Capitulo 107.

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Gruñidos. Malas palabras balbuceadas. Ojos entrecerrados. Profundas ojeras. Pelo extremadamente despeinado. Pies arrastrados a la deriva. Uniforme completamente desprolijo. Rostro demacrado. La mochila le pesa aunque solo lleve un simple cuaderno. 
Bufó por enésima vez en el medio día. Se dejó llevar y ya se encontraba en su clase. Todo el mundo se encontraba igual que él, la mañana libre otorgada por su colegio debido a la fiesta, no logró despertar a sus alumnos. 
Con pasos pesados se dirigió a su banco y algo raro había. Tardó tiempo en descifrar que ese algo era la persona sonriente que estaba sentado al lado suyo, Victorio. Estaba feliz por tenerlo a su lado nuevamente, pero su rostro no demostraba lo mismo, sino que una humilde y vaga sonrisa ya que era un grande esfuerzo para el estado en que estaba. Se sentó e instantáneamente apoyó su cabeza en el hombro de su nuevo pero viejo compañero de banco y se escucharon leves ronquidos. 

-Dale, Peter. Despertate.- le dijo su amigo recién incorporado, entre riendo y golpeándole la cabeza para que salga de su hombro. 

-Shh- logró emitir él. No había pegado un ojo en toda la noche gracias a ella. Era Mariana, besos, borrachera, Mariana, besos, Mariana, abrazos, y de vuelta Mariana. Su mente no lo dejó tranquilo ni un segundo en toda la noche, es que no quería que se borrara el sabor de sus labios, que aún seguían impregnados en los suyos. Quería recordarlos por bastante tiempo más. 

-¿Qué pasó que ustedes no durmieron nada?- preguntó Victorio al todavía tener a Juan Pedro en su hombro y atrás suyo a un par de rubios cadáveres vivos. No sabía cómo hacía para tener tantas energías como para reír y despertar a sus amigos esparciendo su buen humor. ¿Acaso su retorno a Buenos Aires le devolvió las pilas? ¿Cómo hacía para no tener síntomas de no tener sueño ni hasta tener una pequeña sombra de ojera? ¿Alguien le dio una dosis de cafeína? 
Nicolás balbuceó unas palabras indescifrables y a Gastón ni se lo escuchó. 

Así pasaron las horas, en donde ni volaba una miserable mosca y parecía que había una epidemia de sueño. Por suerte llegó el recreo ya que nadie soportaría ni una milésima más de segundo con esa pesada profesora de voz peculiar, pero él sospechaba que era apropósito porque claro, así no dejaba dormir a ninguno de sus alumnos. 

-Che, Peter. ¿Hoy vamos todos a tu casa?- y otra vez Victorio con esa alegría en su rostro que era realmente sorprenderte. Pero algo en su pregunta lo descolocó y lo hizo despertar. 
¿Todos? No había pensado en ese pequeño detalle cuando ayer invitó a todos a su casa luego del colegio para darle bien la bienvenida a Victorio. Todos se refería a todos, es decir, incluido ella. Su cara se volvió pánico. La tendría que ver. No tenía excusas. ¿Qué si no se acordaba nada? Ahora expresaba desilusión. En el mundo de la morocha no había pasado nada, no se habían besado ni estado toda la noche juntos. Pero… ¿Qué si, sí se acordaba? ¿Con qué cara la tenía que mirar esta tarde? ¿Cómo explicar la locura de anoche? Suspiró largo, tenía que agarrar todo el coraje y enfrentar la situación que le se le venía. 

-Ey, Peter- lo interrumpió su compañero de banco de sus pensamientos al pasar su mano enfrente de su rostro para captar su atención.- Te re tildaste. Al final, ¿vamos hoy a tu casa? 

-Sí, sí.- le logró responder. Sería capaz de enfrentar sus actos. Él la besó y se dejó besar, ahora tenía que aceptar las consecuencias que eso implicaba. 
Se sentó firme en su silla al ver que había mucho movimiento en su aula y ya no podía dormir más. Podía escuchar como algunos contaban anécdotas de la noche anterior y todo relacionado con la fiesta, hasta compartían fotos y demás. Se giró para ver qué hacían sus dos compañeros de atrás suyo, Nicolás y Gastón. 

-… y sí. Te lo juro que estaba para matarla- relató el pelilargo- ¿Cómo se les ocurre ponerse borrachas y bailar en una tarima? Y lo peor de todo para ponernos celosos- continuó y supo que hablaba de las chicas. 

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