Capítulo 35

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*narra Manuel*

Estos columpios son, sin duda, mi lugar favorito de toda la residencia. Aunque el columpio de mi lado se siente solo, falta Anita. Que por cierto, ¿dónde estará?

Una figura que no logro distinguir se me acerca. Es Mendicuti. Y está cabizbajo.

Mendicuti: ¿Te molesta si me siento?

Manuel: Nunca me molesta tu presencia, ya lo sabes, amigo.

Mendicuti: Nunca más volveré a comer calabazas.

Manuel: Las calabazas no molan. Son antipáticas.

Mendicuti: Aina...

Manuel: No, yo soy Manuel. Aina no está aquí. Espera. ¿Aina? ¿Calabazas? Vaya...

Mendicuti: Había quedado todo tan bonito... Ve con Ana y aprovechadlo, seguro que os lo pasáis bien.

Manuel: Vente tú también y así piensas en otra cosa.

Mendicuti: Mejor que no, necesito ahora pensar en esto. Y reflexionar mucho...

Manuel: Ánimo. Y gracias!

*narra Ana*

Me sabe muy mal por Mendicuti... No pensaba que la cosa iba a acabar tan mal. Pip. Es mi móvil. Es otro mensaje de él. Me avisa de que se ha encontrado a Manuel en los columpios y que se dirige hacia el invernadero. Así que yo también voy para allí. Y esta vez estoy muy feliz porque sé que me voy a encontrar con Manuel.

Ahí está. En el umbral de la puerta. Sonriente como siempre.

Manuel: Adelante, señorita.

Nos sentamos y disfrutamos de la rica cena que preparó Mendicuti con todo su corazón. Todo va genial hasta que Manuel saca el peor tema posible.

Manuel: ¿No le importará a tu novio que estés de cena romántica con otro?

Ups. Yo que ya casi ni me acordaba de que tengo "novio"... Aunque... Eso ha denotado cierto resquemor. ¿Serán celos?

Ana: Si ese otro eres tú, no tiene de qué preocuparse. Además... ¿Has dicho romántica?

Manuel: ¿Por qué no? Puedo ser muy peligroso... Obviamente todo lo que nos envuelve es romántico a matar.

Ana: Yo sí que te voy a matar. ¡Pero de las cosquillas!

Me levanto de la mesa y lo agarro antes de que se pueda escapar. No hay nada mejor como conocer la debilidad de tu mejor amigo. Solo paramos cuando ya no podemos soportar el dolor de estómago de la risa. Manu coge un diente de león que hay en el centro de la mesa y, sin dejar de mirarme a los ojos y acariciarme, me lo coloca en la oreja.

Manuel: Así mucho mejor. Pareces hasta romántica. - comenta, sin separar su cara de la mía ni un milímetro, nuestras frentes chocan y de mi boca surgen unas palabras que no puedo controlar.

Ana: Te quiero.

Me mira a los ojos.

Manuel: Y yo a ti.

Y escondo mi cara en su pecho.

Detrás del delantalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora