4to libro

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Capitulo 28

10.00 09 septiembre 2001

Informe: El piloto del Equipo Uno y otros seis hombres han abandonado el Hotel Panther de Deerfield Beach, Florida. Destino: Boston.

10.05 9 de septiembre del 2001

Al oír pasos, Rachel apartó la vista del periódico que estaba leyendo sentada en el minúsculo balcón que daba a Central Park.

-¡Buenos días! No puedo creer que te hayas levantado antes que Britt.

-Ni yo -repuso Santana, sentándose en una silla de director de cine frente a su amiga con una taza de café encima de las rodillas-. Tiene que estar totalmente agotada para no haberse levantado a estas horas.

-La recepción de anoche duró casi hasta las cuatro. Y las dos habéis pasado un mes corriendo de un lado a otro como locas.

Santana, que no llevaba más que una camiseta prestada y la braga, estiró las piernas y bebió el café.

-Lo sé. Y no sólo ha tenido que preocuparse de mi seguridad, sino también de... mi salud.

-Seguro que puede con todo, pero esas horas de sueño extra le vendrán bien. -Rachel bajó la voz por costumbre, y no porque hiciese falta-: ¿Dónde están el resto de tus polis?

-Seguramente en la calle con el coche. Suelen permanecer cerca por si se me ocurre salir a dar un garbeo.

-Apenas lo has hecho en los últimos seis meses –comentó Rachel en tono irónico.

-No. -Santana sonrió con ternura, pensando que la urgente necesidad de escapar de su propia vida había cesado al enamorarse de Britt-. Me estoy volviendo muy aburrida.

-Sí, claro -se burló Rachel-. Yo tampoco saldría mucho de casa si tuviera una mujer como la que tienes tú esperándome.

Santana sonrió; luego, suspiró y se recostó, entrecerrando los ojos para protegerse del sol.

-¡Dios, qué fin de semana!

-Sí -afirmó Rachel, convencida-. Un fin de semana excelente. Entre las exposiciones del viernes y el sábado vendimos un total de seis cuadros, y cuento con vender al menos otros cuatro antes de que acabe la semana. Cariño, eres un éxito.

-Tal vez. -Santana volvió la cabeza para mirar a Rachel con expresión pensativa-. O tal vez sólo quieran poseer algo pintado por la hija del presidente.

-Querida, la gente no gasta miles de dólares en souvenirs. Confía en mí, conozco a esos compradores. Y ellos saben de arte.

Santana se puso colorada.

- ¡Tú crees?

-Dios, lo sé. -La voz de Rachel era una mezcla de cariñosa exasperación y leve irritación-. El hecho de que sea tu amiga no significa que no conozca mi negocio. Y como lo conozco, no te representaría si no pensara hacerme rica contigo.

-Ya lo sé. -Santana apoyó un pie descalzo en la barandilla, riéndose.

Rachel preguntó con forzada naturalidad:

-¿Qué te parece Quinn Fabray?

-Oh... bueno, sólo hablé unos minutos con ella.

Rachel arqueó una ceja.

-Que yo recuerde, fueron casi diez minutos. ¿Y te hace falta más de uno para formarte una impresión?

-No, la verdad es que me bastaron treinta segundos... quizá menos. Es guapísima, sofisticada, inteligente y... supongo que muy sexy.

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