5to libro

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Capitulo 2

-Paula, cariño -murmuró Renée Savard deslizando los dedos sobre la suave piel de la mujer que dormía a su lado. Las dulces y pálidas luces del amanecer resaltaban la increíble juventud del rostro de su amante. Apenas eran las cinco y no se oía nada en el pasillo del hotel; era como si estuviesen en cualquier lugar del mundo, solas, sin nada que interfiriese en el círculo de su abrazo. Durante un momento de locura, Renée deseó no salir nunca de aquella habitación, no tener que regresar al escenario de un horror tan inimaginable que la mente se rebelaba y el corazón se partía. Por primera vez en su vida deseó no ser una agente del FBI, no haber jurado lealtad a lo bueno y lo justo. Lo único que quería era cerrar los ojos y perderse en el placer de su nuevo amor. Se inclinó y besó la comisura de la boca de Paula Stark.

-Es la hora.

Stark respondió sin abrir los ojos.

-¿Conseguiste dormir?

“No, porque sabía lo que soñaría.” Renée se apretó contra la espalda de Stark esperando que su calor ahuyentase el frío que había sentido los días anteriores y que temía no poder conjurar. Frotó la mejilla contra el hombro de Stark y la besó en el ángulo de la mandíbula.

-Tengo que irme.

-Lo sé.

Renée contuvo la respiración al ver una lágrima entre las largas pestañas negras de Stark.

-Oh no, cariño. No llores.

-Lo siento. Solo que...sigo recordando cómo me sentí cuando supe que la Torre Sur había sido derribada. Sabía que estabas allí. Creí que habías muerto -Stark se puso boca arriba y abrió los ojos. Su piel, de un vibrante color moreno, estaba apagada debido al cansancio y a los rastros de un miedo que no lograba disipar. Se le rompió la voz cuando intentó disimular el llanto-. Fue como si dentro de mí se abriese un enorme agujero y se tragase...todo. Mi corazón y mi alma murieron. Después de eso, me limité a seguir caminando haciendo mi trabajo, pero sin nada dentro.

Renée se mordió el labio inferior para que no temblase. En sus ojos se agolpaban las lágrimas que temía derramar sin contenerse.

-Lo sé. Sí, lo sé. Yo sentí el mismo vacío espantoso cuando me enteré del ataque al Nido de Santana y de que habían muerto agentes -cerró los ojos y trató de respirar a fondo, pero no pudo. El recuerdo le dolía físicamente-.Sé que nunca te alejas de Santana. Así que creí que te había perdido -abrió los ojos, miró a Paula y esbozó una débil sonrisa-. Lo que menos me apetece en estos momentos es no tenerte a mi lado.

-Podríamos quedarnos aquí. Llamar al servicio de habitaciones. Desconectar el teléfono. Permanecer abrazadas un año o más -Stark examinó la cara de Renée con los ojos empañados por una mezcla de esperanza y tristeza.

Renée asintió, muy seria.

-Me parece ideal. Solo que te debes a Santana, y yo a los miles de personas asesinadas el martes.

Stark desvió la mirada, pero Renée captó un asomo de pena que eclipsaba su expresión habitualmente radiante. Renée se deslizó en la cama hasta que quedaron cara a cara, con los cuerpos muy juntos. Rodeó con un brazo a Stark y le acarició la espalda mientras la besaba. La besó hasta que el recuerdo del terror y la desolación de la inimaginable pérdida se diluyeron en los rincones de su conciencia. Entonces, se apartó.

-Nunca nos diremos adiós, ¿de acuerdo? Solo diremos “hasta luego”. Porque esté donde esté o haga lo que haga siempre ocuparás mi corazón y mi mente. Siempre, Paula. Te amo.

-No suelo ser así -murmuró Stark procurando que no se le quebrase la voz-. Soy más dura.

-Sí, ya lo sé -dijo Renée en tono amable-. Me enamoré de una dura agente del Servicio

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