Capítulo 15
–Tienes el pelo mojado –comentó Santana mientras observaba cómo Britt recogía su ropa esparcida. Se apoyó en la puerta del baño. Llevaba el albornoz que se había puesto la noche anterior, cuando Britt había aparecido en su habitación–. Si sales así de mi habitación y te presentas en una reunión, es como si llevaras un letrero diciendo: “Me he acostado con la primera hija”.
Britt sonrió y se abotonó la camisa.
–Me lo secaré mientras me visto. Tengo en la otra habitación una maleta que me trajo Sam. –Se metió en los vaqueros y esbozó una leve sonrisa–. No sé cómo anoche me quedé dormida antes de deshacer el equipaje.
–Porque no te tenías en pie –explicó Santana con una mezcla de irritación y preocupación–. ¿Alguien se va a ocupar de tus quemaduras?
–Se lo pediré a Stark. El Servicio de Emergencias Médicas dejó una cosa para que me la pusiera. –Se dirigió a Santana y apoyó las manos en su cintura–. Me ocuparé de ellas, te lo prometo.
–Será mejor que lo hagas –dijo Santana con voz ronca. Odiaba hacerlo, pero tuvo que decir– Deberías irte.
–Sí –suspiró Britt, sin ganas de marcharse–. Me voy a pasar el día metida en reuniones. Stark se ocupará de cualquier cosa que necesites.
Santana sonrió irónicamente.
–Mientras no me obligue a jugar al pinacle con ella. Hasta ahí podíamos llegar.
–Entendido. –Britt rozó la frente de Santana con los labios. No se atrevía a más porque temía que, al sentir la suavidad de los labios de Santana, no pudiese conformarse con un beso. Ya no se controlaba como antes; no dejaba de desear a aquella mujer. Por fin se apartó y se dirigió a la puerta, donde se detuvo con una mano en el pomo. –A propósito, la doctora Coleman se encuentra bien. Creo que acabó debajo del montón cuando todos nos tiramos al suelo. Quedó un poco aturdida por la explosión, pero en buenas condiciones.
Santana la estudió durante un momento, buscando alguna señal que contuviese un mensaje oculto en las palabras de Britt. Debería haber sabido que no la había. Brittany Pierce no se andaba con juegos.
–Gracias. Estaba preocupada.
–Ya lo supuse. –Britt asintió y abrió la puerta.
–¿Britt? –se apresuró a llamar Santana, y la agente se volvió–. Sabes que no hay nadie, ¿verdad?
–Eso espero –replicó Britt tiernamente, y luego se marchó.
Dos horas después, Santana se encontraba en la puerta del centro de mando provisional y observaba a la gente agrupada en torno a la larga mesa de comedor que ocupaba el centro de la estancia. Britt, vestida con un traje gris oscuro y una camisa de seda plateada, ocupaba un extremo de la mesa, mientras que Patrick Doyle se sentaba en el extremo opuesto. Sam estaba a la izquierda de Britt, y Stark, con una venda en la frente y un corte muy aparatoso en un lado de la cara, se hallaba junto a él. Frente a ellos se encontraban un hombre y una mujer que Santana no conocía. Savard parecía un poco incómoda, sentada entre Stark y Doyle. Patrick Doyle frunció el ceño y preguntó lacónicamente:
–¿Puedo hacer algo por usted, señorita López?
Santana lo observó un momento, y luego, tras dar la vuelta a la mesa, ocupó una silla junto a Britt.
–Me gustaría tener una idea de lo que sucede.
Doyle, fastidiado, se aclaró la garganta y ordenó unos papeles que tenía delante. Cuando levantó la cabeza, le dirigió una mirada glacial.

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Honor
Fiksi Penggemares una historia que leí en otra pagina y me gusto muchísimo trata de una historia brittana, involucra amor, pasión y accion