Capitulo 76.

568 18 8
                                    


Una parte suya disfrutaba esa sensación de volver a sentir sus labios. Se sentía viajar al pasado, a ese pasado en donde estaba acostumbrado a besarla, a ese en donde era verdaderamente feliz. Era como volver a sentirse completo, tan solo por volver a recordar esos sabrosos y dulzones labios. 
Pero la otra parte sabía que algo andaba mal, pero estaba tan shockeado por la inesperada reacción de Mariana que no le era posible poner las cosas en claro. 
Había algo que no terminaba de encajar porque ella, esa que últimamente estaba irreconocible y que había tratado de usarlo, lo estaba besando. 
No era que no estaba enteramente feliz porque lo estaba besando, al contrario, tenía una alegría adentro suyo que no se la podía sacar con nada, porque no solo le dijo "Peter", sino que también lo besó. Algo inesperable y muy extraño. 
Tenía que caer en la realidad de que por más que quiera que ese beso se lo dé su Lali, no iba a ser así. Imposible que esa tal "nueva Mariana" cambie tan pronto. 
Debido a que no podía controlar sus sentimientos por ella y no poder parar de besarla, su cuerpo obró por él. 
"No" dijo casi inaudible, como un susurro débil, mientras que movía su cabeza de lado a lado, separándose lentamente de ella con su cabeza gacha. Dio unos pasos para atrás, y sin mirarla se dio vuelta y salió de la habitación. 

Trataba de comprender lo que estaba pasando, pero estaba tan sorprendida que no podía poner su mente a funcionar. Su expresión había cambiado completamente, su boca dibujaba un casi-perfecto círculo, mientras que abría esos ojos café que veían a Pedro alejarse. Hace mucho tiempo que no se jugaba por lo que sentía realmente y él tenía el tupé de decirle un estúpido "no" e irse?! 
¿Cómo pudo tener ese ridículo impulso de besarlo? ¿Cómo pudo cruzarse por la cabeza de que él esta vez no la iba a rechazar? No quería sentir esta desilusión, él no se lo merecía. 
Se asomó apenas por su puerta para seguir viéndolo bajar por las escaleras, con la cabeza gacha y con ese ritmo algo tristón. 
Sentía tanta pero tanta desilusión mezclada con bronca que no podía creer sentirse así por él. 
"CARA DE...CARA DE....NABO!" le gritó llena de enojo. Ni enfermo, ni otra pute+ada, tenía que ser "cara de nabo". Se sintió tan pero tan estúpida por haberle gritado eso, es que seguía tan indignada que fue lo mejor que le salió. Aún enojada, cerró la puerta de un portazo para luego ahogarse entre lágrimas. 

Uno y otro escalón bajaba. Se trataba de convencer a sí mismo que era lo mejor que podía haber hecho. La seguía amando, pero eso no significaba que se dejaría usar por ella, porque esa era la verdad, ella solo lo había besado para usarlo, como lo hacía con los otros. No quería ser uno más del montón. 
Abrió la puerta de entrada y se asustó al ver al rubio pelicorto, parado detrás de ella, a punto de tocar el timbre de la casa. 
Notó también que Nicolás se sorprendió al verlo, pero en seguida cambió esa cara por una de odio, y él lo único que pudo hacer fue bajar su cabeza, algo avergonzado. 
Por un segundo se quedaron frente a frente, hasta que Pedro se movió hacia la derecha, permitiéndole la entrada a la casa a el rubio. Éste no se movió, lo siguió mirando con odio, así que el rugbier tomó la iniciativa y pasó por al lado de Nicolás, así poder salir al exterior. El pelilargo, apropósito, chocó a Pedro con su hombro, solamente para molestarlo, pero Juan Pedro no le hizo caso y se alejó. 

Cerró la puerta mirando al pelicorto irse por la calle. ¿Qué cara+jo hacía Juan Pedro acá? 
Sin dudarlo se dirigió hacia las escaleras, y las subió de dos en dos, de una forma veloz pero tratando de no trastabillar. Llegó a la puerta de Mariana, y automáticamente la abrió sin pensar. Su mejor amiga estaba sentada en el piso con sus rodillas pegadas contra su pecho y sus manos cubriendo su rostro, mientras que su espalda estaba apoyada contra su cama. Sabía muy bien cuando ella lloraba, y esta vez lloraba de forma desesperada. Lo pudo comprobar cuando ella levantó la mirada, seguramente para ver quién era el que entraba a su cuarto. 

SENTIMIENTOS.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora