Capitulo 122.

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-Perdón…perdóname, soy un idiota –se disculpó sin poder mirarla a los ojos, despeinándose nervioso su pelo. –Perdón… vos me dijiste que querías ser mi amiga…-siguió arrepentido, al dejarse llevar por sus impulsos. –Olvidáte todo lo que te dije…perdón…-finalizó queriendo enterrarse bajo tierra, al darse vuelta, emprendiendo camino fuera de la habitación. 

No pudo llegar a abrir la puerta, ya que ella lo tironeó del brazo, provocando que, sorprendido, se diera vuelta, y choque por poco contra el cuerpo de Mariana. Ella lo agarró de la mano para que no se vaya, y la vio cerrar los ojos, comenzando a balbucir números ininteligibles, mientras que él todavía no comprendía qué seguía haciendo dentro de esta habitación. ¿Acaso ella no entendía la humillación por la que él mismo se hizo pasar? 
Y no supo en qué momento, ya que su mente andaba algo dispersa en la vergüenza mientras intentaba decodificar porqué Mariana lo retenía, sintió como Mariana lo agarró de la nuca, uniendo sus labios con los suyos, quedando más confundido que antes. 

Notó como él se sorprendió ante su inesperada reacción, quedándose duro por unos segundos, y luego se acopló al beso. Sonrió interiormente al sentir como el castaño intentaba llevar el ritmo del beso, pero definitivamente no podía. Era como si una parte suya quisiera concentrarse en aquel beso, pero su tan confundida mente no lo dejaba, maquinándolo de preguntas. No pudo aguantar más, ante el esfuerzo que él ponía en el beso, y comenzó a reírse suave, separándose lentamente de él. Murió de ternura, cuando se separó y vio sus ojos verdes desbordándose de confusión ante sus inesperadas reacciones. 

-Tenía que esperar a que sea tu cumpleaños para empezar a cumplirte los deseos, Pedrito –le explicó todavía riendo suave. Enseguida notó el cambió de expresión en el rostro del castaño, volviendo a la normalidad. Suspiró aliviado, como si se hubiese sacado una pesada carga, emitiendo una amplia sonrisa. Instantáneamente la rodeó por su delgada cintura, pegándola contra su cuerpo, presionando fuerte contra los labios carnosos de la morocha. Ésta cruzó sus brazos por su cuello, sin resistirse al beso que él le otorgaba. Hacia tanto que no se sentía tan feliz, hacia tanto que no se sentía tan completo. La levantó del piso, para girar con ella, ante esa plena alegría. Volvió a apoyar cuidadosamente los pies de la morocha en el piso, y notó como ella se concentró en despeinar su escaso pelo, mientras que él la besaba con más pasión.

-Nunca más me hagas eso, ¿me escuchaste? –susurró con una media sonrisa entre besos, al frenar un poco para poder llenar de nuevo su cuerpo con oxígeno. Ella sonrió mostrando todos sus dientes, y él la volvió a besar con la misma intensidad fogosa que antes. 

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-Acá tengo lo que me pidieron. –anunció Cristóbal apareciendo en el living, entregándoles un par de cosas. 

-Vos sí que sos un grosso. –lo felicitó Victorio recibiendo todo. 

-¿El Ipod de Peter también lo trajiste? –preguntó Nicolás. 

-Sip, se lo saqué de su mesa de luz. No creo que sospeche de su desaparición. –respondió el pequeño con una sonrisa. El rubio pelilargo lo congratuló despeinándole su pelo y luego Cristóbal desapareció. 

-¿Cómo les estará yendo arriba? –cuestionó de repente, cortando el silencio, Candela. 

-Ojalá que bien, mientras que Lali no haya saltado con eso de ser amigos… -contestó Rocío. 

-Yo no la entiendo, ¿por qué le quiere proponer ser amigos? Si ninguno de los dos quiere que sean amigos –expresó Gastón confundido. 

-No sé, la verdad no sé. Pero Peter llega a desperdiciar esta oportunidad y no me va a importar que sea mi mejor amigo. –espetó Nicolás. 

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