3er libro

116 5 0
                                    


Capítulo 25


Durante la tarde, Santana procuró ocupar la mente con el trabajo. Cuando empezaba a aplicar pintura sobre el lienzo, se concentraba tanto que todo lo demás desaparecía de su conciencia. Sin embargo, comprobó con disgusto y frustración que aquello ya no funcionaba. En un determinado momento, dejó a un lado la paleta y los pinceles y se mesó los cabellos con las manos. Luego miró el reloj por quinta vez en otros tantos minutos: las siete. "Me estoy volviendo loca. Podría llamar a Britt, discretamente, para ver qué..." Una llamada en la puerta interrumpió sus pensamientos. En cuanto abrió la puerta, agarró la mano de Britt, la hizo entrar y la besó en la boca.—Dime que tienes algo.Britt cabeceó, dejando la chaqueta sobre el respaldo de una silla y quitándose la pistolera.—Aún no, pero Davis supone que no tardará mucho. Quiero creer que encontraremos algo pronto. "Tengo que creerlo, porque el reloj corre más de lo que pensaba."—Tal vez se acabe todo esto —comentó Santana, cansada—. Al menos, no hemos recibido más sobres con fotografías nuestras.—No, y no creo que los recibamos. —Britt se sentó en el sofá y se recostó entre los cojines. Había estado muchas horas encorvada ante un ordenador en el centro de mando.—¿Qué te hace pensar eso? —Santana se sentó al lado de Britt.—Me parece que nuestra teoría de que procedían de una fuente amiga es correcta —respondió Britt. Le dio la mano a Santana, entrelazó sus dedos con los de la joven y los apoyó sobre el muslo—. Creo que querían advertirnos, al menos advertirte a ti, del alcance de la investigación y tal vez dar pistas sobre la misma. La primera fotografía que se publicó era de nosotras dos juntas, para que supieses que nuestra relación no era un secreto. Pero nos decía mucho más a nosotras que al público. Podría haber sido mucho más perjudicial, ya que no se veía claramente que estabas con una mujer y a mí no se me identificaba. Después, no ha habido más. Un periodista no abandonaría así como así un chisme tan jugoso.—Tienes razón —murmuró Santana—. La foto nos decía mucho a nosotras, pero poca cosa a los demás. De hecho, a ese periodista de Chicago, Eric Mitchell, seguramente le encantaría continuar. Está claro que no tiene nada más; de lo contrario, lo habría publicado.—Exacto. —Britt dibujó círculos con el pulgar sobre la mano de Santana mientras hablaba—. Luego, tenemos la fotografía en la que estoy en un bar con una mujer en situación comprometedora. En consecuencia, sabemos que hay una investigación encubierta sobre mí. Y apunta al tipo de vigilancia que sólo los profesionales pueden hacer, un vínculo con el FBI o con Justicia.—Y por último —concluyó Santana con entusiasmo—, hay una foto de la mujer con la que mantuviste una relación clandestina.—Yo no le llamaría relación —protestó Britt.Santana arqueó una ceja.—Brittany, no busquemos tres pies al gato.—Entendido.—Lo llames como lo llames —Santana continuó sin inmutarse—, la tercera fotografía nos advertía de que el servicio de compañía estaba siendo investigado y sugería que la operación se extendía a la vida personal, seguramente no sólo la tuya, sino también la de otras personas influyentes.—Incluyendo al presidente —añadió Britt—. Creo que alguien ha conseguido pintar un cuadro muy claro de lo que ocurría sin dar nombres ni arriesgarse personalmente.—Supongo que pensó que las fotos me asustarían tanto que dejaría de verte.—Para mantenerte a una distancia prudente y libre de cualquier escándalo. —A Britt se le encogió el estómago—. Todo señala a alguien de Washington.—En efecto, de nuevo la teoría de la Garganta Profunda —admitió Santana—. Imagino que a alguien que no sepa que lo mío contigo es serio le parecerá un favor.—¿Lo sabe alguien?Santana cabeceó.—Sólo Rachel. Y tu madre.Britt permaneció inexpresiva unos segundos, y luego sonrió por primera vez en mucho tiempo.—Creo que podemos descartarlas sin problemas. ¿Y tus amistades, tus contactos? Por lo visto conoces a un círculo muy bien situado dentro de la Casa Blanca y otros lugares muy útiles.—Créeme, ya lo he pensado. Se me ocurren uno o dos que podrían participar en una conspiración de este tipo, pero lo normal sería que me llamaran por teléfono.Britt frunció el entrecejo.—Tienes razón. Ese enfoque carece de sentido.Santana metió las piernas bajo el cuerpo y se acurrucó junto a Britt, abrazándola por la cintura.—Le estoy agradecida al responsable de esto, pero no hay nada que pueda apartarme de ti. "Sí que lo hay."Al ver que Britt se ponía rígida y no decía nada, Santana se incorporó con el corazón en un puño.—¿Britt? ¿Qué sucede?—Mañana, a partir de las nueve, dejaré de ser tu jefa de seguridad. Sam se encar...—No —gritó Santana, levantándose con los ojos desorbitados—. No. Nada de eso. De ninguna manera.Britt, sorprendida, también se levantó y buscó las manos de Santana.—Santana...—No —repuso Santana en tono cortante, retrocediendo y evitando el contacto con Britt—. Sé lo que va a pasar. Te sustituirán y nunca volveré a verte.—No, eso no es cierto —prometió Britt, tratando de acercarse a su amante.Santana parecía a punto de salir corriendo. Britt no recordaba haberla visto tan nerviosa ni siquiera cuando la perseguía Loverboy. No se trataba sólo de ellas, sino de algo más, un antiguo temor a la pérdida y al abandono que la dominaba. Con todo el dolor de su corazón, Britt dijo—: No voy a desaparecer. Te prometí que eso no ocurriría.Los ojos de Santana se llenaron de lágrimas, mientras un miedo frío y tenaz anidaba en su pecho:—¿Y si no puedes evitarlo?—Puedo evitarlo —afirmó Britt—. Lo evitaré. Aunque no esté en tu equipo, seguiré viéndote. Nadie va a pararme... a pararnos.—¿Y si...? —Santana parpadeó y se estremeció cuando Britt la rodeó con sus brazos. A pesar de la necesidad de huir, se dejó abrazar. Britt era cálida, tenía un cuerpo sólido y unas manos tiernas. El fantasma del pasado se desvaneció y el mundo se asentó. Al fin, Santana suspiró—. Lo siento. Estaba aterrorizada. Yo...—No pasa nada. —Britt la besó dulcemente, y en ese momento, mientras se abrazaban, les dio fuerza la certeza de su amor.Santana se soltó con los ojos ardiendo de furia.—Maldita sea, Brittany, no voy a permitir que hagan esto contigo. No voy a dejar que nos separen. Y no pienso consentir que el Capitolio siga gobernando mi vida. —Atravesó el loft en dirección a la zona de dormitorio.—¿Qué vas a hacer?—Voy a ir a Washington.—Aún no sabemos...—Entonces, yo lo averiguaré —dijo Santana hirviendo de rabia.Britt lanzó una maldición cuando sonó su teléfono móvil. Lo cogió y gritó:—Pierce.Su rostro permaneció impasible y los ojos concentrados mientras escuchaba.—Suban y traigan lo que tienen.Cuando apagó el teléfono, se enfrentó a la mirada interrogadora de Santana.—Stark dice que tienen algo. Viene hacia aquí con Sam y Savard.—Muy bien, veamos —dijo Britt mirando a Stark y a Savard. Las dos estaban inusitadamente apagadas y a Britt le dio la sensación de que Stark hacía todo lo posible por no manifestar su nerviosismo—. ¿Agente Stark?—Hemos investigado a todos los que nos pareció que tenían vínculos con usted, comandante, en el pasado y en el presente, para comprobar la teoría de que el descubrimiento de su relación con... el... servicio de compañía podía ser una especie de venganza. —Stark tomó aliento como si quisiera darse ánimos—. Ya sabe, un ajuste de cuentas, alguien que se sintió postergado por usted, que no soporta que una mujer dirija el equipo de seguridad, que tiene celos de...—Creo que todos entendemos su razonamiento, Stark —comentó Britt en tono irónico—. ¿Adónde quiere ir a parar?—Claro. Naturalmente, lo más lógico era empezar por los contactos recientes, así que dimos prioridad a las personas que conoce y a sus colegas. Luego, investigamos más a fondo a unos cuantos y...—Se está yendo por las ramas —dijo Britt bruscamente—. Suéltelo ya.Britt tenía los nervios de punta y sus esfuerzos por disimularlo no estaban dando resultado. A pesar de lo que le había dicho a Santana, sabía que, cuando se realizase una investigación formal sobre su conducta en la operación Loverboy, no podría verla. Al menos hasta que quedase limpia, si quedaba limpia. La idea de que la separasen de Santana, aunque sólo fuera unas semanas, la mataba.—No tenemos tiempo para la versión completa. —Le sorprendió que la mano de Santana se posase dulcemente sobre su rodilla. Tomó aliento, procuró serenarse y dijo—: Lo siento. Continúe.Stark se enderezó y prosiguió con el informe.—Nos fijamos en que la sargento detective Janet Aronson, de la policía metropolitana de Washington, había estado casada.—Sí, ya lo sé. —Britt no apartó los ojos de Stark, pero se le aceleró el pulso al oír el nombre de Janet—. Fue mucho antes de que yo la conociera y llevaba varios años divorciada cuando iniciamos nuestra relación. No solíamos hablar del tema.—Sí, señora, lo comprendo. Estuvo casada con...—Otro poli. Ya lo sé —dijo Britt con impaciencia, pero sintió una punzada en el pecho, una premonición, como si hubiese algo que debía saber y que no sabía. Algo que había pasado por alto. ¡Cuántas cosas mal hechas en su relación con Janet!Los dedos de Santana se crisparon un instante sobre la pierna de Britt, y luego empezaron a acariciarla. El contacto devolvió a Britt a la realidad y deslizó su propia mano sobre la de su amante.—Lo siento. Yo... prosiga.—No estuvo casada con otro poli, comandante, sino con un agente federal. Patrick Doyle.—Dios mío. —Britt se levantó bruscamente y se fue al otro extremo de la habitación. De espaldas al grupo, contempló Gramercy Park, recordando el rostro de Janet y la expresión de sus ojos el día de su muerte. Sin volverse, con la voz tomada por los recuerdos, dijo—: Tal vez ella dijo que pertenecía a las fuerzas del orden y yo interpreté que era policía. Nunca pregunté... No parecía importante, pero..."Entre nosotras no tenían importancia los asuntos personales. Compartíamos la cama y poco más. Dios, se merecía algo mejor."Desde el otro lado de la habitación, Santana reparó en la espalda rígida de Britt y en que tenía los puños apretados contra el cuerpo. Quería acercarse a ella, abrazarla, apoyar la mejilla en su espalda, sostenerla hasta que los recuerdos se desvaneciesen y el dolor disminuyese. No podía, y no porque los presentes no fuesen sus amigos, sino porque se trataba del dolor que Britt guardaba para sí y aún no podía compartir. "Pero me lo contarás algún día, ¿verdad? Cuando puedas perdonarte. Y cuando ese día llegue, estaré a tu lado para ayudarte."Un minuto después, Britt regresó a su asiento. Tenía el rostro inexpresivo y la voz serena.—Si Doyle le siguió la pista, tal vez averiguase lo nuestro. Es difícil mantener secretos entre policías. Seguro que Doyle tiene amigos en la policía de Washington.—Eso explicaría la inquina que le tiene —observó Sam.—No sería el único —repuso Britt—. Mucha gente creyó que yo tendría que haber evitado lo que le ocurrió.—También explica que, si encontró casualmente algo sobre usted en un expediente de investigación, trate de utilizarlo para perjudicarla —señaló Savard con tono sereno y realista. Había visto el dolor en los ojos de Brittany Pierce y sentido el desesperado deseo de Santana López de consolarla. Sufría por las dos, dándose cuenta de lo duro que debía de ser ver los secretos más íntimos expuestos de aquella forma.—Sí. —Britt buscó la mano de Santana involuntariamente—. Supongo que explicaría la fotografía en la que estoy con la pelirroja en el bar y tal vez la de Santana conmigo. Si intenta sabotear mi carrera, ha empezado bien.Sam soltó una maldición, y Britt le dedicó una sonrisa.—Sin embargo, no explica la foto de Santana y Kit... mi anterior acompañante.—Sí, si lo que pretende es intimidarla —afirmó Stark con indignación—. Amenazando con implicar a Santana en algo ilegal o... desagradable, le apretaría las tuercas a usted.—Supongo que tiene razón. —Britt se frotó la cara con la mano libre; la otra aferraba la de Santana, sentada a su lado en el sofá—. ¿Algo más?Stark y Savard cabecearon.—Felicia sigue trabajando, dice que se está acercando —comentó Sam en un intento por infundir esperanzas. Cuando Britt le habló de la llamada de Shuester y de su inminente suspensión, Sam quiso golpear algo—. Tengo algunas cosas sobre el periodista, aunque no mucho.—¿Nos dais un rato, y luego volvemos a reunirnos para ver dónde estamos? —preguntó Santana—. Os llamaré cuando estemos preparadas.—Está bien —murmuró Britt cuando sus agentes se marcharon.—No, no lo está —repuso Santana—. Pero lo arreglaremos.

HonorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora