5to libro

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Capitulo 30El helicóptero se posó en un pequeño terreno sin asfaltar en medio de una zona arbolada donde había otros tres Little Birds equipados con tropas de combate. Un camión cisterna se acercó dando tumbos por el accidentado campo y, cuando el teniente descendió para supervisar el repostaje, Britt rebuscó debajo del estrecho banco y sacó un chaleco protector. Se lo lanzó a Savard y cogió otro para ella.-Dejaremos que los comandos ocupen la primera línea. Supongo que en este campamento hay más hombres como los cuatro que atacaron el Nido. No estabas aquella mañana, pero esos tipos están bien entrenados y disponen de buen armamento.-Usted y su equipo supieron hacerles frente, comandante -los ojos de Savard centellearon con una peligrosa combinación de adrenalina y rabia-. Sin chalecos antibalas.-Tuvimos suerte -supuso que no habría un día de su vida en que no viese a Foster apuntando al pecho de Santana con su arma de servicio. Apartó la imagen de su mente. Quería justicia. Más aún, quería venganza. Pero no a un precio que acabase pagando la propia Santana -Hemos venido para ver cómo esos tipos no se salen con la suya e imponen la traición y el terrorismo. Hemos venido a verlo, no a hacerlo.-Saldré con el arma preparada -la mirada de Savard se perdió mientras recordaba hasta la última sacudida del suelo durante el atentado contra las Torres-. Nunca podrán pagar lo que hicieron por muy pequeña que fuese su participación en los hechos.-Si tiene algo que demostrar, agente -dijo Britt imperturbable-, este no es el lugar. Iremos las últimas cuando la zona haya sido despejada. Es una orden.-Sí, señora -se apresuró a decir Savard.Un pelirrojo pelado al rape, de unos cuarenta años, entró en el helicóptero.-Soy el mayor Simons, al mando de esta operación. Despegaremos dentro de cinco minutos.Britt le estrechó la mano.-Brittany Pierce, Servicio Secreto -señaló a Savard-. Renée Savard, FBI.-Agentes -saludó el mayor-. El vuelo durará treinta y cinco minutos. Nos guiamos por fotografías de satélite, pero tenemos un plano realmente bueno del lugar. Aterrizaremos delante de la verja principal. Supongo que habrá guardias pues hemos identificado unos vehículos que seguramente pertenecen a la organización. Si no estuviese al tanto, creería que se trata de una instalación del ejército de Estados Unidos.-A esos tipos les gusta jugar a los soldaditos los fines de semana. Puede que haya mucha gente -Britt suponía que el ataque se había organizado tan rápido precisamente porque era sábado, y Matheson y la mayoría de sus colaboradores estarían en el campamento-. ¿Tiene cifras?Simons negó con la cabeza.-Un acercamiento por aire es demasiado arriesgado porque ese lugar está muy apartado de las rutas comerciales o turísticas. Cualquier nave levantaría sospechas. Las últimas imágenes de satélite indican entre treinta y cuarenta individuos.Britt contó mentalmente los efectivos de los Little Bird, que calculó en unos veinticuatro. Una proporción bastante buena.-Si el jefe está allí, lo necesitamos vivo.Los ojos del mayor eran discos negros y opacos, vacíos de expresión.-Espero que no ofrezca resistencia.-¿Tiene idea de dónde está el centro de mando?-Ni la más remota. Salvo que solo hay una estructura principal en medio del complejo. Seguramente se trata del cuartel general, con una serie de pequeños edificios en torno al perímetro, que deben de ser dormitorios. Lo lógico es que su hombre esté en la casa grande.-Sí, será lo más probable -Britt lo miró sin pestañear. Le daba la sensación de que Matheson no se rendiría fácilmente y de que, si tenía ocasión, organizaría una resistencia armada. En ese caso, habría bastantes bajas. No dudaba de que al final ganarían las fuerzas especiales, pero no quería que muriesen soldados estadounidenses ni que desapareciese Matheson. El tipo tenía información vital para la seguridad futura. Y por mucho que le apeteciese tomarse la justicia por la mano, apuntaba a un objetivo más importante. Había que capturar a Matheson a la primera de cambio-. ¿Existe la posibilidad de que nos posemos delante del porche de su casa?El mayor Simons la miró fijamente y, luego, miró a Savard.-Será mejor que vuele con ustedes y veamos qué se puede hacer -fue hacia la puerta, encorvado, y saltó a tierra volviéndose un instante-. Informaré a los jefes de equipo, y regresaré con los miembros restantes.-Comandante -dijo Savard cuando Simons ya no podía oírla-, ¿qué ha ocurrido con nuestras órdenes de ser la retaguardia?-Supongo que, mientras vayamos detrás de él y de sus hombres, estaremos en la retaguardia -Britt observó la conversación de los soldados-. Y nuestros objetivos no son idénticos a los suyos. Quiero a Matheson vivo para meterlo en una habitación, una habitación pequeñita, e interrogarlo. No me importa lo que tardemos, estará allí hasta que reviente. Quiero saber de dónde vendrán las preocupaciones en el futuro. Quiénes de los míos -miró a Savard- o de los tuyos son como Foster, trabajan a nuestro lado día tras día esperando la orden para atacarnos.-Y yo quiero estar con usted en eso -afirmó Savard rotundamente.Simons se acercó a ellas con tres comandos de la Fuerza Delta.-No te apartes de mí cuando aterricemos -dijo Britt.-Sí, señora -Savard estaba segura de una cosa: no permitiría que le ocurriese nada a Brittany Pierce.***Cuando Rachel cerró el grifo de la ducha, oyó el teléfono móvil. Lo había dejado sobre el tocador del baño, junto a su neceser. Salió, cogió una toalla con una mano y el teléfono con la otra. No reconoció el número y estuvo a punto de activar el buzón de voz. En el último momento algo la impulsó a responder y abrió el aparato:-Rachel Berry.-Estoy en un teléfono de monedas. Solo tengo un minuto.Había interferencias en la línea, pero se oía lo suficiente para reconocer el inconfundible ruido de un avión al despegar. Intentó que la voz no le temblase mientras todo su cuerpo sufría una sacudida.-¿Te encuentras bien?-Sí. Quería decirte que siento lo de esta mañana.-¿Dónde estás?No hubo respuesta, pero a Rachel le pareció que no debía pronunciar ningún nombre. Esperó, con el estómago encogido por los nervios.-Aeropuerto Dulles -se oyó un profundo suspiro seguido por palabras apresuradas-: Todo se planeó mucho antes de que me enamorase de ti. No me quedó más remedio que continuar con el plan para no inmiscuirte.Rachel trató de no distraerse con la frase "antes de que me enamorase de ti", pero los acelerados latidos de su corazón le impedían pensar con claridad.-¿Adónde vas?-No puedo decírtelo.-¿Qué significa lo de "no inmiscuirme"? -Rachel sintió la presión de los segundos que se esfumaban y deseó con todas sus fuerzas una explicación.-Las personas con las que mantenemos relaciones personales...son objetivos de seguridad. Te vigilarán, Rachel. Adiós a tu privacidad. Lo siento. No quería que ocurriese algo así.-Entonces, dime por qué lo hiciste.La voz sonó apagada, como impregnada de lágrimas. -No pude evitarlo. Te necesitaba. Te necesito.Rachel cerró los ojos. Sintió los cuerpos que galopaban a la vez, los alientos mezclados, las almas fundidas en una sola.-Pues estoy aquí.-¿Comprendes lo que eso significa?-Sí, y no me importa.-Tengo que irme -un segundo. Dos-. Te amo muchísimo.La línea quedó en silencio, pero las palabras resonaron en el corazón de Rachel. "Yo también te amo."Desde el aire, el camino de acceso a través del denso bosque parecía una serpiente retorciéndose sobre la hierba. Si Britt no hubiese sabido que aquel era el lugar, no lo habría reconocido: una pista de tierra de un carril discurría a lo largo de ocho kilómetros por una región sin cultivar de los Apalaches, en la frontera entre Virginia y Tennessee. Cuando descendieron, Britt centró los prismáticos que el mayor Simons le había facilitado en un minúsculo punto oscuro que destacaba en medio del verdor circundante. Tras unos instantes, tocó el hombro de Simons y señaló, dibujando con los labios las palabras: "Torre de vigilancia". Simons siguió su indicación y asintió. Se inclinó hacia delante, hizo señas al piloto y habló a través del micrófono que llevaba pegado a la garganta. Los helicópteros viraron hacia el norte para rodear lo que parecía un puesto de observación. Britt dudó de que sirviese de mucho, pero encubrir la aproximación al máximo sería útil. Miró a Savard, sentada frente a ella, muy entera, con gesto reflexivo. Hubiese preferido que Savard mostrase cierto nerviosismo. Según Sun Tzu, los grandes guerreros no temían a la muerte y, por tanto, no dudaban al entrar en la batalla. Aquel día Britt prefería que Savard dudase un poco. Si resultaba herida, Stark lo pasaría fatal. Y ella también. Debía procurar que no le ocurriese nada a Savard.Felicia salió a la terraza.-¿Se sabe algo?-Circuito de espera -respondió Stark y señaló a Santana con la cabeza-, pero es posible que la señorita López tenga información dentro de una hora, aproximadamente.Felicia arqueó una ceja.-Hace un rato hablé con Lucinda Washburn -explicó Santana-. Prometió ponerme al tanto, pero ya sabes cómo circula la información a ese nivel. A veces no te lo cuentan todo –se encogió de hombros-. Generalmente, Lucinda me dice las cosas. Podría llamar a mi padre, pero... -pensó en lo que Britt le había dicho sobre las capas protectoras que rodeaban a su padre cuando se realizaban operaciones como aquella. Su amante estaba dispuesta a arriesgar la vida por conceptos tan difíciles de definir como el honor y el patriotismo. Santana no quería comprometer aquellos ideales preguntando detalles a su padre. Tal vez le contase todo porque la amaba, por tanto no podía pedirle algo así. Era más que su padre. Era el Presidente de Estados Unidos. A veces Santana no quería pensarlo porque le daba miedo que hubiese gente dispuesta a hacer daño a su padre. Por otro lado, le abrumaba la magnitud de su importancia en todo el mundo. Era el hombre que extendía los brazos para cogerla cuando dio sus primeros pasos, evitando así que cayese. El que la subía a caballito sobre los hombros para ver los desfiles del Cuatro de Julio cuando era demasiado pequeña y se perdía entre la gente. La persona cuya opinión le importaba más que la de nadie en el mundo, salvo la de Britt. A pesar de todo eso, también era el hombre cuyas responsabilidades lo aislaban de todos los demás, incluso de ella. De nuevo se encogió de hombros y arrojó los posos de café sobre la barandilla-. Tal vez Britt o Savard llamen pronto para informarnos.Se volvió y entró en la casa. Felicia la vio desaparecer cuando la puerta se cerró y miró a Stark.-¿Estás bien?-Sí. Todo el mundo está desquiciado, es lo que pasa -se encogió para protegerse de una repentina ráfaga de viento y contempló el cielo-. Creo que va a llover otra vez.-Puede. El tiempo es muy fastidiado en este lugar, en medio del océano -le dio un cariñoso apretón en el hombro a Stark-. ¿Por qué no entras? Yo vigilaré aquí fuera un rato. He estado días encerrada en esa maldita casa, delante del ordenador; me viene bien un poco de aire fresco.-¿Qué crees que ocurre con Quinn?-¡Ah, Dios! Creo que la CIA quería enterarse de lo que averiguásemos antes que nadie -se abrochó el botón superior de su chaquetón marinero de lana cuando arreció el viento-. Nos ayudó a desbrozar el caso. Habríamos llegado al mismo lugar en algún momento, pero ella abrevió el trámite.-Pienso lo mismo -admitió Stark de mala gana-. A veces no nos dan elección.-Me da la impresión de que estos días nadie sabe qué ocurre minuto a minuto dentro de nuestra red de seguridad -dijo Felicia con gesto nervioso-. Me alegro de que estemos aquí y de que Egret se encuentre fuera de circulación de momento. El vicepresidente también está en un lugar secreto. Una medida hábil No me gustaría formar parte del equipo del Presidente.Paula resopló.-A mí tampoco. Seguramente querrán esconderlo en el búnker subterráneo y, conociendo al Presidente López, no creo que esté por la labor.-No. Por eso no puedo enfadarme con Quinn. Cada día que nos acercamos a esos tipos, reducimos el riesgo de que ocurra algo horrible.-¿Crees que todo se arreglará al final?Felicia ciñó los brazos alrededor del cuerpo deseando, no por primera vez, que Sam estuviese con ellas.-Eso espero.Los cuatro helicópteros descendieron en círculo sobre el complejo. Al aproximarse al campamento, Britt se fijó en que habían talado los árboles dejando un espacio de casi cien metros en torno al perímetro vallado y habían allanado el terreno. Se veía una especie de puestos de vigilancia a cada lado de la entrada principal, cerrada por una doble verja oscilante. Una aproximación por tierra, aunque hubiesen tenido jeeps blindados, habría sido nefasta debido a que no había forma de cubrirse. En aquellas condiciones, los helicópteros debían dejar a los hombres en el centro del complejo. La voz de Simons surgió del potente altavoz del helicóptero.-Habla el ejército de los Estados Unidos. Todas las personas del complejo reúnanse en el patio de armas. Habla el ejército de los Estados Unidos. Ríndanse y reúnanse en el patio de armas. Habla el ejército de...Mientras el mensaje se repetía, Britt echó un fugaz vistazo a la zona despejada que había entre el edificio principal y otros más pequeños en los que sin duda se realizaba el adiestramiento. De los edificios salió una docena de hombres con uniformes de campaña. El helicóptero de la derecha, que Britt veía a través de la puerta abierta, zigzagueaba de mala manera. A través de los cascos oyó gritar a Simons:-Esos idiotas nos están disparando. Baja. Baja.El helicóptero descendió bruscamente y Britt se golpeó contra un lateral. Frente a ella Savard mostraba una calma sobrenatural.-Todos los soldados, preparados para saltar -ordenó Simons-. Quiero que los pájaros alcen el vuelo en cuanto pisemos tierra.Britt sacó su arma y miró a Savard de nuevo antes de colocarse detrás de los dos comandos Delta que, agachados ante la puerta abierta, se disponían a saltar los últimos tres metros en plena zona caliente.

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