Capítulo 115

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CAPÍTULO 115

*narra Marta*

Efrén ha terminado en la enfermería, yo ya le había alertado. Este chico no sabe dónde se ha metido. Aparece de la nada, con una presentación que no nos resulta nada atractiva, al revés, es alertante. Encima, nos trata con aires de superioridad y, ¿qué se cree? ¿Que se va a ir de rositas? JÁ. Esto solo acaba de empezar.

Enchufo la tele de la sala común, intentando relajarme, aprovechando que estoy sola. Pero justo cuando enciendo la televisión, unas imágenes emborronan mi mente, esas imágenes que no me dejan la conciencia tranquila. Maldita sea. Voy a pagar caro este secreto.

Para mi salvación, entran Eva y Claudia. Así ya no tendré que pensar más en eso.

Claudia: Efrén está mejor. - me informa, sin que yo le haya preguntado. Está claro que no me interesa, así que la miro con aburrimiento. En cuanto empezó la pelea, Claudia fue corriendo a defender a Efrén y cuando lo machacamos, fue detrás de él, cual perrito faldero, para ver cómo estaba y a dónde se lo llevaban. Parece ser que tiene debilidad por la gente nueva: primero Lucas, ahora Efrén... Qué estará tramando...

Eva: Menudo día, chicas. Bueno, explicadme algo para olvidarme un poco de tanta pelea. ¿Cómo os va en el amor? Que me he enterado que en estas tres semanas han pasado muchas cosas. - nos pregunta, con el típico tono de cuando insinuas algo.

Marta: Claudia pobrecita no tiene mucha suerte en el amor. - lo siento, estoy dolida porque antes me ha llamado zorra. Eso pide una pequeña humillación a gritos.

Eva: Uy, ¿por qué?

Claudia: Bueno, hay un chico...

Marta: Un chico que, por cierto, se lio con ella para olvidarse de mí. - digo, tan tranquilamente, como si fuera lo más normal del mundo.

Claudia: ¡Pero se equivocó! Yo estoy dispuesta a perdonarle porque le quiero de verdad y sé que yo a él le importo.

Marta: Sí, ya veo lo que le importas, ya que cuando te fuiste lo primero que hizo fue liarse conmigo. Eres una parada en el camino, cariño, yo soy un destino, ya lo he dicho antes.

Eva se queda a cuadros, la entiendo, todavía no está acostumbrada a esta faceta de mí.

Claudia va a replicar, pero suena mi telefóno. Le hago un gesto con la mano, en señal de que se espere, que tengo cosas más importantes que hacer antes que escucharla.

Cojo mi iPhone, tengo una notificación de Twitter, deslizo la pantalla, pongo mi contraseña y me aparece la gran Blair Waldorf, mi fondo de pantalla. "Gracias por enseñarme tanto, Blair", pienso. Abro la aplicación de Twitter y me aparece un mensaje privado: "Hola, soy Marcos. Acabo de crearme Twitter, tendrás que ayudarme a perfeccionar mi perfil, no soy muy bueno en esto, ya lo sabes".

Detrás del delantalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora