Capitulo 97.

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No podía reconocer donde se encontraba. Esos cuadros, esas fotos y el color de las paredes, no le eran familiares. Pero lo más extraño de todo es que algo le decía que estaban en el Playroom de la casa de él. ¿Cómo era posible no reconocer su propia casa? 
El perfume de ella, los besos de ella, la calidez de ella, eran incluso extraños. Podía degustar como sus labios esta vez tenían algo fuera de lo común, o quizás era el hecho que sentía que no la besaba así hace mucho tiempo. No entendía porque se sentía de esta manera, era explicable la felicidad que sentía, porque ella le transmitía eso, pero esta vez no era solo una simple felicidad, sino que era felicidad al extremo, y era como volver a reencontrarse con ella luego de mucho tiempo. Pero, ¿cómo podía ser, si había estado con ella durante todo el día? No supo, pero se sentía tan raro. 
Se acomodó mejor sobre ese cómodo y agradable sillón en el cual los dos estaban recostados. Ella estaba acunada entre su cuerpo, mientras él la rodeaba con el fin de protegerla. La televisión estaba prendida de fondo, pero ninguno de los dos era capaz de prestar atención a la caja boba. Se enternecía por aquellos ojos entre cerrados y a punto de ser dominados por el sueño, mientras ella intentaba seguir despierta. 

Parecía como si ya hubiese todo vivido esto. Era un estilo de un constante déjá vu que no tenía fin. Estaba más que seguro que ya había vivido esto.

Se sentía algo preocupado por la cálida frente y el rostro pálido de ella. Entonces con el afán de hacerla sentir mejor, no paraba de mimarla, acariciándole el extenso pelo y empalagándola de besos cariñosos. 

La: (algo dormida) Estoy bien, Peter. No te preocupes
Pe: Sí, me preocupo. Mirá como estás, mi amor. 

"Mi amor". Sonaba raro decir aquellas dos palabras. Se sentía feliz al decirlas. Otra vez volvía esa sensación de ya haber vivído esto, y de ya haber dicho esas palabras, hasta incluso saber qué era lo que ella iba a decir. 

La: Yo estoy bien, Pedri. No hace falta que me hagas mimitos y me des muchos besos
Pe: Buen... si era eso no te hago más nada.. 

Al decir esto se vuelve algo ofendido, la desrodea con sus brazos y vuelve su vista a la televisión. No entendía porque su cuerpo obraba y no le prestaba atención a las órdenes que su mente le mandaba. ¿Acaso no entendía que no quería separarse de ella? ¿Acaso no entendía que no quería dejar de mimarla? Podía sentir el enojo en su cuerpo, pero le ganaban las ganas de querer abrazarla otra vez y llenarla de besos. Era como si su cuerpo lo dominaba, ¿acaso éste no sentía la necesidad que tenía de ella? ¿Acaso no sentía que él era capaz de quedarse una eternidad así como estaban? 
Ella sonríe como puede, y no lo permite separarse. Nunca había disfrutado tanto esa sonrisa, como en este momento. 

La: (frenándolo) Sabes que no es eso, mi amor. 

Era aún más increíble escucharlo de su boca, moría por escucharla otra vez. 

La: Me encanta que me hagas mimos, pero te estoy arruinando un sábado a la noche cuando ibas a salir con los chicos...
Pe: Yo estoy donde quiero estar, y es con mi novia. Que además tiene fiebre, por lo tanto la debo y quiero cuidar mucho mucho
La: No tengo fiebre
Pe: El termómetro no dice lo mismo
La: En serio, Peter. No quiero que te quedes por mi... 
Pe: Me quiero quedar con mi novia.. ¿me vas a dejar que te cuide? 

Ella asiente con ternura y lo besa. Ese empalagoso beso fue interrumpido cuando ambos ven a Cristóbal entrar en la habitación. Ahora entendía todo, ahora se acordaba perfectamente. Esto definitivamente había ocurrido lo sentía, esta escena le era muy familiar... pero.. ¿por qué sonaba tan real? ¿Por qué sentía como si verdaderamente besara a mariana? ¿Por qué recordaba todo esto? Sentía como si estuviera metido en la escena otra vez, actuando como él actuaba pero con mentes diferentes. 
Se detuvo en Cristóbal. No parecía su hermano, estaba algo más crecido, ya no parecía de unos ocho años... 
Según recordaba esta era la parte en la cual Cristóbal se sentaba junto a ellos y la abrazaba afectuosamente a Mariana. Y así sucedió. 
Lo extraño era que ahora ella no parecía enferma, sino que irradiaba felicidad. Su rostro había cambiado notablemente cuando el pequeño puso un pie en el cuarto. 

SENTIMIENTOS.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora