5to libro

124 3 0
                                    

Capitulo 1

Jueves, 13 de septiembre de 2001.

La agente del Servicio Secreto Brittany Pierce abrió los ojos en un lugar en el que nunca habría esperado despertarse: en una cama de doscientos años de antigüedad, en el segundo piso de la Casa Blanca. Una pieza original del famoso ebanista Thomas Sheraton. Y acurrucada a su lado estaba la hija del Presidente de Estados Unidos. La mejilla de Santana López descansaba sobre el pecho de Britt mientras su aliento suave y cálido acariciaba la piel de Britt con la cadencia rítmica del sueño. Britt rodeó con un brazo los hombros de Santana y deslizó cariñosamente los dedos sobre el brazo desnudo de la joven dibujando lentas caricias. La habitación estaba a oscuras, con los pesados cortinajes corridos ante las grandes ventanas emplomadas del fondo de la espaciosa habitación. Britt calculó que aún no eran las cinco y que fuera reinaba la noche. La casa parecía sumida en una extraña quietud aunque Britt sabía que al final del pasillo dormía el Presidente y que los pasillos del piso de abajo eran un hervidero de agentes del Servicio Secreto y miembros de la Policía Metropolitana que vigilaban las dependencias de la Casa Blanca. Cuando la primera familia ocupaba sus aposentos privados del segundo y tercer piso, el Servicio Secreto no la vigilaba físicamente. Pero, en cuanto el Presidente y los suyos salían de aquel santuario y pisaban lugares públicos, los sensores ubicados en todos los corredores y habitaciones seguían sus movimientos, y los agentes del Servicio Secreto asignados a cada miembro de la familia entraban en acción. Britt era una de esas agentes del Servicio Secreto, y el miembro de la familia que debía proteger se hallaba entre sus brazos. Un año antes habría rechazado de plano que algo así pudiese ocurrir, pero eso había sido antes de que la trasladasen de la sección de investigación del Servicio Secreto a la de protección y de que hubiese aceptado a regañadientes la responsabilidad de proteger a Santana López. Santana se había convertido en el centro de su vida y, aunque protegerla seguía siendo su deber más sagrado, ella constituía el eje fundamental de su existencia. Siempre había entendido la urgencia e importancia de aquel trabajo, pero en las últimas cuarenta y ocho horas aún lo veía más claro puesto que el terror había golpeado a la nación en forma de secuestro de varios aviones de pasajeros que se habían convertido en terribles misiles aéreos. Un ataque simultáneo y casi triunfante al vigiladísimo apartamento de Santana en Manhattan había puesto de manifiesto la gran vulnerabilidad de la primera hija con desoladora precisión. Britt estrechó a su amante contra sí en un gesto inconsciente.

-¿Ocurre algo? -murmuró Santana deslizando la mano desde el abdomen al pecho de Britt-. Estoy bien.

Britt apoyó la mejilla en la cabeza de Santana y cubrió la mano de su amante con la suya apretando los cálidos dedos contra su corazón.

-¿Cómo sabes lo que pienso cuando duermes?

Santana soltó una risita.

-Me doy cuenta de que se dispara tu fase protectora. Es como si tu cuerpo estuviese preparado para lanzarse ante mí, incluso cuando estamos en la cama.

-Lo siento.

-No tienes por qué. Es una locura, pero me gusta-Santana besó un pecho de Britt-. Al menos, me gusta cerrar los ojos y sentirme totalmente segura. No me gusta la idea de que me protejas con tu cuerpo en la vida real.

-Ya lo sé.

No hacían falta más palabras. Britt se había interpuesto entre Santana y el peligro en más de una ocasión, y la primera vez casi le había costado la vida. La sensación de culpa de Santana había estado a punto de separarlas, y seguían viviendo en una especie de tregua frágil en lo concerniente al papel de Britt como jefa de seguridad personal de Santana, un puesto que en cualquier momento podía obligarla a sacrificar su vida para salvar a Santana. En ese momento, después de la tragedia, la posibilidad se había multiplicado por mil.

HonorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora