2do libro

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Capitulo 14

Nos reuniremos a las nueve, agente Savard –dijo Britt cuando Savard salió de la cocina con una taza de café. Mantenía la voz firme, pero su sistema nervioso autónomo aún respondía a las manos de Santana sobre su cuerpo. Le temblaban sus propias manos y las hundió en los bolsillos de los vaqueros.

–Sí, señora –respondió Savard desde la puerta. La comandante la miró fijamente, pero sus ojos azules resultaban completamente ilegibles. Sin embargo, no costaba tanto trabajo entender la expresión de Santana López, que seguía mirando a Brittany Pierce como si quisiese devorarla. Savard se imaginó que, de no haber entrado en un momento tan inoportuno, Santana habría podrido disimular sus sentimientos. Al parecer, solía hacerlo.

–¿Necesita algo de mí por adelantado, comandante? –preguntó Savard retirándose a un terreno más seguro. Supuso que la intimidad era difícil para aquellas mujeres, y su trabajo no consistía en violar la poca que compartiesen.

–No creo que tenga usted un informe del equipo de campo del FBI diciendo cuándo me entregarán las cintas de vídeo del parque, ¿o sí?

Durante un momento, Savard desvió la vista, incómoda. No quería reconocer que estaba fuera de onda y que llevaba así desde que le había dicho a Doyle que se alegraba de trabajar desde dentro con el equipo de seguridad de Egret, pero que no le pasaría información ajena a los canales. Doyle se había enfadado, aunque no podía ordenarle que lo hiciera. Se trataba de una situación compleja, pero seguía perteneciendo al FBI y mantendría oculta la ropa sucia de la Oficina. Negó con la cabeza.

–No he tenido novedades desde que llegué aquí, comandante.

Britt no esperaba otra cosa. Sabía que Doyle haría todo lo posible para que no pudiese ver sus informes de inteligencia.

–Entonces, eso es todo.

Savard salió sin pronunciar palabra, y Britt se volvió hacia Santana con una pacífica sonrisa en la cara. En los ojos de Santana aún vibraba el deseo, y Britt tuvo que recurrir a toda su fuerza de voluntad para no tocarla otra vez.

–Será mejor que me ponga a trabajar. Nos traerán provisiones pronto y tu ropa llegará más tarde. He enviado a Grant a la ciudad esta mañana. Supuse que ella sabría lo que necesitabas.

–¿Y qué hay de Stark? ¿Se encuentra bien? –preguntó Santana con la garganta tensa por el dolor de la excitación. “Si esta tortura se prolonga, me voy a volver loca.”

–Le han dado de alta, aunque me parece que escatima los síntomas –dijo Britt, distraída por los dedos de Santana, que acariciaban su tazón de café. “Tiene unos dedos muy sensibles. Siempre encuentra el lugar adecuado y entonces lo acaricia...”Tragó saliva y apartó la vista–. Como no vamos a movernos durante unos días, se pondrá bien.

Santana desvió los ojos de la boca de Britt, que imaginaba sobre su piel. Esforzándose por parecer oficial, preguntó:

–¿Cuentas con que sea una estancia prolongada?

–Aún no lo sé.

El espacio era demasiado pequeño, y Santana se encontraba muy cerca. Britt no podía concentrarse. Se movió y se apoyó en la encimera opuesta, pero el metro de distancia no solventó el problema. En aquel momento le costaba pensar en cualquier cosa que no fuera la forma en que Santana la había tocado cuando estaba ansiosa.

–¿Cuánto calculas? –Santana se mesó los cabellos con la mano, frustrada. “Me volveré loca si tengo que permanecer aquí encerrada contigo. El año pasado fue una agonía y aún no me había acostado contigo.”

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