Capitulo 5
Tomaron un taxi en la esquina de Castro y Market y, mientras Santana daba la dirección al taxista, Britt transmitió por radio instrucciones a los agentes del vehículo de vigilancia para que las siguiesen. Cuando el taxi frenó junto a la acera al final de Polk, al otro lado de la bahía, pagaron y salieron.
—Será sólo un segundo —dijo Britt, y ambas se acercaron al todoterreno situado detrás del taxi. Cuando Britt se inclinó junto a la ventanilla del conductor del todoterreno, Hernández asomó la cabeza—. Ustedes dos permanezcan en el coche. Queda relevado el turno.
—Sí, señora.
—Vigilen a los transeúntes de la playa.
—Entendido.
Cuando Britt se alejaba, se abrió la puerta de atrás y salió John Fielding. Britt lo saludó con un gesto.
—Fielding.
—Comandante —repuso, y se dirigió hacia el hotel.
Britt y Santana atravesaron la acera a la luz de las estrellas, bajaron a la playa y caminaron unos cien metros sobre la arena en dirección a la bahía. Cuando se acercaron a la orilla del agua, Britt señaló un saliente rocoso.
—Está bastante bien.
Cogió a Santana de la mano, la llevó hasta el extremo más alejado de las rocas y ambas se sentaron en la arena endurecida. El oleaje, a escasos metros, arrojaba fantasmales dedos de espuma sobre la arena iluminada por la luna. Las gotas saladas humedecieron su piel enseguida. En mitad de la noche hacía frío, a pesar de que era agosto.
—¿Tienes frío? —Britt había apoyado la espalda en la roca. Desde el coche no las veían, y nadie podía acercarse a ellas sin ser detectado por los agentes situados en la carretera. El lugar era privado y seguro a la vez.
—No, contigo no. —Santana se arrimó al costado derecho de Britt, abrazándola por la cintura y con la cabeza apoyada en su hombro—. Si no te conociera, creería que tienes práctica en esto.
—¡Oh! ¿En qué?
—En evitar al Servicio Secreto.
—Bueno, lo he preparado —murmuró Britt posando los labios en la sien de Santana—. No dormí durante todo el viaje hasta aquí; parte del tiempo lo dediqué a pensar en ti.
—Seguro que se huelen algo —dijo Santana en voz baja, retirando la camisa de Britt por encima de la cintura de los pantalones y deslizando la mano por la cálida piel.
—Sin duda, pero no tienes por qué preocuparte. —Mientras contemplaba las volutas de nubes que veteaban la cara de la luna, pensó en lo maravilloso que era mirar el cielo al lado de Santana. Washington parecía otro mundo. Acarició lentamente el brazo desnudo de Santana y dibujó con los dedos los firmes músculos—. Santana, eres la hija del presidente. Eso juega a nuestro favor tanto como en nuestro perjuicio. El Servicio Secreto posee una larga tradición de silencio cuando se trata de proteger la intimidad del presidente, y eso se extiende a su familia. Mis agentes no te traicionarán.
—No me preocupo por mí. —Acarició una costilla, rozando una cicatriz con los dedos. “Me preocupas tú. Y mi padre.”
—Ya lo sé. Pero yo sí que me preocupo por ti. —Britt la apretó contra sí, moviéndose en la arena hasta que pegó el pecho y los muslos contra los de Santana—. Si quieres compartir tu vida personal con el mundo, será porque tú lo hayas elegido. Y eso no debería servir de pasto para la agenda política de nadie.
—Mi vida personal tiene mucho que ver contigo —susurró Santana antes de que sus labios encontrasen los de Britt y se quedase sin palabras ante la cálida recepción de la boca de su amante.

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Honor
Fanfictiones una historia que leí en otra pagina y me gusto muchísimo trata de una historia brittana, involucra amor, pasión y accion