Capitulo 93.

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Buenos Aires. 

Frenó y dejó sus cosas en el piso. Inhaló suficiente aire de ciudad, que tanto deseaban y necesitaban sus pulmones. Sonrió ampliamente al hacerlo. 
Contempló a su alrededor. Movimiento de gente por todos lados, amontonamiento de autos en las calles, bocinas molestas, gente apurada y estresada por llegar a tiempo. Nunca pensó que aquellas molestias le harían tanto bien. 
Arriba suyo un cielo despejado e iluminado, que con el Sol hacía secar las calles mojadas por la tormenta del día anterior-lo había leído en el diario, durante en el camino-
Euforia, alegría, entusiasmo, felicidad. 
Sentirse libre y no atado de sogas que obligan a hacer lo que no quería hacer. Nunca se había sentido tan bien, nunca se había sentido tan libre como hoy. 
Había pasado todo tan rápido que no caía que estaba acá. 
Agarró sus cosas y se subió a un taxi. Mientras viajaba a su destino, se imaginó como serían sus reacciones. ¿Se sorprenderían? 
Luego de unos minutos llegó y le pagó al señor, acto seguido se bajó del auto. 
Caminó hasta la entrada, otra vez inhaló, exhaló y sonrió. No había cambiado nada, solamente se habían colocado un par de plantas y flores más en la entrada. Con nervios de punta a punta, tocó timbre. 
Suficiente con decir que quien le abrió la puerta ni bien la abrió, comenzó a derramar lágrimas de alegría, sí, siempre fue muy sensible. Después de abrazarse, volver a llorar, y abrazarse de nuevo, las típicas preguntas comenzaron. ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Por qué no me avisaste? ¿Comiste? 
La única respuesta que le dio fue un gran abrazo. Había extrañado tanto a su madre. 

Dos meses parecían no haber pasado. 
Respiró hondo una vez más y volvió a sonreír. 
Qué gusto le daba volver a casa.

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Todo su equipo gritaba feliz, habían clasificado para las semifinales de rugby. Miró hacia la tribuna y al único que reconoció fue a Gastón que le gritaba, festejando su victoria. Una imagen apareció en su mente al mirar la tribuna. Una morocha de ojos oscuros estaba ahí, alentándolo y sonriendole con esa especial sonrisa característica de ella. Movió su cabeza de lado a lado, con tal de sacarse esa imagen de su cabeza. Toda felicidad se había esfumado, ahora lo invadía la melancolía. Se acordaba como ella siempre estaba ahí presente sin perderse ningún partido, tirándole besos voladores desde la tribuna. Por un momento sintió un extraño deseo de que ella estuviera ahí presente junto a él. 
Un abrazo lo hizo despertar de sus pensamientos. Era Gastón que ya se encontraba a su lado, sonriendole. 

Ga: (despeinándolo) Felicitaciones! 
Pe: (algo tristón) Gracias, Gas... 
Ga: ¿Qué pasa que no estas contento? Loco semifinales!
Pe: (disimulando)Sí, sí..estoy feliz.. (cambiando de tema) ¿Me acompañas un segundo a los vestidores? Y así después vamos para casa
Ga: Dale 

Aún con esa imagen revoloteandole por la cabeza, ambos se fueron dirigiendo hacia los vestidores. 

Ga: Che, ¿por qué le dijiste a Nico que vaya a lo de Cande? 
Pe: Can me dijo que se lo diga, no sé porque...me dijo que después en casa me contaba bien que ahora no tenía tiempo...se tenía que juntar con Agus.. 
Ga: Qué raro... cada vez entiendo menos a esta chica.. 

Juan Pedro rió. Los dos mejores amigos continuaron su trayecto hasta llegar a su destino. Al entrar, Juan Pedro bufó de mala manera, revoleando sus ojos, al ver quienes se encontraban ahí adentro. Un grupo de rugbiers, se encontraban reunidos, sentados cómodamente, tomando agua y mostrando, la gran mayoría, sus torsos desnudos, aparentemente contando anécdotas debido a las risas. Al verlo a Juan Pedro entrar, las fuertes risas de un segundo a otro cesaron y sus miradas fueron a parar exclusivamente a él, con una mirada de asco y repugnancia a la misma vez. Él hubiera hecho lo mismo, si aparecía un rugbier del otro club cuando quedaron descalificados de las semifinales. 
Su mirada se centró en una persona y lo miró de la misma manera que él lo estaba mirando. Se trataba de Martín. 
Gastón le golpeó el hombro para que la termine y haga lo que tenga que hacer, sin prestarles atención. 

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