba ella. A falta de más sorpresas, estaría movilizando precipitadamente todas sus pertenencias, hacia un apartamento asignado por el gobierno, a poca distancia de la Casa Blanca, tan pronto como pudiera arreglar la mudanza. Hasta entonces, estaría en un hotel. Estaba acostumbrada a moverse a muy corto plazo, pero por lo general sabía a lo que se enfrentaba. 11:55. En cinco minutos, lo descubriría. Ella aminoró la velocidad de su coche de alquiler mientras una camioneta roja, tiraba de un barco pesquero maltratado en un remolque destartalado por la estrecha vía de dos carriles, hacia ella. Sólo podía distinguir una rampa para botes abarrotada de tierra medio oculta en una estrecha franja de pinos que separaba la sinuosa carretera de la costa de las tranquilas playas del océano del lado de la isla. La camioneta iba en dirección opuesta, probablemente con destino a la gran marina que había pasado una media milla atrás. Las embarcaciones de la marina, las oficinas y las cabañas del muelle que rodeaban la estrecha ensenada, eran la única zona comercial que había visto desde que había salido de tierra firme. Mentalmente recorrió las estadísticas que había recibido por e-mail por la mañana. La Isla Whitley era propiedad y el hogar de uno de los mayores contratistas militares privados de la nación. Tanner Whitley había heredado Industrias Whitley, luego de la muerte de su padre más de una década atrás y ella se había extendido dentro de la seguridad del gobierno hacia la disparada geopolítica americana a nivel mundial. La información personal de Whitley era escasa. Vivía con un oficial naval femenino y por lo que Lauren había visto de la isla, la industrialización no había llegado al hogar de Tanner Whitley. Las pocas residencias privadas visibles estaban separadas por grandes extensiones de bosques verdes y vírgenes, y muy apartadas de la ondulante costa a lo largo del Atlántico. El lugar era hermoso y salvaje, incluso cubierto de nieve y congelado bajo el invierno de diciembre. Mientras iba conduciendo, los escasos indicios de habitabilidad desaparecían gradualmente. Cuando llegó al extremo norte de la isla, la estrecha carretera terminaba en un callejón sin salida bordeando una propiedad arbolada. El sendero llevaba a un par de puertas cerradas de hierro forjado de tres metros de alto y una pared de piedra natural atestada con signos de seguridad de alto nivel. Las SUV negras particulares y con ventanillas ahumadas se alineaban en la entrega. Un hombre y una mujer, ambos con trajes oscuros, camisas monocromáticas y gafas oscuras, estaban al lado del otro en frente de las puertas. Los radios manos libres detrás de sus orejas izquierdas y las expresiones aceradas los catalogaban como la seguridad. Los discretos broches de solapa, los trajes conservadores y la buena apariencia estadounidense decían agentes federales. No se trataban de servidores públicos policiales o mercenarios armados contratados. El hombre era de un metro noventa y delgado. Lauren le habría relacionado con un corredor, excepto por los anchos hombros y los sólidos muslos que estiraban su traje costoso y hecho a la medida, que hablaba de un serio entrenamiento con pesas. La mujer era quizás de un metro sesenta y cinco o siete y lucía tonificada y en forma, pero a su lado, parecía francamente delicada. Lauren dudaba que lo fuera. Su chaqueta y pantalones a la medida, camisa de cuello abierto color blanco brillante y botas negras de tacón bajo, gritaban estilo siendo totalmente funcional. Definitivamente profesionales. Tomando en cuenta el evento...servicio secreto. Ninguno de los dos se movió mientras Lauren estacionaba detrás de una larga fila de vehículos vacíos, salió y se dirigió hacia ellos, pero sabía que la seguían a cada paso. No podía ver sus ojos detrás de las innecesarias gafas de sol. El cielo estaba cubierto de una espesa capa de nubes grises y dudaba que ninguno de ellos tuviese problemas para ver en medio de la opaca luz del mediodía. Ser capaz de observar sin ser observado era un juego de poder. Probablemente eso funcionaba con la población civil.
- Soy la capitana Lauren Lewis -dijo cuándo se detuvo a unos metros de ellos, declarando lo obvio, mientras la insignia en su vestido azul, visible bajo su abrigo abierto, indicaba claramente su rango -Estoy aquí para servir de enlace con la Unidad Médica
- Conocemos a todos los miembros de la WHMU... -dijo la mujer en un sorprendentemente suave y potente contralto. Sin entonación. Sin agresividad, sin exigencia, sin interés. Sólo los hechos, gracias, señora -Usted no está entre ellos
De cerca, Lauren pudo ver su cabello oscuro brillante. Unos rizos apenas domesticados, caían por debajo del cuello blanco brillante y avivaba artísticamente en torno a lo que parecía ser un rostro claramente definido y característico. Habría supuesto que los ojos serían oscuros, pero las gafas oscuras lo hacían imposible de decir. La agente tenía un cuerpo bajo esa ropa, a pesar de que el corte del traje, Lauren podría apostar, deliberadamente había sido hecho para tratar de atenuar su figura. El diseño a la medida no podía ocultar las curvas de sus pechos y sus muslos, ella estaba en forma y dura como una piedra, era una mujer completamente atractiva. El sujeto al lado ella todavía no había dicho nada. La morena estaba a cargo.
- Entonces, su Intel (planeación estratégica) está fuera de fecha -dijo Lauren y la agente se tensó perceptiblemente –Es posible que desee consultar con su jefe -ella volvió su muñeca ligeramente. 11:59. Un minuto -Si pudiera hacer eso con prontitud, se lo agradecería
Una ceja perfectamente esculpida se arqueó por encima del borde de las gafas oscuras -ID, por favor
Lauren deslizó su mano dentro del bolsillo de su abrigo y le entregó su tarjeta de identificación militar. Sonrió –Aquí tiene
Los labios del agente masculino se levantaron en una sonrisa débil. El rostro de la mujer se mantuvo inexpresivo. Hermosa y distante. Lauren esperó mientras la agente hablaba en voz baja a su micrófono de muñeca. Unos segundos más tarde, la agente le tendió la ID.
- Usted está autorizada para entrar, Capitán -el hombre se volvió para abrir la puerta. Lauren deslizó su ID en su bolsillo nuevamente -Gracias, agente...
- Daniels, señora -dijo la agente Daniels formalmente –Un agente se reunirá con usted al otro lado de la puerta para acompañarla
- Gracias -dijo Lauren -Estoy segura de que puedo encontrar...
- Es el protocolo. Capitán
- Entendido -Lauren entró por las puertas y ellas se cerraron detrás de ella. Tenía mucho que aprender y estaba fuera de su elemento en muchos niveles. Esperaba que el personal de la WHMU fuese un poco más acogedor que la agente Daniels.
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- ¿Es ella? -preguntó Gary Brown cuando las puertas se cerraron tras la oficial naval
- Eso parece –Bo escudriñó el camino de acceso y los densos matorrales que crecían justo hasta los hombros. El equipo de avanzada había estado en el lugar durante cuatro días y habían bloqueado la mitad norte de la isla. Los caminos contra incendio y las veredas de acceso a la playa que podrían ofrecer, a los curiosos y los que tenían agendas más serias, una manera de acercarse al territorio de Whitley, se habían atrincherado y estaban siendo vigiladas por agentes, a pie y en vehículos todo terreno. Una zona de exclusión aérea de tres kilómetros se había establecido alrededor de la isla. En cuanto a los detalles de protección, estos estaban bastante cerca de lo ideal. Una vía de acceso, sin construcciones circundantes con líneas de visión y otra vía que se aproximaba desde el mar. Tenían a la patrulla guardacostas encargándose de ella. Incluso tenían un amplio campo lo suficientemente grande y lo suficientemente claro como para dar cabida al Marine One, así que no había una ruta de caravana para asegurar. El hospital más cercano estaba a una corta distancia en helicóptero. Con todo, hoy parecía rutina, pero esa no era una palabra en su vocabulario. La complacencia fomentaba el error. Y ella no cometía errores.
- Eso fue muy rápido -dijo Gary -Traerla a bordo. O'Shaughnessy aún no tiene dos días muerto
- No es como si pudieran mantener el puesto vacante –dijo Bo sombríamente.
Salvo por qué demonios los poderes que existían, habían traído de fuera a una completa novata estaba más allá de ella. Ellos ya tenían un cirujano de batalla con experiencia probada en el campo que podría haber ocupado los zapatos de O'Shaughnessy sin afectar la rutina. En cambio, trajeron a una desconocida entre ellos. Diablos, ni siquiera habían sido informados que ella iba a aparecer hoy
- ¿Pete está enojado por haber sido ignorado? –preguntó Gary.
- Conoces a Pete. Él es un jugador de equipo. Pero ese trabajo debió haber sido suyo -Bo podría estar molesta por Pete, aunque él no estuviese molesto por sí mismo. Después de todo, para eso estaban los amigos y aunque sólo habían trabajado juntos dos años, eran muy cercanos. Compartían una necesidad casi maníaca de ganar en todo, lo que había sido evidente la primera vez que jugaron a las cartas en un vuelo nocturno, rumbo, ahora olvidado. Ella poseía su creciente competitividad de una familia que había alcanzado grandes logros, él por ser el primer hijo nacido en Estados Unidos de una familia de inmigrantes. Pete tenía que estar decepcionado por no haber conseguido el trabajo, pero no lo demostraba. Así es que ella estaría decepcionada y molesta por él -¿Quién sabe qué teclas tocaron? Es un nombramiento político, probablemente alguien conoce a alguien que le debe un favor a alguien
- Pasa todo el tiempo en la carretera -dijo Gary
- Sí, lo sé -rara vez prestaba atención a la política ¿quién tenía tiempo? Y si este nombramiento no le hubiese afectado tan personalmente y su trabajo tan íntimamente, no le habría importado.
- Es más joven de lo que pensé que sería -comentó Gary casualmente -Algo...interesante
Bo no reaccionó a su no tan sutil sondeo. Demonios. No podía discutir. La capitana era más joven y mucho más atractiva que O'Shaughnessy. Todavía se le hacía difícil aceptar que O'Shaughnessy estaba muerto. Él sólo había andado en sus cincuenta años y unos muy apuestos cincuenta, todavía en forma y en buen estado. Corría cinco millas cada día. No fumaba, casi no bebía ¿Quién hubiese esperado que caería muerto en el gimnasio? Había imaginado que su reemplazo estaría más cerca de su edad, no más de dos décadas más joven, como la capitana Lauren Lewis. La doctora de la marina también era mucho más interesante. Tenía cinco pies y diez pulgadas más o menos de gracia vigorosa, bajo un cabello dorado castaño marcado por la luz del sol y el trigo y un corte un poco alborotado alrededor de su rostro y garganta. El efecto era un poco informal y muy sexy. Y sus ojos, incluso en un día gris y nublado, eran castaños. Preciosa. Bo hizo una mueca. Prefería tener que rechazar a alguien que no fuese tan condenadamente atractiva, pero se las arreglaría.
- Sabes... -dijo Gary -...probablemente no sea su culpa que fuese golpeada por el puesto
- Tampoco que no lo sea -Bo dijo bruscamente. Por supuesto, Gary se daría cuenta de la más mínima señal de atracción, el tipo era una esponja a la hora de leer a la gente. Nunca se perdía algo. Tenía que andar de puntillas todo el tiempo o él vería las fantasías de clasificación X que ocasionalmente jugaban en su cabeza para pasar el tiempo en su puesto de trabajo
- Simplemente lo decía... -prosiguió -...ya que tenemos que trabajar juntos y todo eso. Tal vez sea inteligente jugar limpio
- No tienes que preocuparte por eso. Puedo trabajar con ella muy bien. Mientras nadie espere que todos seamos una gran familia feliz
- Funciona mejor cuando lo somos, tomando en cuenta...
Bo cruzó los brazos sobre su pecho e hizo otro barrido visual de la zona -Entonces ellos debieron darle a Pete el trabajo. Después de todo, él lo merecía
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El agente del Servicio Secreto que acompañó a Lauren al edificio, estuvo en silencio mientras caminaban por el pasillo de losas entre las piscinas sumergidas por la nieve. La casa de campo se levantaba súbitamente en la niebla de media mañana, un amplio edificio de piedra de tres pisos asentado entre las dunas con efecto de cascada y que se alejaban de la orilla del mar. El mirador panorámico con columnas, lo que imaginó sería el lugar perfecto para pasar veranos entretenidos, ahora estaba vacío a excepción de la seguridad apostada a intervalos regulares a lo largo de su perímetro. El murmullo de voces surgió a través de las puertas de madera tallada, cuando el agente las abrió para ella.
- Gracias -dijo Lauren entrando a través de ellas. Un valet con chaqueta blanca apareció al instante a su lado
- ¿Puedo tomar su abrigo, capitán?
Ella se lo quitó y dijo -Sí, gracias -y se lo entregó. Ella siguió por un pasillo ancho, siguiendo el murmullo de las conversaciones hacia un gran salón con techos altos y una pared entera de vidrio cuya vista daba hacia la isla y el océano. Las puertas corredizas de cristal que daban hacia la terraza ahora estaban cerradas, pero en el verano la brisa marina llenaría el espacio. Miró a su alrededor, haciendo un balance de los huéspedes. Se sorprendió al ver, o más bien, no ver que muchos dignatarios asistieran. Algunos de los silenciosos asistentes estaban en uniforme, pero muchos llevaban ropa civil. No conocía mucho sobre la hija del presidente, sino lo que sabía casi todo el mundo, Santana López había estado al lado de su padre en la campaña electoral y desde su elección, a menudo, se ponía al frente por él en los eventos políticos que requería una presencia oficial, donde el propio presidente no era necesario. Santana era extraoficialmente la primera dama de la nación, y la nación la quería. También era lesbiana y hoy era el día de su boda. 

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