Capítulo 86

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CAPÍTULO 86

*narra Manuel*

La chica de la que estoy enamorado y yo nos encontramos abrazados, uno delante del otro, pensativos, sin parar de acariciarle el pelo. Ella dibuja círculos en mi pecho con sus dedos.

Ana: ¿En qué piensas? - me escruta con la mirada, pero con una expresión dulce.

Manuel: En que por fin he encontrado algo que me haga sentir como cuando me columpio. Espera, miento. He encontrado algo que me hace sentir muchísimo mejor que cuando me columpio.

Ana: ¿Ah sí? ¿El qué? - se hace la tonta y me mira con su sonrisa burlona que me vuelve loco. Yo la vuelvo a besar y os prometo que nunca me he sentido mejor que ahora. Es una sensación indescriptible, que despierta todos mis sentidos, activa mi felicidad y puedo volar en ella. Las mariposas de mi estómago me acompañan en el vuelo. Me siento mejor que si Campanilla me hubiese prestado polvo de hadas. Uno de mis sueños es conseguir llegar a volar y puedo decir que ya lo he cumplido. Besarla es igual a volar en una nube de felicidad. Cuando nuestros labios nos separan, le recorro con mis manos todas las partes de su cara, noto que se estremece.

Manuel: ¿Y tú? ¿En qué piensas? - le pregunto mientras acaricio sus mejillas.

Ana: En cómo me encanta la cara de tonto que se te ha puesto desde que te he besado. - me hago el ofendido, pero no tardo nada en volver a poner "la cara de tonto", no puedo evitarlo, estoy enamorado - En realidad, pensaba en que no sabes cuánto te he echado de menos.

Ese comentario me remueve algo por dentro, supongo que es culpabilidad, pero como ahora estoy tan feliz, no dejo que me afecte.

Manuel: Pf, me pasa igual, te echaba tanto de menos... Pero ahora hay que recuperar el tiempo perdido. - le digo mientras la cojo en brazos y le empiezo a dar vueltas. Ana se ríe a carcajadas y me regala muchos besos más. Y también muchas cosquillas. Acabamos en el suelo, sin poder parar de reír. Estamos unos minutos mirándonos a los ojos, tumbados, aunque para mí parece una eternidad, ya que podría estar toda la vida perdido en esos ojos marrones y no importarme no encontrar la salida. Hasta que Ana mira su reloj y se altera:

Ana: ¡Manu! ¡Vamos a llegar tarde a la fiesta de disfraces!

Manuel: No me importa, quedémonos así toda la vida.

Ana: Va, no seas tonto. ¿No tienes ganas de verme disfrazada?

Manuel: Ya vas cada día disfrazada. - le saco la lengua y ella me pega un suave golpe en el hombro.

Ana: Pues que sepas que yo ya sé de qué te vas a disfrazar, eres demasiado previsible, señor Pan.

Empiezo a cacarear y ella me acompaña.

Manuel: Pues que sepas que si no te disfrazas de Campanilla ya no querré bailar contigo.

Ana: Oh, qué lástima, ya no le podré dar polvos de hada para que pueda volver a Nunca Jamás.

Manuel: En realidad, ya me los has dado más de una vez.

Ana: Ahora sí que me he perdido.

Manuel: No importa, yo me entiendo. - le doy otro beso más y me marcho corriendo, con los brazos extendidos, como si volara, derecho a mi habitación a cambiarme y sintiéndome la persona más afortunada del mundo.

Detrás del delantalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora