3er libro

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Capítulo 23


—Bueno —dijo Britt, mirando a sus amigos y colegas—, parece como si este trabajo estuviese hecho para nosotros. Vamos contrarreloj, sólo que no sabemos cuánto tiempo tenemos; seguramente, no mucho. Lo que sí sabemos es que la señorita López viaja al extranjero dentro de pocos días. No quiero que este asunto la persiga hasta París.—Tal vez Felicia sea la clave. —Sam se mostraba rotundamente a favor de ella—. Los archivos son lo único que nos proporcionará pruebas irrefutables, a menos que encontremos un testigo de primera mano, alguien que diera o recibiera órdenes en la investigación encubierta y que esté dispuesto a cantar nombres.—¿Nuestra Garganta Profunda, quizá? —preguntó Santana, expectante.—Posiblemente —respondió Stark—. Salvo que él, o ella, no quiera que lo encontremos. Si es amigo, y me parece lo más probable, por algún motivo teme abordarla directamente. No será fácil hacerlo saltar con nuestro limitado margen de tiempo.—Pasa de la medianoche —comentó Britt, incapaz de seguir ocultando su tremendo cansancio—. Me reuniré con Davis por la mañana, pero voy a pedirle que no se meta en esto.Su afirmación fue recibida en medio de sonoras protestas, pero cabeceó con decisión.—Será la que más se arriesgue. Si puede entrar en sus ordenadores, alguien del otro lado podrá sin duda llegar hasta ella.—No creo, comandante. —Sam habló con convicción y con un orgullo inesperado—. Al fin y al cabo, la asignaron a la misión de perseguir a Loverboy porque es una de las mejores piratas informáticas del mundo. Sabe ocultar su rastro cuando entra en casa de alguien por la puerta de atrás.—Ojalá —repuso Britt, a quien seguía sin convencer la idea de involucrar a otra agente—. Ya veremos después de que hable con ella.—Voy a verla esta noche. Con su permiso, comandante, puedo ponerla al tanto —ofreció Sam—. Ganaremos tiempo.—Caramba, Sam —se burló Savard con ojos chispeantes—. ¡Un trabajo rápido!Sam se puso colorado, pero sonrió con satisfacción.—No tan rápido. Me rechazó las seis primeras veces que le pedí para salir. —Se aclaró la garganta y se puso serio de pronto—. ¿Comandante?Britt miró los rostros que la rodeaban y supo que la decisión ya estaba tomada, así que se encogió de hombros y suspiró.—Me rindo. Adelante, Sam. Si acepta colaborar, cuéntele todo lo que sabemos hasta el momento.Sam cogió el maletín, en el que guardó el sobre con las fotografías y las cintas de vigilancia.—Hablaré con usted por la mañana, comandante.—Debemos concertar una reunión al mediodía para ponernos al día. —Britt miró a Santana—. ¿Podemos quedar en el Aerie?—Claro —respondió Santana—. Creo que es hora de que todos empecéis a llamarme Santana.—Sí, señora —repuso Stark educadamente, y el grupo compartió una nueva carcajada.—Tómense tiempo libre esta noche —indicó Britt mientras se despedía de Sam, que estaba en la puerta a punto de salir. Se dirigió, luego, a la principal protectora de Santana— ¿Lista para marcharse, Stark?Stark dudó, mirando a Savard. Antes de que pudiera responder, intervino Santana:—Creí que había quedado en pasar la noche en casa de Rachel, Britt. Puedes llevarme tú, ¿verdad? No hace falta que venga Stark.—Pues claro. Stark, queda oficialmente relevada de servicio. Llamaré al centro de mando para que alguien nos espere abajo y acompañe a la señorita López a su destino.—No se moleste, comandante —dijo Stark sin dudar ni un segundo—. Puedo acompañarla yo.Britt, más que ver, percibió que Savard se ponía rígida, y la niebla se despejó lo suficiente como para que su agotado cerebro registrase el suspiro de desaprobación de Santana.—Eso es todo, agente. —Britt cogió el móvil que llevaba al cinturón—. Tómese libre lo que queda de noche. Se lo ordeno.Después de que Britt llamase al equipo nocturno para que las recogiese con el segundo coche, Snatana y ella se despidieron de las otras dos mujeres y se marcharon.—Es increíble que te hayas ofrecido para trabajar otra noche más. ¿A qué vienen tres noches seguidas? —La mirada de Savard era claramente amenazante cuando atravesó el salón y se enfrentó a Stark.—Dos... bueno, dos y media creo, pero anoche no me ofrecí —dijo Stark a modo de autodefensa.—Que te quedes levantada dos noches podría dañar seriamente mi ego, ¿no te das cuenta?—Es una situación un poco complicada desde que la comandante y Egr..., esto... Santana, intentan disimular que pasan tiempo juntas —explicó Stark, muy seria—. Resulta más fácil si yo...—Paula, cállate. —Savard puso en práctica la orden besando a Stark en la boca.El gritito de sorpresa de Stark dejó paso a un tierno gemido cuando la lengua de Savard acarició sus labios, y luego se introdujo en su boca. Rendida, cerró los ojos y dejó que el calor y la ternura de la caricia la dominaran hasta llegar a todas las células. Cuando el beso remató, Stark abrió los ojos y comprobó con desconcierto que no podía centrar la mirada. La cabeza le daba vueltas.—Ha sido impresionante —acertó a decir con voz un poco temblorosa. De pronto, le pareció que en el apartamento hacía mucho calor.Savard apoyó la mano en la mejilla de Stark y le apartó el oscuro cabello de la sien con dedos vacilantes.—No hay límite ni nada por el estilo, ¿verdad? —Stark rozó con los labios los dedos que le acariciaban el rostro.—En absoluto —respondió Savard con voz ronca y grave—. En realidad, creo que se trata de un abastecimiento infinito.—Eso está bien, porque voy a querer grandes cantidades.—¿Empezando en este momento?—¿Y tu hermana? —Stark apoyó las manos en la cintura de Savard y se acercó más a ella, hasta que los muslos de ambas se tocaron. Se alegraba de que Renée también estuviese un poco mareada.—Es poli de siete a siete. No nos molestará si estamos... dormidas... cuando llegue.—Sí, entonces empecemos ahora. —A Stark le preocupaba que las piernas no le obedeciesen si esperaban mucho más, ya que le temblaban sin que pudiera evitarlo.—¿Segura? —No había la menor burla en el tono de Savard, sólo una amable pregunta, llena de paciencia, ternura y dulce añoranza.—Deseo más que nada hacer el amor contigo —confesó Stark con el cuerpo vibrante de necesidad—. He querido tocarte desde siempre.La sencillez de aquella declaración impresionó más a Savard que la fuerza de la explosión la noche en que había matado a Loverboy. Soltó un profundo suspiro mientras le hervía la sangre.—No puedo esperar.Stark la abrazó por la cintura y, antes de besarla, susurró:—Entonces, no esperemos.* * *En el todoterreno, Britt se inclinó hacia delante para dar instrucciones a Foster, que conduciría, y luego se acomodó en el asiento de atrás junto a Santana y dijo, frotándose la sien con gesto ausente:—Tengo que hacer las comprobaciones de antecedentes de primer nivel esta noche.—Britt, estás a punto de derrumbarte. Necesitas dormir.—Me encuentro bien.—¿En serio? ¿Qué tal tu cabeza?—Unas cuantas aspirinas la arreglarán.—No te atrevas a engañarme —repuso Santana—. Tal vez esté locamente enamorada, pero no estoy clínicamente muerta.Britt sonrió y enderezó los hombros, cabeceando para aclarar las ideas.—No es tan grave, de verdad. Puedo echar un sueñecillo entre...—Quiero que te quedes conmigo en casa de Rachel esta noche. —Santana habló en tono sereno, pero había una decisión en su voz que indicaba que no iba a ceder.Britt permaneció callada, considerando sus opciones. No sería la primera vez que Santana y ella pasaban horas, incluso noches enteras, en un lugar distinto al apartamento de Santana. Que estuvieran solas no significaba forzosamente que tuviesen una relación personal; y en aquel punto, le daba igual lo que los demás pensasen sobre su relación. En realidad, estaba demasiado cansada para discutir. Y quería estar con Santana.—De acuerdo.—Estupendo. —El fácil consentimiento de Britt confirmó las sospechas de Santana de que su amante se hallaba al borde del agotamiento. Había esperado una pelea, pero se alegraba de que no se hubiese producido. También ella estaba emocional y físicamente exhausta, y lo único que quería era que Britt descansase un poco.Un cuarto de hora después, Britt y Santana estaban ante la puerta del apartamento de Rachel Berry. Tras abrir, Rachel arqueó perezosamente una ceja mientras se apoyaba en el marco de la puerta con un camisón burdeos que le daba aspecto de sirena de una película de los años cuarenta.—Buenas noches.—Hola —dijo Santana, dando la mano a Britt al tiempo que se inclinaba para besar la mejilla de Rachel—. Esta noche tienes invitadas.—Genial. Me encantan las pijama parties. —Rachel se hizo a un lado para dejarlas pasar y sus penetrantes ojos repararon en la palidez de la agente del Servicio Secreto y en su paso vacilante.—No —gritó Santana por encima del hombro, guiando con decisión a Britt a través del salón—. Vamos directamente a la cama.—Vaya, no sois nada divertidas —declaró Rachel, frunciendo el ceño exageradamente. Sin embargo, preguntó con sensatez—: ¿Necesitáis algo?—No, estamos bien. Sólo queremos huir durante unas horas.Rachel se sentó en el sofá mientras su amiga desaparecía con su amante en dirección a la habitación de invitados. "Lo que necesitáis son unas cuantas semanas a solas, lejos de los periodistas y de la Casa Blanca." Suspiró y cogió una revista. Sabía que su sensato deseo tenía pocas probabilidades de convertirse en realidad.* * *—Tengo que ducharme —dijo Britt quitándose la chaqueta y la pistolera de cuero que llevaba al hombro.—Estás perfectamente. —Santana se acercó a Britt, la ayudó a desprenderse de la pistolera y la dejó en una silla. La habitación de invitados era amplia, con una cama de matrimonio, un pequeño tocador con espejos, varias sillas y un baño contiguo. La única ventana estaba abierta y la leve brisa veraniega agitaba perezosamente las cortinas—. Acuéstate.Britt cabeceó con tozudez.—Ha sido un día muy largo, y no quiero estar desnuda a tu lado hasta que me haya duchado.—Naturalmente, quiero que te desnudes —concedió Santana, dio la mano a Britt y la condujo al cuarto de baño—. Vamos, pues, comandante.Permanecieron juntas bajo el chorro de agua caliente, demasiado cansadas para hablar. Britt se inclinó hacia delante y apoyó las manos en la pared mientras el agua le caía sobre la cabeza y el cuello. Gimió cuando Santana empezó a enjabonarle los hombros y la espalda y cuando aquellas manos familiares encontraron los lugares más sensibles.—¡Dios, qué maravilla!—Date la vuelta —susurró Santana. Cuando Britt obedeció, Santana deslizó las manos, suaves y resbaladizas a causa de la espuma, sobre el pecho y el abdomen de su amante—. ¿Ya te sientes humana? —preguntó al ver que Britt se relajaba con sus caricias.En cualquier otro momento, el suspiro de Britt desnuda, con la cabeza echada hacia atrás y los ojos cerrados, vulnerable de una forma que no se permitía ante nadie más, habría encendido una punzada de deseo. Pero, aquella noche, cuidarla le satisfacía más que ninguna otra cosa. La responsabilidad de amarla era maravillosa y aterradora al mismo tiempo. De repente, abrazó a Britt por la cintura y se apretó contra ella mientras la espuma del cuerpo de Britt la impregnaba.—¿Qué ocurre? —murmuró Britt al ver que Santana temblaba.—Nada. Es sólo que... te amo.Britt sonrió y apoyó la mejilla en la de Santana.—Me parece muy bien.—Sí —susurró Santana en voz casi inaudible.Cinco minutos después, se deslizaron entre las limpísimas sábanas y se abrazaron, cara a cara. Britt besó a Santana en la punta de la nariz y suspiró.—Que conste que quiero hacer el amor —murmuró Britt.—¿Pero? —Santana apoyó la cabeza en el hombro de Britt mientras acariciaba el pecho de su amante, y luego sostuvo un seno con la mano.—Estoy muerta de cansancio.—Mañana será otro día —dijo Santana con ojos entrecerrados.Lo último que pensó Britt antes de caer rendida de sueño fue que ojalá siempre hubiese un mañana

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