Capitulo 17Britt se sentó en la oscuridad en el amplio sofá de cuero; llevaba una bata de seda gris floja y sostenía un vaso de whisky Glenlivet en la mano izquierda. Santana estirada, con la cabeza apoyada en el regazo de Britt, tenía la mejilla pegada a su abdomen, mientras los dedos de la mano derecha de Britt se enredaban en los cabellos de Santana. Fuera la noche era oscura; en el borroso cielo negro había un tenue destello lejano que procedía de las luces de seguridad de la Casa Blanca. Se había sentado en aquel lugar cientos de veces: al final de un largo día, cuando estaba demasiado cansada para dormir y demasiado triste para buscar compañía, pero no recordaba haber estado nunca tan satisfecha ni tan contenta.-Humm -murmuró Santana, poniéndose boca arriba y abriendo los ojos con un profundo suspiro. Parpadeó y miró a Britt-. Me quedé dormida. Lo siento.-No tienes por qué -susurró Britt, acariciando la mejilla de su amante. Sus ojos recorrieron la elegante musculatura del cuerpo de Santana, vestida con una camiseta floja y unos pantalones cortos que Santana había encontrado en la cómoda de Britt después de ducharse-. Es agradable relajarse sin nada que hacer, aparte de estar juntas.No dijeron que por la mañana Britt tenía que reunirse con el equipo y que volarían de regreso a Nueva York, ni que, a pesar de estar en casa, permanecerían separadas casi todo el día. Santana enterró la cara en el estómago de Britt, aspirando su característico aroma.-¿En qué estabas pensando mientras yo dormía?Britt deslizó mechones negros entre los dedos.-En lo bien que me siento y en lo estupendo que es estar contigo.-¿En serio? -preguntó Santana con voz ronca mientras levantaba la mano para acariciar el brazo de Britt-. ¿Aquí, de esta forma? ¿Mientras yo babeo encima de ti?-Sobre todo aquí y así. -Britt dejó el vaso sobre la mesa rinconera, se inclinó y besó a Santana con ternura-. Podemos prescindir del babeo, pero me gustan mucho los pantaloncitos.Santana se rió.-Y me gusta tenerte en brazos cuando duermes -añadió Britt.-En la Casa Blanca hice unas cuantas promesas que no he cumplido -advirtió Santana-. ¿Debería preocuparme que llevemos más de cuatro horas solas sin hacer el amor?-Desde que nos conocemos, te he deseado siempre que te veía -respondió Britt, con aire pensativo-. Ahora te deseo. Pero lo más hermoso de esta última hora, que he pasado sentada aquí contigo dormida en mi regazo, ha sido saber que debajo de la pasión había paz... y que siempre tendremos las dos cosas.-Oh, Britt -exclamó Santana, y hundió el rostro en el cuerpo de Britt, abrazándola estrechamente por la cintura-. ¿No te asusta un poco?-No, cariño -susurró Britt, acariciando los cabellos de Santana- Lo único que me asusta es la perspectiva de perderte.-Imposible. -Santana se incorporó y quedó entre los brazos de Britt, con el rostro junto al de su amante-. Estoy locamente enamorada de ti. ¿Qué le has dicho a Lucinda sobre el matrimonio? -Respiró con dificultad-. Tal vez te cueste creerlo, pero yo pienso lo mismo.Britt la besó de nuevo, acariciando con una mano la nuca de Santana y con la otra el muslo hasta el borde de los pantalones de algodón. Exploró la boca de Santana hasta que satisfizo sus ansias de saborearla, y luego se apartó-. Te creo porque lo percibo cada vez que me tocas.-Tal vez algún día podamos considerarlo -susurró Santana, separando suavemente la seda que cubría los pechos de Britt.-Hum, algún día, por supuesto. -Britt echó la cabeza hacia atrás, con los párpados henchidos de placer mientras Santana le acariciaba los pechos-. Estás consiguiendo que me cueste organizar las ideas en este momento.-¿De verdad? -Santana jugueteó con un duro pezón entre los dedos, mordiéndose el labio y reprimiendo un gemido cuando Britt se arqueó contra ella-. Estoy pensando en todas las cosas que he deseado hacer contigo desde esta tarde.-Esta tarde, vaya. -Britt se esforzó por recobrar el aliento, que la había abandonado con el primer roce de los juguetones dedos de Santana, y deslizó la mano bajo la amplia pernera de los pantalones hasta llegar al calor que brotaba entre los muslos de Santana-. Se supone que no hay que pensar en el sexo delante del presidente.-Sobre todo cuando además es tu padre. -Santana mordisqueó el labio inferior de Britt mientras acariciaba con más fuerza el pezón erecto, arrancando un profundo gemido a Britt.-No quiero que pienses en eso en este momento -se apresuró a decir Britt, con el corazón desbocado mientras deslizaba la mano sobre la carne dispuesta-. ¡Oh, Dios, qué hermosa eres!-Me encanta -afirmó Santana, apoyando la frente en la de Britt mientras apretaba inconscientemente el pecho de su amante con más ahínco.-Sí -gruñó Britt cuando otra sacudida de placer se extendió por su estómago. Acarició el clítoris de Santana en círculos, notando cómo crecía.-No hagas que me corra -pidió Santana mientras apartaba las caderas de los expertos dedos que la acariciaban con pericia, pues su control era demasiado frágil para soportar un placer tan exquisito, y deslizó la lengua por el interior del labio de Britt-. Quiero desearlo hasta que te lo implore.-Y yo quiero que sea ahora -gimió Britt, moviendo las caderas sin parar debajo de Santana.-Entonces tendré que distraerte. -Santana abandonó el sofá y se arrodilló entre los muslos de Britt. Le abrió la bata de seda y le dejó al descubierto el cuerpo bajo la luz de la luna, conteniendo la respiración como si contemplase aquella gloria por primera vez. Le deslizó los dedos sobre el abdomen, observando cómo su amante temblaba y se ponía tensa e inclinándose luego hacia delante para besarla entre los muslos- Te amo.-Santana -susurró Britt, muriéndose de amor y de deseo. En aquel mismo lugar, mil años antes, había cerrado los ojos ansiando que una desconocida aliviase su dolor. Pero en ese momento era puro gozo. Britt levantó la cabeza con gran esfuerzo y miró la cara de Santana, alzando una mano temblorosa para acariciar el rostro de su amante. -Vamos... a la cama.-Estás a punto. Déjame terminar.El aliento de Santana, ardiente sobre su piel febril, hizo temblar a Britt.-Quiero... correrme acostada a tu lado... en tus brazos. Por favor.-Sí, cariño -murmuró Santana, levantándose y dándole la mano a Britt. Britt casi nunca le pedía nada, y ella tampoco se lo negaría. Abrazó a Britt por la cintura y la atrajo hacia sí. -Britt, deja que te ame.-¿Sí?-Hola, dormilona.-Hola -respondió Stark-. ¿Acabas de llegar? Estaba preocupada.-Sí, hace unos minutos. -Renee miró su reloj: las dos menos diez de la mañana. Suspiró, agotada-. Estuvimos en el aeropuerto De Gaulle un par de horas mientras comprobaban el sistema eléctrico. Al final, acabamos cambiando de avión. Cuando llegamos al JFK, las entradas estaban tan retrasadas que estuvieron a punto de desviarnos al aeropuerto Dulles.-Pues no habría sido tan malo. Estamos en Washington.-¿Durante cuánto tiempo? -Renee no disimuló su decepción. Había contado con ver a Paula por la mañana un rato antes de presentarse en su nuevo destino.-Aún no lo sé. Todo el equipo está aquí, y supongo que nos darán instrucciones por la mañana. ¿Y tú qué tal?-En casa de mi hermana había una carta para mí. -Renee puso los pies sobre la desordenada mesita del café y cogió una hoja de papel-. Me han destinado temporalmente a la sede del FBI en Nueva York. Tengo que presentarme mañana para un servicio restringido.-Eso es bueno, ¿no? Al menos estaremos en la misma ciudad.-Esa es la parte buena -admitió Renee enseguida-. La parte que no me gusta es el adjetivo restringido. No me metí en el FBI para ser una chupatintas.-Hace poco que te dispararon -señaló Stark.-Sí, sí, ya lo sé. -Hábilmente Renee empujó una lata de Coca-Cola sobre la mesa con la punta del pie-. Una de las mayores secciones de la división de contraespionaje está aquí, en Nueva York. Me consideraré afortunada si me destinan allí.-Bueno... ¿y te vas a quedar con tu hermana?Renee permaneció callada, contemplando el minúsculo y atestado apartamento. Antes de viajar a París dormía en el sofá. Su hermana era buena persona, pero el espacio no estaba pensado para dos.-Seguramente durante un par de días, luego tendré que buscar algo. Chloe no se ha quejado, pero creo que su novio se alegrará de que me marche.-Yo... en fin... casi nunca estoy en casa. Ya sabes, con los turnos partidos y los viajes de Egret. -Stark se agitó bajo las sábanas, con el corazón tan acelerado como la primera vez que vio que Renee iba a besarla. De pronto soltó-: Podrías quedarte en mi casa.En ese momento al silencio se añadió el sonido de las palabras no pronunciadas. Stark se maldijo interiormente por ser una imbécil torpe e impertinente.-Lo siento. Ha sido una estupidez.-No -repuso Renee con ternura-. Ha sido muy amable. Y resulta tentador... no sólo porque resuelve mis problemas. No concibo muchas cosas (en realidad, ninguna) que me apetezcan más que compartir el mismo espacio contigo durante todo el tiempo posible. Y como mis sentimientos son esos, he de ir con cuidado.Stark no paraba de enredar con las sábanas. Llevaban semanas cimentando una relación, pero se habían acostado muy pocas veces.-Comprendo. No pretendía ponerte entre la espada y la pared. -Intentó cambiar de tema, pero las palabras salieron solas-: Si no funciona, no tienes por qué quedarte.-¿Y si funciona? ¿Estás preparada para eso?-Nos besamos una vez -observó Stark, muy seria-, antes de que se cerrase la operación Loverboy en Nueva York. Recuerdo aquel beso. Fue hermoso. Duró un segundo, y te limitaste a rozar tus labios contra los míos, pero me di cuenta de que era algo más que un beso amistoso. -Tomó aliento al recordar que Renee había concluido su sesión de gimnasia y aún llevaba los guantes de boxeo. Tenía la camiseta empapada de sudor, y su piel resplandecía. Parecía fuerte y femenina a la vez y muy sexy-. Veinticuatro horas después estaba arrodillada junto a tu cuerpo, con las manos sobre tu pecho, sintiendo que te morías.-Paula, cariño -dijo Renee sin aliento, con el corazón dolorido al notar el temblor en la voz de Stark-. Cielo...-No, estoy bien -insistió Stark, que necesitaba dar rienda suelta a las emociones que se agolpaban en su interior-. Lo que existe entre nosotras empezó antes de ese beso, antes incluso de que nos tocásemos. Porque cuando creí que te morías, me dolió por dentro un punto cuya existencia desconocía hasta entonces. Me dolió algo como si se hubiese desangrado para siempre.-¡Oh, Dios mío, paula! –"Te amo."-Por tanto, sí, estoy preparada -añadió Stark en voz baja.Nunca había dicho nada parecido, ni siquiera lo había pensado. Pero sabía sin la menor duda que era sincera. Esa idea le daba fuerza, y de esa fuerza surgía la paciencia-. Aunque tal vez convenga dejar claro desde el principio que sería un acuerdo temporal. Tres semanas.-Tres semanas. -Entonces le tembló la voz a Renee-. Me parece... razonable.-Después ya sabrás algo de tu destino permanente, y mientras tanto habremos tenido ocasión de comprobar cosas.Renee se rió, casi aturdida por la felicidad y la sorpresa.-Estoy deseando comprobar cosas contigo, cariño.-¿Sí? ¿Entonces crees que podría funcionar... temporalmente?-Me parece que sí. Llámame cuando llegues a la ciudad y estés libre, e iré a verte. ¿De acuerdo?Stark suspiró y se deslizó bajo las sábanas. Estaba cansada, pero se sentía de maravilla. Lo único que le faltaba para que la noche fuese perfecta era tener a Renee a su lado.-Entendido.-¿Tienes sueño, cariño?-Sí, un poco. ¿Y tú?-Estoy agotada del viaje -respondió Renee, poniendo los pies sobre el sofá y estirándose.-De momento no tengo que ir a ninguna parte -murmuró Stark.-¿En serio? -Renee alargó la mano, apagó la luz de la mesa rinconera y dijo con una risita-: Dime, cariño, ¿qué llevas encima?02.00 20 agosto 200lUn teléfono móvil sonó en un complejo paramilitar perdido en las montañas de Tennessee. Respondió a la llamada el oficial de guardia, un hombre blanco de veinte años con el pelo casi al rape, vestido con un uniforme de campaña; llevaba munición extra en cargadores colgados del cinturón, un cuchillo de monte en una funda de cuero y gafas nocturnas sujetas con una tira de piel al cuello.-Sargento Wilson.Wilson, el oficial de guardia del fin de semana, trabajaba durante la semana como empleado de una gasolinera en una de las áreas de descanso de la interestatal y sabía demasiado para cuestionar la orden, así que se limitó a repetir los diez números. No conocía a la persona que le hablaba por teléfono, pero estaba familiarizado con el tono profundo y terminante.-Sí, señor. Inmediatamente, señor.Cuando el que llamaba dio por concluida la conversación, Wilson utilizó la red terrestre para llamar al despacho del general, una de las cabañas que en otra época formaban parte del centro vacacional de montaña que en ese momento era la base del complejo. El albergue central se había convertido en cuartel general de la organización, y los oficiales se alojaban en cabañas repartidas por el bosque. El personal voluntario acampaba en tiendas en zonas preparadas por ellos mismos. El conjunto, de dos hectáreas, estaba rodeado por una verja de alambre de púas de tres metros de altura y protegido por sensores de movimiento y reflectores. Algunos oficiales, como el general, pasaban casi todo el mes en la base. El resto eran soldados de fin de semana, como el sargento Wilson, pero su papel resultaba fundamental, pues eran entregados y estaban decididos a participar en la luchar para devolver la nación al pueblo.-General Matheson, señor. Hay una llamada urgente para usted.-Deme el número, soldado.Cinco minutos después, el americano moreno abrió el teléfono móvil cuando vibró.-Buenos días, general.-¿Lo son? Tal vez en ese hotelito tan mono en el que está usted -ladró la voz desagradable-. En estas montañas hace un calor de mil demonios, incluso con las ventanas abiertas. Cada mísera ráfaga de aire te acarrea la picadura de una docena de mosquitos.-Lo lamento, general.-Sí, bueno, no desperdiciemos los minutos de alta seguridad. -Habían aprendido un valioso truco de sus colegas de Oriente Medio: compraban de forma anónima chips de memoria desechables, generalmente en Suiza, para las llamadas a través de móviles, y así se comunicaban vía satélite sin peligro de que rastreasen las llamadas. Los que tenían equipos sofisticados incluso podían utilizar los chips para enlazar sus ordenadores con los satélites y lograr transferencias de datos más amplias o insertar mapas, imágenes fotográficas u otros datos de espionaje en páginas web de tapadillo-. ¿Qué diablos ha ocurrido ahí? La misión estaba planeada hasta el último detalle... tendría que haber funcionado sin fallos.-Esperaba que usted me lo explicase -repuso el otro hombre, con la paciencia agotada tras meses de planificación que habían estado a punto de acabar en un desastre-. Faltaban sólo unos minutos para ejecutar la operación cuando tuvimos que abortarla. La prematura publicación de la entrevista del objetivo incrementó la atención de los medios hasta el punto de que nuestra ruta de huida se hallaba seriamente comprometida.El general soltó un gruñido de disgusto.-No tuvimos nada que ver con eso. No queremos un interés anormal sobre el objetivo en este preciso momento ni cuando la operación de mayor envergadura está a punto de comenzar.-No es momento para errores de comunicación -insistió el agente que había pasado los últimos seis años de su vida infiltrado en una de las organizaciones más seguras del mundo-. La sincronización es fundamental.-¿Acaso cree que no lo sé? ¿Qué coño piensa que hemos estado haciendo aquí el último año? -Se impuso un espeso silencio mientras ambos hombres se esforzaban por controlarse.-¿Abandonamos ese objetivo? -preguntó el agente.-No. Pero la misión ha cambiado... de secuestro a ejecución -respondió el general en tono gélido-. Será un golpe coordinado que coincidirá con el de nuestros amigos.El estómago del hombre moreno se encogió y habló con pocas palabras, para disimular la ansiedad.-¿Cuándo recibiré los detalles?-Cuando los necesite.El agente americano que estaba en una esquina de Washington, cerca de la Casa Blanca, haciendo planes para cometer un acto de traición asintió como si el hombre que estaba al otro lado de la línea pudiese verlo.-Entiendo. Estaré esperando.

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Honor
Fanfictiones una historia que leí en otra pagina y me gusto muchísimo trata de una historia brittana, involucra amor, pasión y accion