Capítulo 22
Acababan de sentarse en el todoterreno, Stark al volante, cuando sonó el móvil de Britt.—Pierce.Escuchó un momento, y luego le pasó el teléfono a Savard.—Es Sam. ¿Quiere darle la dirección de su hermana? Tiene información para nosotras y deseo que esté presente cuando echemos un vistazo a nuestro último regalo.Savard asintió y facilitó la información a Sam.Un cuarto de hora después, Savard las invitó a entrar en el pequeño pero cómodo salón de un apartamento de Chelsea. Los muebles estaban muy usados, pero habían sido buenos, y el espacio que había bajo las ventanas y casi todos los rincones estaban llenos de plantas de todo tipo que daban un toque de cálida acogida muy distinto a los apartamentos impersonales y a las habitaciones de hotel en las que solían pasar casi todo el tiempo. Britt reparó con satisfacción en una zona de trabajo situada en un pequeña hueco junto al salón, con una mesa, un equipo de vídeo último modelo y un ordenador de vanguardia. Señaló los aparatos electrónicos con una inclinación de cabeza.—¿Podemos utilizarlos si tenemos que ver las cintas que trae Sam?—Claro —respondió Savard con ojos resplandecientes—. Siempre que pague usted las averías.Britt sonrió, agradeciendo el leve respiro de la broma.—Se lo garantizo por escrito.—Trato hecho. —Savard se dirigió a una minúscula cocina y preguntó por encima del hombro—: ¿Alguien quiere café? —Al oír el coro de afirmaciones, preparó la cafetera. En medio de los preparativos, sonó el timbre—. Paula, ¿puedes abrir?Stark se acercó a la puerta y pulsó el intercomunicador.—¿Diga?—Soy Evans.—Tercero C —le recordó Stark mientras pulsaba el botón para abrir la puerta del portal.Momentos después, hizo pasar a Sam. Tras los saludos, todos se acomodaron en el sofá y en sillas, en torno a una mesita de pino colocada sobre una alfombra de alegres colores.—Supongo que debo empezar yo —dijo Britt desde el sofá, donde se había sentado junto a Santana.Savard había hecho sitio en el centro de la mesita y todos se acercaron cuando Britt sacó el sobre de papel . Había dos hojas brillantes, que separó y puso sobre la mesa para que los demás pudieran verlas. Todos se movieron para tener la mejor perspectiva de las imágenes. Las fotos se habían hecho desde lejos, pero la primera, a plena luz del día, era de excelente calidad; tanto el rostro de Britt como el de Santana se reconocían perfectamente.—¿Cómo diablos...? —explotó Stark.—Es la terraza trasera de la casa de mi madre —dijo Britt en tono impasible para aclararle las cosas a Savard. Por dentro, estaba ardiendo—. La hicieron aproximadamente a las ocho de la mañana del último día que la señorita López estuvo en San Francisco.—Cabrones —murmuró Santana estremeciéndose. No le fastidiaba que alguien las hubiese vigilado, ni siquiera que las hubiesen sorprendido en un momento de intimidad, un momento que recordaba muy bien."Sentiré irme de aquí.""Tu compañía hace que el mundo parezca totalmente distinto.""No tenemos por qué perder este sentimiento, ¿verdad?""No. Debemos procurar no perderlo."Se trataba de un momento que no quería olvidar nunca. Le fastidiaba que alguien hubiese presenciado en silencio algo hermoso, alguien que intentaba convertirlo en algo feo.—Me pregunto dónde estarían —dijo Santana en tono lo más controlado posible.—En cualquier parte —afirmó Britt—. En un tejado próximo, un apartamento de una calle cercana, encima de un condenado árbol, en cualquier lugar desde donde se pudiese ver bien. Si entonces supiese lo que sé ahora, habría prestado más atención a esa forma de aproximarse a ti. —Se frotó la sien inconscientemente, molesta por el dolor que volvía a atormentarla—. No preví que un fotógrafo nos perseguía.Santana se fijó en el gesto de Britt y percibió la autocensura en su voz. Miró a su amante con preocupación y reprimió la necesidad de tocarla. "Cuando esto acabe, Britt se tomará unas vacaciones."—¿Y la otra? —preguntó Savard con tranquilidad y los ojos clavados en Santana, que estaba mirando la segunda foto. Era una instantánea nocturna con mucho grano y de peor calidad que la realizada en San Francisco, pero los rostros de las dos mujeres se veían bastante bien en medio del círculo de luz proyectado por un farol delante de la casa de Britt en Washington.—¿La conoce?—No, no exactamente —respondió Santana con aplomo.Nadie habló ni se pidieron explicaciones. A pesar de lo extraordinario de las circunstancias, se ceñían a su entrenamiento. Los agentes federales no cuestionaban la vida privada de la hija del presidente.—Creo que la señorita López y yo debemos hablar un momento —dijo Britt en medio del silencio. "Ahora saldrá todo a la luz."Todos empezaron a levantarse hasta que Santana habló:—No, por favor, quédense. —Miró a Britt con una sonrisa irónica—. Si a ti no te importa, a mí tampoco.Britt estudió los rostros de los tres agentes sentados frente a ella hombro con hombro y asintió.—No sé adónde va a parar todo esto. Tal vez a ningún sitio. —Cogió las fotos y luego las dejó de nuevo sobre la mesa—. Quizá a las principales emisoras de radio y a la portada de todos los periódicos del país. Antes de seguir adelante, han de decidir si vale la pena arriesgar sus carreras por ayudarnos, porque eso es lo que van a hacer. Tienen mi palabra de que haré todo lo que pueda por protegerles pero, si esto estalla, tal vez no lo consiga. Si prefieren marcharse ahora, no habrá reper...—Yo me quedo —dijo Stark con convicción.—Y yo también —se sumó Sam.—Yo ya estoy dentro —añadió Savard.—Gracias —dijeron Santana y Britt al unísono.Britt soltó otro largo suspiro y señaló la segunda foto.—Conozco a esta mujer —afirmó refiriéndose a la Kitty de la fotografía—. Es scort de un servicio de acompañantes muy exclusivo de Washington. La señorita López y ella no tienen ninguna relación.—Podría ser difícil de demostrar después de esta foto —comentó Stark en el tono menos acusatorio que pudo.Santana se rió sin ganas.—Estoy segura de que es precisamente eso lo que pretenden.—Parece que alguien está apretando las clavijas —dijo Britt con amargura—. Primero se produce una filtración a la prensa sobre la relación secreta de Santana. Luego, la foto de la terraza nos sitúa a las dos juntas en una actitud que no se puede encubrir. —Miró rápidamente a Santana—. Nos guste o no nos guste —concluyó, señalando la foto de su amante y Kitty—, hay una relación entre la señorita López, yo y un servicio de compañía. Un asunto de lo más incendiario en Washington.—Lo siento —dijo Stark con ingenuidad—. ¿Cuál es el vínculo entre la acompañante y usted?—Conozco a la mujer de la foto porque he tenido relaciones profesionales con ella.—Oh. —Stark se puso colorada, pero sostuvo la mirada de Britt—. ¿Pueden demostrarlo?—No tengo ni idea. —Britt procuró sacudirse la ira que sentía, sin conseguirlo—. Hace una semana habría dicho que no, pero ahora no lo sé.—En fin —dijo Sam enérgicamente, levantándose—. Es una de las cosas que tendremos que averiguar. Y por lo que parece, tendrá que ser enseguida.—Estoy de acuerdo —coincidió Savard—. Tenemos que estrechar el círculo de sospechosos, idear una estrategia y dividir el trabajo a la menor brevedad, antes de que todo el asunto se descontrole.—¿Sospechosos? —La sorpresa de Santana quedó en suspenso.—Sí —afirmó Britt mirando a Savard. La agente del FBI y ella eran las únicas que tenían experiencia real en el campo de la investigación. Stark y Sam habían formado parte de la rama de protección del Servicio Secreto desde el principio de sus carreras—. ¿Quién puede ganar algo con esto?—Como dijiste antes —observó Santana—. Un periodista que descubre en Washington un servicio de compañía de élite que trabaja con funcionarios del Gobierno y dignatarios extranjeros, se gana sin duda mucho prestigio. Es fundamental para su carrera y, por tanto, razón suficiente.—Cierto —admitió Sam al volver de la cocina con las manos ocupadas por tazas de café que ofreció a todo el mundo—. Sin embargo, me parece improbable que un periodista de investigación quiera manchar su reputación, señorita López. Con eso sólo conseguiría enemistarse con la Casa Blanca.—Seguramente la historia acabará en la portada de un periodicucho como el Star, ¿no cree? —repuso Santana.—En efecto, y en ese caso, ¿para qué enviar su foto con la comandante al periódico antes de que todo el asunto explote? De hecho, ¿para qué involucrarla a usted?—De acuerdo —admitió Santana—. Además, yo no tengo relación con el servicio de compañía.—Salvo a través de mí. —La expresión de Britt era triste—. Culpable por asociación. Y, como ha dicho Stark, es difícil desmentir lo que aparece en una fotografía.—Eso no me preocupa —declaró Santana, sosteniendo la mirada de Britt y negándose a que su amante cargase con la culpa de un pecado que no había cometido.—¿Y qué hay de Patrick Doyle? —sugirió Stark sin mirar a Renée Savard—. No está muy contento desde que la comandante le eclipsó en la captura de Loverboy.—En realidad, viene de antes —puntualizó Sam—. Siempre la ha tenido tomada con ella.Stark se apresuró a asentir.—Si es él quien está detrás de todo esto, se explicaría la fotografía de la comandante con la mujer del bar. Puede ser una agente del FBI o un mero señuelo para atrapar a la comandante. Todos sabemos que la Agencia sigue utilizando informantes civiles.—No desmiento nada de lo que se ha dicho —indicó Savard sonriendo a Stark—. No estaría en esto si no quisiera limpiar mi propia casa. Pero parece una operación mucho mayor de la que podría orquestar una sola persona. Sobre todo, si se habla de infiltraciones y de descubrir un servicio de compañía muy protegido que ha funcionado mucho tiempo sin que lo detectasen. Para eso hacen falta agentes secretos y personal especialista en informática que tenga acceso a los archivos de Hacienda, los registros telefónicos, rastree llamadas... absolutamente todo. Doyle no puede hacerlo solo.—Además —añadió Santana—, eso no explica por qué Britt y yo estamos recibiendo estos mensajes tan crípticos. Si se trata de amenazas, ¿por qué no piden algo a cambio? ¿Por qué no exigen dinero o amenazan con dirigirse al público si Britt no dimite o me presionan para que intervenga ante mi padre con el fin de conseguir algo?—Tal vez —murmuró Britt pensando en voz alta—... tal vez haya un poco de todo.Cuatro pares de ojos interrogantes la miraron.—Tal vez aquí haya una agenda política y personal. Puede que el FBI o una división de Justicia o, diablos, un equipo conjunto esté recopilando información con algún fin político futuro. Doyle puede formar parte de eso o conocer a alguien que esté en el ajo. —Britt frunció el entrecejo—. Si tiene conocimiento de los hechos, habrá descubierto mi relación con el servicio de compañía por casualidad y puede estar aprovechando ese dato.—¿Cómo? —preguntó Sam con cautela.Britt lo miró a los ojos.—William Shuester me confirmó ayer que Justicia ha emprendido una investigación independiente sobre lo ocurrido con Loverboy. En concreto, me están investigando a mí. Shuester me advirtió de que la suspensión es inminente.Sam y Stark explotaron simultáneamente en una serie de exclamaciones y manifestaciones de ira.—Si no fuera por usted, estaría muerta. —Savard se puso furiosa. "Y aún se pregunta por qué la ayudo."Britt levantó la mano para acabar con las protestas.—Por algún motivo, Shuester no ha intervenido apenas, lo cual resulta extraño. Lo único que se me ocurre es que, si hay una operación de acceso a datos a gran escala, tal vez también él esté comprometido.—Realmente, ¿puede ocurrir algo así? —preguntó Santana con incredulidad—. No estamos en la época de Hoover.Savard cabeceó.—No todo acabó a mediados de los setenta, cuando Hoover fue obligado a retirarse. Sólo que es más subterráneo. —Su disgusto era evidente—. Durante algún tiempo se ha rumoreado que el nuevo director, a cuyo nombramiento se opuso el presidente López, ha estado presionando al Departamento de Justicia y al Tribunal de Vigilancia de Inteligencia Extranjera para que le permitan aplicar la vigilancia a asuntos privados. Ha ordenado intervenciones telefónicas e investigaciones informáticas de asuntos empresariales y particulares con el pretexto de la seguridad nacional. Puede que un grupo escindido esté haciendo pruebas.—De acuerdo —aceptó Santana—. Si hay un grupo encubierto de agentes de espionaje de alto nivel, de políticos, o de ambos recopilando información, ¿cuál puede ser el motivo?—Cualquiera —respondió Britt con aire misterioso—. Cualquiera, desde intentar controlar las promociones de distintos departamentos hasta influir en la nominación del próximo candidato de un partido a presidente. Eso es lo peligroso de estas operaciones. La información recogida hoy se puede utilizar dentro de una década para obligar a alguien a votar en una decisión fundamental del Congreso o para situar a un candidato más proclive a la aplicación rigurosa de la ley y a la eliminación del control de armas en un puesto de nueva creación dentro del gabinete. No siempre se puede pronosticar cuándo, dónde y cómo se utiliza el espionaje, y por eso resulta imposible neutralizarlo. También por eso es un arma tan potente.—A partir de ahora —subrayó Savard—, debemos centrarnos en reunir todas las pruebas irrefutables que podamos sobre quiénes están detrás de esto. —Miró unos momentos la pared de enfrente y empezó a contar puntos con los dedos de la mano sana—. Sam, ya has investigado al periodista que proporcionó la primera fotografía a la agencia de prensa, ¿verdad?Sam asintió.—Mañana al mediodía cuento con saber su nombre.—Muy bien. Tenemos que retroceder a partir de ahí. Necesitamos su fuente. Tiene que haber una conexión con alguien de Washington. Quien filtró la foto casi con toda certeza utilizó a alguien que conocía y en quien confiaba.—Vale. Me encargaré de eso —dijo Sam—. También tengo las cintas de vídeo de los mensajeros que repartieron los sobres.—Veámoslas —sugirió Britt.Dos minutos después, el grupo se apretó en torno al monitor en el minúsculo espacio, mientras Sam reproducía los segmentos de cinta media docena de veces.—¿A alguien le suenan? —A Britt no le sorprendió el coro de negativas cuando todos regresaron a sus asientos.—Indagaré un poco más —dijo Sam recogiendo las cintas y guardándolas en su maletín—. Escanearé las imágenes y las cotejaré con los bancos de datos de la División de Vehículos de Motor, el Centro de Información Nacional de Delitos y las Fuerzas Armadas. Si identifico a alguno de ellos, lo interrogaré.—Busque coincidencias en los servicios de mensajería registrados de Nueva York y Washington —añadió Britt—. Esas personas tienen que estar contratadas y, por tanto, las empresas tendrán fotos de todos los empleados. Dudo que nuestra Garganta Profunda utilice un servicio, pero nunca se sabe.Sam asintió.—Dos —continuó Savard, mirando a Britt sin alterarse—. Stark y yo comprobaremos los antecedentes de todas las personas relacionadas con usted, comandante. Necesitamos una lista de amigos, amantes, contactos profesionales, cualquier persona relacionada con usted aunque sea remotamente.Al ver que Britt arqueaba las cejas, Savard siguió:—Debemos suponer que, si hay una agenda personal aparte de la política, usted es el epicentro.—De acuerdo, Savard. Tendrá la lista.—También necesitamos el nombre de la mujer de la fotografía. —Stark se puso colorada, pero no se le alteró la voz.Britt negó con la cabeza.—No lo sé. El servicio tomaba muchas precauciones para asegurar el anonimato tanto de los clientes como del personal.—Supongo que en último término también podemos cotejar la foto con los bancos de datos nacionales. —Stark contempló la brillante fotografía de 20x25 que estaba sobre la mesa.—Ella no tiene nada que ver —aseguró Britt—. Se arriesgó por mí, y me gustaría mantenerla al margen, si es posible.—Entendido, comandante. —Savard recogió las fotografías y las metió dentro del sobre—. Aunque tal vez sea necesario.—En ese caso, en mi lavavajillas de Washington hay una copa de vino con sus huellas. —Britt miró de reojo a Santana, preocupada por su reacción, pero la joven se limitó a sonreír levemente y a sacudir la cabeza. Britt esbozó una sonrisa burlona.—¿Tiene ella llave? —Paula Stark evitó mirar a Santana.—No.—¿Alguien más la tiene?—Sólo la asistenta —respondió Britt con voz apagada.—¿Cabe la posibilidad de que encienda el lavavajillas?—No por dos copas, que es lo único que hay dentro.—Parece bastante seguro —comentó Stark mirando a Savard—. ¿No crees?—Sí. Si tenemos que identificarla, cogeremos la copa. De momento, me conformaré con los números de teléfono o la dirección postal que utilizó para ponerse en contacto con ella, comandante, y su propia identificación.—De acuerdo —Britt dudó—: Hay otra cosa... Debemos comprobar los antecedentes de todos los que integran el equipo de seguridad de la señorita López. El sitio lógico desde el que cualquiera haría espionaje seguro es desde dentro del propio equipo de seguridad.—No puede ser uno de nosotros —exclamó Sam—. ¿Qué sentido tendría? El Servicio Secreto está para proteger las vidas y, por extensión, las reputaciones de los personajes públicos, no para destruirlas.Britt se encogió de hombros.—Tal vez alguien está prestando un servicio doble y trabajando para la Agencia o forme parte de una investigación del Departamento de Justicia.—Me parece inconcebible —dijo Stark con vehemencia.—La gente hace cualquier cosa por progresar en su carrera. —Britt no creía que se hubiese equivocado con ningún miembro del equipo, pero tenía que cerciorarse. Había demasiado en juego —. Hay que hacerlo, pero no me parece justo meterlos a ustedes dos en eso. Lo haré yo.Sam y Stark estaban apenados, pero Stark habló:—No, lo haré yo, comandante. De todas formas, Savard y yo íbamos a encargarnos decomprobar los antecedentes.Britt agradeció el tono firme de Stark.—Yo me encargaré de la primera revisión rutinaria. Si encuentro algo, ustedes dos procederán.—De acuerdo —admitió Stark.—Lo único que nos falta es un pirata informático —observó Savard—. Tenemos que entrar en los archivos del FBI y de Justicia y también descubrir el círculo de acompañantes.Se miraron unos a otros.—Ninguno de nosotros puede hacerlo —comentó Britt en tono irónico.—Felicia sí.—De ninguna manera, Sam. —Britt se mostró terminante—. Ya he involucrado a demasiada gente. Además, es nueva en el grupo y aún no la conocemos bien.—Yo la conozco —afirmó Sam—, y respondo por ella, comandante.Britt lo observó con seriedad durante unos momentos, y luego cabeceó de nuevo.—No puedo aceptar, Sam. Ya los he puesto en peligro a todos ustedes al involucrarlos en esta operación. No puedo meter a nadie más porque no estoy en condiciones de ofrecer ningún tipo de garantía.—¿Y si se presenta voluntaria? —insistió Sam.—Además —añadió Stark—, si alguien acaba con usted, será una burla para todos nosotros, y de todas formas perderemos el trabajo.—Estoy de acuerdo con ellos, comandante —dijo Savard—. Si no podemos entrar en esos archivos, nunca tendremos una idea cabal de hasta dónde llega esto y de quién está detrás. Si no utilizamos nuestros recursos internos, tendremos que aventurarnos y recurrir a un desconocido, lo cual es aún más peligroso que usar a alguien a quien conocemos desde hace poco tiempo. —Hizo una pausa, y luego añadió con cierta ternura—: No creo que nadie dude de que se puede confiar en Felicia.Britt se frotó el rostro con las manos, desesperada.—Parece que estoy en minoría.Santana se acercó a Britt en el sofá y apoyó la mano en su rodilla mientras se recostaba contra el hombro de su amante.—No tiene por qué preocuparse, comandante. Seguro que ocurre muy pocas veces.Ese primer contacto en público fue muy simple y demostró muchas cosas: preocupación, pertenencia, su derecho a estar juntas. Todos se rieron y, por primera vez en más de una semana, el dolor de cabeza de Britt desapareció por completo.

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Honor
Fanfictiones una historia que leí en otra pagina y me gusto muchísimo trata de una historia brittana, involucra amor, pasión y accion